¿Qué es Conectorium?
- Una plataforma de literatura política, filosófica e histórica. Las lecturas son ensayos y extractos de libros clásicos contextualizados y conectados al presente. Timeless.
- La historia y la filosofía nos sirven para observar la conducta humana a través del tiempo y el espacio: todo lo que sucede hoy ya pasó alguna vez, de alguna manera, en algún lugar. No hay nada nuevo bajo el sol.
- “Todo pasa”: todo puede suceder, todo se termina, todo ya sucedió antes. Los remedios para nuestros problemas ya han sido escritos, y esta es una enciclopedia que los contiene. Poco hay que se pueda decir que no se haya dicho antes.
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Inspiración filosófica y acción poética (de la voluntad)
El mundo de la pseudo-filosofía, y todas sus cuentas que pululan el metaverso, está plastificado con la frase de Aristóteles: “El propósito del conocimiento es la acción, no el conocimiento”. El adagio, mal traducido y siempre sacado de contexto por jóvenes como yo que nunca han leído a Aristóteles, sirve como invitación a la cultura del hustle y omite la introducción que dice que los jóvenes no deberían estudiar política porque se dejan llevar por las pasiones, y que estudiar política solo sirve si “la finalidad no es el conocimiento, sino la práctica”.
Las prácticas cambian y ya no entendemos lo mismo por política que los antiguos griegos. Por culpa de nuestra cultura, tan diferente, tenemos los políticos que tenemos; o tenemos los políticos que tenemos y por su culpa tenemos esta cultura. “Los caminos de ida en caminos de regreso se transforman, porque eso, una puerta giratoria, no más que eso, es la historia”, canta Jorge Drexler en su Bolivia—casualmente, o causalmente, nido de este experimento. Pero Drexler habla más de migraciones, así que vuelvo a Grecia, origen de mi nombre de origen romano, de donde vinieron y a donde volvieron algunos de nuestros ancestros. Ellos declaraban que la búsqueda de conocimiento iniciaba sin propósito, sin fin, por puro asombro y amor puro al conocimiento. Saber por amor a saber; no necesariamente por ser más inteligente, o rendir mejor en el trabajo, o ser mejor persona, o ganar más plata, o aprender mind hacks y encontrar shortcuts. Saber como entretenimiento. Leer por amor a leer, a la escritura, al rigor. Leer por amor a la estética y al ingenio. Filosofía, como proponía Séneca, como camino hacia la sabiduría. Sea ese el fin de este proyecto y, por lo tanto, el origen de esta acción. El origen es el fin. Y aquí eso también sucede—literalmente.
Borges, a quien recurro como uno recurre a un abuelo platónico, se planteó: “¿de qué manera un libro puede ser infinito?” Antes de jugar con el tiempo más que con el espacio, pensó en la idea “de un volumen cíclico, circular”, o de una “obra platónica, hereditaria, en la que cada nuevo individuo agregara un capítulo o corrigiera con piadoso cuidado la página de los mayores”. Jugó también con la idea de Shahrazad jugando con las 1001 Noches. Esto, en El Jardín de Senderos que se Bifurcan, obra inspiración de lo hipertextual, obra mayúscula intertextual, oda a la física cuántica. Como yo carezco de razón para comprender la contemporaneidad de una multitud de universos, pero me sobran versos para razonar mis multitudes, me quedo en el terreno de nuestro jardín y en la posibilidad de que sea verdad que “todos los libros son un solo libro” (si la verdad existe). Si todos los libros fueron “escritos por un solo autor” atemporal, “un solo caballero omnisciente”, como proponían Borges y Emerson, solo es posible si éste tiene la amplitud que se cantó Whitman a sí mismo.
Como cualquier autor que escribe mucho, éste Uno está destinado a plagiarse, a repetir sus ideas, o a citarse continuamente. La justificación la da André Gide: “Todas las cosas ya han sido dichas; pero como nadie escucha, siempre hay que empezar de nuevo”. Hay que decirlo de nuevo. Si los libros están hechos de otros libros, como describió Voltaire, estos tienen que estar conectados por ideas parecidas, citas, notas y plagios. En el último caso, en palabras de Montaigne, remixeadas, “no se cita a otros sino para expresar el pensamiento de manera más diestra”. Julio Cortázar lo dijo más lindo en su libro que remixea un título de Julio Verne: “citar es citarse”.
Se lee y se refleja uno en otros, sin importar su tiempo y su espacio. Se maravilla, y continúa su labor, “parado sobre hombros de gigantes”, como dijo Newton parafraseando a Bernardo de Chartres. Para algunos curiosos, es inevitable querer compartir lo que se lee, citarlo, recitarlo y re-citarlo. “Descubrir el secreto y comunicarlo”, escribirlo “para reconquistar la derrota sufrida siempre que hemos hablado largamente”, como escribió María Zambrano. La tarea es ineludible. Schopenhauer dijo, según Einstein: “El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiere”. No seguir esos quereres angustia, y la “angustia no se resuelve sino con actividad”.
