Aculturación, con Vivian Reimers y Dwight B. Heath

Probablemente, ninguna sociedad o cultura es estática, por muy “homogénea”, “aislada”, o “tradicionalista” que sea la gente—y, obviamente, estos son términos relativos que nunca caracterizan a ningún grupo literalmente. Son varias las fuerzas que intervienen en la creación de cambios culturales...

Aculturación, con Vivian Reimers y Dwight B. Heath
Ensamble de las misiones jesuíticas, listo para tocar en el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Misiones de Chiquitos (fuente)
Contexto Condensado

Volvemos a los boletines con una muestra de cómo todo está conectado entre los newsletters Clásicos en Contexto, Más Sentido Común, y Pueblo Eminente. Permitime tirar aquí una mezcla de los tres.

Conocí la palabra “aculturación” leyendo la tesis doctoral de Vivian Reimers (full disclosure: mi tía), finalizada en 2017 y llamada Diseño como estrategia de comunicación, inculturación e indoctrinación: Iglesias misionales jesuíticas de Chiquitos en Bolivia (174? - 1767). Chiquitos es una de las regiones más orientales del departamento de Santa Cruz, y por lo tanto del país. Los jesuitas llegaron a esta zona por encargo del rey de España con dos intenciones: catequizar a los infieles, y defender el territorio recientemente conquistado de las incursiones portuguesas (poco se imaginaban que iban a crear fábricas de violines y prodigios musicales). Pasa que esta región era la frontera entre ambos reinos en la época colonial. En su tesis, Reimers se pregunta sobre el sentido de este término que yo acababa de conocer, y se responde citando a un autor cruceño y otro vizcaíno (o bizkaiko, en Euskera):

Autora: Vivian Reimers
Diseño como estrategia de comunicación, inculturación e indoctrinación: Iglesias misionales jesuíticas de Chiquitos en Bolivia (174? - 1767)” (2017)

(extracto)

...¿Pero qué significa ‘aculturar’ e ‘inculturar’? Alcides Parejas en 1999, haciendo referencia al proceso de ‘aculturación’ aplicado por los misioneros jesuitas en el contexto chiquitano, mencionaba que «el tipo de cambio de mayor frecuencia y trascendencia es el que tiene su origen en el contacto entre culturas. Los cambios producidos en una cultura por influencia de otra constituyen un fenómeno conocido con el nombre de aculturación» (Parejas 1999, p.140). Ahora bien, el uso del término ‘inculturación’ es relativamente nuevo en nuestro vocabulario, fue incluido en el vocabulario religioso a finales de siglo XX, pero su práctica viene siendo implementada desde tiempos remotos. El padre Arrupe explica:

La encarnación de la vida y mensaje cristianos en un área cultural concreta, de tal manera que esa experiencia no solo llegue a expresarse con los elementos propios de la cultura en cuestión [...], sino que se convierta en el principio inspirador, normativo y unificador que transforme y re-cree esa cultura, originando así “una nueva creación” (Arrupe 1978, p.230).

Como evidenciamos en la definición, la denominación de ‘inculturación’, a diferencia de ‘aculturación’ —término que también podría ser utilizado en este contexto—, connota la inclusión de una cultura en otra desde un punto de vista más direccionado a las prácticas religiosas...

Vivian nació en tierra cruceña y bajo el ala de sus costumbres: por lo tanto, es lo que llamamos aquí camba. Definir “camba” sigue siendo un tema tocado entre la gente de Santa Cruz — o quizá no es que “siga siendo” tocado, sino que se discute ahora más que antes porque ya no está claro. Esta ciudad tenía hace medio siglo menos de cien mil habitantes, hoy, su área metropolitana tiene, se calcula, como tres millones. Desde finales de 1950 empezó un boom migratorio que cada día que pasa aumenta su flujo, y esto ha traído consigo un conflicto cultural muy fuerte y uno de identidad muy profundo.

Para mi suerte, no voy a ser yo quien describa qué es un camba, sino que me agarro, como todo el mundo en esta tierra, de la autoridad de un extranjero, y como todo el mundo, de la autoridad de un gringo: el antropólogo y profesor en la Universidad de Brown en Rhode Island —fundadora de la Ivy League— Dwight B. Heath. Por cosas del destino que son muy largas para explicar aquí, Heath acabó viviendo un tiempo en Montero, apenas un pueblo en la década de 1950, ahora una ciudad de casi 150.000 habitantes a una hora de Santa Cruz, que será absorbido por esta área metropolitana en menos de un lustro. Los estudios y escritos del profesor Heath hechos en estas tierras y sobre estas tierras catapultaron su carrera, y a los cambas les ha dedicado muchas líneas y ensayos. Su tesis doctoral (Yale, también Ivy League, 1959) se llama Camba: A Study of Land and Society in Eastern Bolivia, y entre sus papers más citados podemos encontrar Ethnogenesis and ethnohistory: sociocultural emergence in the Bolivian Oriente, expuesto en 1962 en México en el XXXV Congreso Internacional de Americanistas.

Para mi suerte, también, el profe Heath habla aquí de “aculturación”, una palabra que la Real Academia Española define como “acción y efecto de aculturar”, obviamente. Pero, ¿y aculturar?: “incorporar a un individuo o a un grupo humano elementos culturales de otro grupo”. Algunos autores hablan de una sociedad dominante y otra subordinada. Facilingo.

Vuelvo al profesor de investigación y antropología, mientras escribe que “la idea romántica de las culturas aborígenes hipotéticamente puras como sistemas estrechamente entretejidos y perfectamente funcionales died hard en las Américas”.

Autor: Dwight B. Heath
Ethnogenesis and ethnohistory: sociocultural emergence in the Bolivian Oriente” (1962)

(extracto)

...Probablemente, ninguna sociedad o cultura es estática, por muy “homogénea”, “aislada”, o “tradicionalista” que sea la gente — y, obviamente, estos son términos relativos que nunca caracterizan a ningún grupo literalmente. Debemos reconocer que son varias las fuerzas que intervienen en la creación de cambios [culturales], incluso dentro del sistema más “folclórico”, aunque nuestra atención se ha dirigido con mayor frecuencia a situaciones más espectaculares, más rápidas o más políticamente sensibles de “aculturación” o “contacto intersocietal y transferencia de cultura”.

Yo sostengo que el proceso de formación de sistemas socioculturales no es menos importante que el de su deformación o degeneración, aunque ha recibido relativamente poca atención entre los antropólogos americanos [estadounidenses]. Ya sea que hablemos de “etnogénesis”, “surgimiento sociocultural”, o lo que sea, parece tan válido e importante ocuparse de la integración, reordenamiento, reformulación, y otros desarrollos adaptativos, como seguir preocupándose de la desintegración, deculturación, “pérdida de cultura”, etcétera.

Permitime describir brevemente cómo los Cambas han llegado a constituir un nuevo sistema sociocultural; un problema de importancia histórica en sí mismo, pero uno que también podría tener alguna relevancia para estudios similares en otras áreas.

Los Cambas son un pueblo mestizo, descendientes de colonizadores españoles e indios locales, cuyas características físicas y culturales reflejan ambos lados de su ascendencia. Siendo cerca de 80.000 personas, ocupan un área que alterna jungla y praderas que se extiende más al norte de la ciudad de Santa Cruz, en el este de Bolivia. Situados en el aproximado centro geográfico del continente, enormes distancias y barreras naturales los aislaron de cualquier contacto regular con otros centros de población hasta hace una década...