Obligado por algo que no sé qué es y que no puedo controlar, pero que acepto con estoicismo, me retiro entonces, como Ts’ui Pên, “a escribir un libro. Me retiro a construir un laberinto”. Y si en el camino “me contradigo, pues muy bien, me contradigo”; es parte del amor al asombro.
Sea el orden de este jardín de senderos que se bifurcan el designado por José Cadalso: “Cuando vi el ningún método que el mundo guarda en sus cosas, no me pareció digno de que estudiase mucho el de escribirlas. Así como vemos al mundo mezclar lo sagrado con lo profano, pasar de lo importante a lo frívolo, confundir lo malo con lo bueno, dejar un asunto para emprender otro, retroceder y adelantar a un tiempo, afanarse y descuidarse, mudar y afectar constancia, ser firme y aparentar ligereza, así también yo quiero escribir con igual desarreglo”.
Gracias, y bienvenido,
Julio*
Atisbo de modelo de negocio, metafísica y abstract académico
Intento observar (algunos le dicen estudiar) si existe algún tipo de consciencia superior, algún Tiempo sin tiempo, del que nosotros somos parte. No creo en Dios—al menos no en el de las religiones—, y no creo que se pueda probar que exista, pero me pienso pasando la vida intentándolo. No creo en las predicciones, los modelos predictivos, ni otros tipos de futurología, pero sí creo que hay cosas que son inevitables. No creo en el destino predeterminado, pero sí en el probabilístico. Y creo, como Oscar Wilde, que “el pasado es la llave del futuro”. Sí creo, como Voltaire, que “todo efecto tiene evidentemente su causa, si nos remontamos de causa en causa en el abismo de la eternidad; pero no toda causa tiene su efecto, si descendemos hasta el fin de los siglos”; “que todos los acontecimientos son producidos unos por otros”; y que “si el pasado engendra el presente, el presente engendra el futuro; todo tiene padres, pero no todo tiene hijos”.
Ahora bien, no intento aquí—sigo con Voltaire—fabricar “una nueva historia... sin añadir nada nuevo”. Quiero hacerle honor a lo que Umberto Eco describe como “creatividad crítica—criticar lo que estamos haciendo o inventar mejores formas de hacerlo—”, porque “es la única marca de la función intelectual”.
Creo que entre la inevitabilidad de las cosas gracias al avance de la tecnología, está la posibilidad de que en el futuro cercano exista una plataforma para leer libros online como se escuchan canciones en Spotify: casi todos los libros en un solo lugar. Adjunta vendría la posibilidad de buscar palabras y frases exactas en toda esa colección, y de hacerle shazam a frases para encontrar sus libros, de verificar si algo fue dicho—o traducido así—o no. Y de buscar orígenes, fuentes y contexto. Google Books y Amazon lideran los primeros intentos de lograr esto.
El siguiente paso sería poder saltar de libro en libro a través de citas, notas y conferaturs, si se me permite la palabra. Si Borges dice que Marco Aurelio dijo: “Quien ha mirado lo presente ha mirado todas las cosas: las que ocurrieron en el insondable pasado, las que ocurrirán en el porvenir” (cosa que creo y que quiero demostrar para esta generación de seres vivos, que el mismo “teatro se repite con otros actores”), uno debería ser capaz de leer inmediatamente, a través de un link, dónde dijo eso Marco Aurelio. Y leer su libro. Y comprarlo en físico. Y que llegue en menos de 24 horas a tu casa.
Esta plataforma es un intento temprano de esa idea de negocios, y de esa idea de link-surfing para hacer book-hopping, a lo Wikipedia (Wikisource y algunas otras páginas de lectura ya tienen versiones parecidas de link-hopping cuando un autor cita a otro, pero todavía no a libros específicos y lugares exactos en ese libro). Esta plataforma es un intento temprano de esa guardería del conocimiento, o biblioteca.
Finalmente, creo que todo lo dicho tiene un contexto, una historia, y que la Historia, producto de nuestro actuar, como hijos del Universo que somos, juega entonces, inevitablemente, el mismo juego del Universo: el de la repetición. Uno se levanta, como el sol, todos los días, y como el sol y la Naturaleza y los planetas, seguimos rutinas. La rutina sirve para ser más eficiente en el uso de los recursos, lo que permite concentrarse en cada iteración en hacer mejor el proceso. Y luego intentar de nuevo. And again, and again. Atletas, artistas, artesanos, mercaderes, negociantes y todo tipo de humano-parlantes siguen el mismo proceso: la Tierra y el Universo, ¿también?
Nunca podremos saberlo, pero podemos atisbarlo. Y de ser así, igual no quedará resuelta la duda de si todo lo creado fue por simple azar evolutivo o por voluntad de una Voluntad mayor. En todo caso, como Nick Murphy, creo que I work for the Universe, y en palabras de Schopenhauer según Einstein, “un hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere”.
Gracias y bienvenido,
Julio.