El profesor Heath continúa a partir de aquí con una pequeña reseña histórica de lo que sucedió en tierras cruceñas: qué tribus la habitaban, cuándo empezaron las primeras incursiones españolas en búsqueda de El Dorado, la conquista definitiva comandada por Ñuflo de Chaves, y la convivencia entre españoles y nativos, que era “una relación más cercana a la simbiosis que a la explotación”, una situación que “no se parece a la de la mayor parte del Nuevo Mundo”. Pero, por muy interesante que sea el ensayo de Heath, y que me prometo traducir en algún momento completo porque no lo encuentro en ningún lugar en español y vale la pena que llegue a más gente, quiero pasar el resto de la lectura de largo para detenerme en un detalle de “aculturación literaria”, porque quien escribe y quiere que lo entiendan más allá de sus fronteras, por mucho que quiera “escribir como se habla”, no puede, porque resulta que no todos hablamos igual, ni siquiera el mismo idioma, ni siquiera en la misma región geográfica.

Escribir y publicar es un afán de comunicar algo, afán incontrolable —y quizá vanidoso— que nadie sabe exactamente de dónde viene, porque cada uno tiene una teoría diferente. Pero vuelvo a la cuestión: Dwight B. Heath escribe, sobre los cambas: “they occupy an area of alternating jungle and prairie”, y para hacerme entender a la primera en todo terreno hispano, me veo inclinado a traducir “jungle” como “jungla”, y “prairie” como “praderas”, en vez de escribir “monte y pampa”, que es lo que diría cualquier camba.

En la intersección donde se encuentran el miedo a asumir riesgos con la seguridad de escribir en lengua culta, se va uniformando el lenguaje usado en la literatura. La uniformidad, primero ahorra tiempo, sólo después se convierte en cultura —mejor dicho, se confunde con cultura— e identidad.

En todo lenguaje escrito, la uniformidad surge, literalmente, para que la gente no ande escribiendo como habla, para generar menos fricción en la entrega del mensaje. Para que Pirú y Perú se escriban igual, para que Vruay y Uruguay no se confundan como regiones diferentes; para que el governador y el gobernador sigan las mismas reglas de conservazion y conservación del orden, porque estas son las combeniençias y conveniencias del clero y la monarquía de habla castellana, la lengua conquistadora y dominadora en el Reino español, esparcida a todos sus dominios. Para que los “ymensos travajos” de los jesuitas en Chiquitos, como escribía el escriba del Rey Felipe IV en el “año de mil y seiscientos y qvarenta y siete”, no sean mensos “trabaxos” por los cuales “amperezido amanos de echizeros enemigos dentra santa fee”, sino “inmensos trabajos” que lograron amainar y convertir el espíritu de los nativos en las tierras que hoy ocupan los cambas.

Hoy, escribir ducientas en vez de doscientas, veinteyquatro, faltavan, avian, o ynfedilidad, es cosa de infieles del monte. Y palabras como “etnogénesis”, “deculturación” e “intersocietal”, probablemente no son todavía cultas; no son aceptadas por la Real Academia Española y quizá tienen otra forma “más correcta” de expresarse. La RAE aconseja, por ejemplo, no decir ni escribir “screenshot” sino “pantallazo”; la RAE no conoce Sudamérica y no sabe que, aquí, cuando alguien “da un pantallazo” de una situación, está contando a grandes rasgos, grosso modo, lo que pasa, está dando el big picture. No lo recoge así en su Diccionario de la Lengua Española, que sí recoge grosso modo, y no quiere más anglicismos porque tiene miedo de que continúe el proceso americano de aculturación, aunque lo terminará haciendo, porque el diccionario sigue a la cultura, no la crea (es la teoría para probar lo que ocurre en la práctica). Ya decir “americano” en vez de “estadounidense” es aculturación. Pero vuelvo a “intersocietal”, “deculturación” y “desuscribirse” —que es más económico y preciso que “darse de baja” o “cancelar suscripción”—: son términos relativamente nuevos y no hay otra forma más simple de traducirlos. Y creería que se entienden a la primera, que usarlas no es un comportamiento de alguien “del monte”, como se dice coloquialmente por aquí.

Es curioso que la RAE defina “monte” como: “1. Gran elevación natural del terreno. 2) Tierra inculta cubierta de árboles, arbustos, matas o hierba”. “Tierra inculta...” — pero en el sentido de “cultivada”, que es donde viene “cultura”, literalmente “cultivo” en latín. Entonces la cultura se planta. Ese “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial en una época, [o] grupo social”; ese “conjunto de valores y creencias de una comunidad, las cuales comparten varias ideas o puntos de vista, practicados en una región” en un determinado tiempo, se siembra, se riega, se llena de matas o hierba —o no—, se deshierba y se fumiga —o no—, se fertiliza, y luego se cosecha. La convivencia de varios cultivos y usos del suelo en una región macro es buena para no degenerar la tierra y sus propiedades; son naturales y buenos también algunos injertos y procesos de cría y mestizaje; cosa muy diferente es que la invadan especies completamente ajenas.

Cuando a una cultura, cuando a un cultivo que lleva años in the making lo invaden rápidamente términos, costumbres, valores, necesidades y deseos extranjeros, lo que hay es un proceso de aculturación acelerado. Esto genera, inevitablemente, un cambio, deterioro o pérdida de la identidad, generalmente para siempre; porque se pierde de la memoria, y la memoria es la base de la identidad. Un pueblo que va perdiendo la memoria, como todo ente que pasa por ese proceso, sufre, irremediablemente, un conflicto interno.

Luego la aculturación es un gran instrumento de conquista. Es más sutil que la imposición violenta de una cultura, lo que lo hace aceptado por la sociedad subordinada. Por ejemplo, desde Catalina la Grande en el siglo 18 (escribo 18 y no XVIII deliberadamente), hasta finales de la Unión Soviética en el siglo 20, se intentó rusificar Ucrania, y los resultados son los que vemos desde entonces hasta hoy: una guerra que es continua y que se agrava por estaciones. Los nazis quisieron imponer una cultura en Alemania y vecinos. Los chinos están empezando a replicar el modelo, con campos de concentración incluidos, y obtendrían los mismos resultados si no fuera porque en cada rincón del mundo, desde la casa más rica hasta la más pobre, hay algo “made in China”. Tanto, que hay poblaciones fundadas por los jesuitas donde Madein es un nombre propio, así como Usnavy (U.S. Navy) lo es en el caribe.

Los jesuitas lograron crear un imperio en Sudamérica gracias a la aculturación. Si el mundo entero conoce el dólar y lo quiere como divisa para ahorrar y firmar contratos, no es sólo por el dominio económico de los Estados Unidos, sino también por su dominio cultural. Hay mucha gente hoy mismo que se “llena la boca” hablando de la pérdida de valor del dólar, pero no los veo queriendo comprar yenes ni firmando contratos en euros ni haciendo colas para entrar a la mejor universidad de Pekín (Beijing). El sueño del padre rico latino es que su hija estudie en una Ivy League en los Estados Unidos, y tener un departamento en Miami. El sueño del chico de Daguestán no es mudarse a China sino a Boston. Durante décadas este imperio contemporáneo se dedicó a exportar su cultura y el Sueño Americano, y en este momento, en cualquier ciudad del mundo, hay mínimo un par de personas trabajando en una computadora Mac sentados en un Starbucks. En los países más católicos —los latinoamericanos— de a poco se reemplaza el Día de los Muertos por Halloween, y las comidas favoritas del cheat day —que reemplazó al domingo de misa— son la hamburguesa y la pizza, acompañadas por una coca-cola (y no, la pizza que comemos generalmente no es “italiana”). Estados Unidos conquistó el mundo de a poquito y luego de golpe por medio de la aculturación.

Ahora bien, si fue a propósito, si fue puro branding, o si ocurrió sin querer, no lo sé, pero coca-cola se consigue hasta en la más remota de las misiones jesuíticas en Bolivia, y también sandalias hechas en China. Pero qué digo sandalias, si aquí les decimos chinelas.

#español#inglés#pueblo eminente#más sentido común, por favor


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