Israel y Palestina, parte 4: esta guerra vs las otras

¿Por qué esta guerra es diferente de las anteriores y en qué se parece? ¿Qué rol juega la propaganda? ¿Hay un cambio en la opinión pública? Eso, y algunas observaciones sobre la esencia humana y su propensión al fanatismo.

Israel y Palestina, parte 4: esta guerra vs las otras
Parte 1: historia bíblica del Antiguo Israel, su influencia en el movimiento evangelista y la actual política estadounidense, historia del territorio hasta antes del sionismo.

Parte 2: expansión musulmana, pogromos y expulsiones de los judíos, nacionalismos, sionismo y la opinión pública, migraciones judías e historial de la demografía en Palestina hasta la independencia de Israel.

Parte 3: división y límites de Palestina, límites en la naturaleza, problema de las migraciones, historial de guerras territoriales entre judíos y musulmanes (israelitas y palestinos), limpieza étnica, the two-state solution.

Parte 4 (aquí): por qué esta guerra es diferente de las anteriores, por qué es igual a otras guerras, la propaganda en todo su esplendor, cambio en la opinión pública, los fanatismos de siempre y observaciones sobre la esencia humana.

Parte 4

A 5 meses del inicio de esta guerra, o de un nuevo episodio de la misma guerra, o de una nueva guerra de un mismo arquetipo.

Esta guerra: en qué se parece y en qué no a las anteriores

  • Como todas las operaciones anteriores, empieza luego de un ataque palestino, que es una respuesta al avasallamiento israelí, que se vuelve más avasallador ante las ofensivas palestinas, que se vuelven más ofensivas ante el aumento del sometimiento... 🔄
  • Los que combaten esta guerra son los hijos de los que combatieron la anterior, que son los hijos de los que combatieron la anterior, que son los hijos de la anterior... Llevamos más de siete décadas de generaciones que crecen viendo al otro como su enemigo natural.
  • Como en las anteriores, la meta de Israel es “eliminar a Hamás”, “destruir sus túneles”, con el agregado de “liberar a los rehenes”; como en las anteriores, es difícil que lo logre. Cada represalia israelí es peor que la anterior y deja más huérfanos palestinos viviendo en menor cantidad de tierra, viendo el avance de colonos con apoyo del ejército. Es inevitable una nueva generación que jure destruir Israel y matar a los judíos. Antes era la OLP, ahora es Hamás, mañana será otra cosa, pero la idea, con esta estrategia, no se puede destruir.
  • Si sigue el bucle, el próximo atentado palestino será peor que los anteriores, seguido por una represalia también peor. El 7 de octubre murieron casi 1.200 judíos en el peor pogromo desde la Segunda Guerra Mundial; y en cinco meses ya van más de 30.000 muertos palestinos en la peor de las represalias israelitas.
  • 70% de los muertos son mujeres, niños y adolescentes (40% son menores de 18 años); con suerte, 10.000 son «combatientes» de Hamás. Entre los heridos (decenas de miles), más de 1.000 niños han perdido alguna extremidad.
  • Como en todas las anteriores, la pregunta es: ¿cómo reaccionarías vos si fueras judío a la barbarie que cometió Hamás? Asesinatos de civiles a sangre fría y secuestros en un día sagrado, grabados y compartidos en redes sociales, y además celebrados. ¿Y ante sus constantes atentados y lanzamientos de cohetes? ¿No tildarías también de animales a tus «enemigos»? Quizás repetirías el discurso que repite hasta Netanyahu: “esto es una lucha entre los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad”. Quizás no verías que se usa la misma retórica que usan «los otros», que también reaccionan. ¿Cómo reaccionarías si fueras palestino ante el atropello constante de tus bienes, tus terrenos y tus derechos? ¿Si ves a las IDF plantando la bandera de Israel en el centro de lo que alguna vez fue una plaza central en Gaza, alrededor de la cual ya no hay edificios sino escombros? ¿Si sufrieras hambruna y vieras estampidas que dejan muertos cuando llegan camiones de ayuda humanitaria? Quizá no verías que las mismas barbaries, grabaciones y celebraciones las hace también tu bando. Como en todas las guerras, ambos lados tienen crueles y fanáticos; tildamos lo que hace el otro de «imperdonable», pero cuando lo hacemos nosotros es «justicia».
  • Como en todas las guerras, ambos bandos llaman «justicia» a su sed de venganza.
  • Esta justicia ha llevado a la muerte a casi el 1,5% de la población de la Franja de Gaza en apenas 5 meses. Y a la destrucción del 70% de los edificios en la ciudad de Gaza (en toda la Franja se ha destruido cerca del 35% de todas las estructuras, y se habla de más de 150.000 edificios destruidos).
  • Entre muertos, desaparecidos y heridos suman el 5% de los casi 2,3 millones de habitantes. En la Revuelta Árabe entre 1936 y 1939, se estima que 10% de la población palestina se vio afectada entre muertos, heridos y exiliados. Ahora no podemos hablar de exiliados porque la gente de la Franja de Gaza tiene prohibido salir, y la mayoría ya no tiene un hogar al cual regresar.
  • 60% de la población (~1,4 millones de personas) está ahora mismo apiñada en la ciudad de Rafah, en campos de refugiados, esperando un bombardeo o ataque que parece inminente, justo en Ramadán, mes sagrado. La periodista e ilustradora Mona Chalabi dice que estamos hablando del doble de gente por hectárea que en Nueva York... pero con carpas en vez de rascacielos.
Post de Mona Chalabi en Instagram
  • La Revuelta Árabe terminó con los británicos revisando la Declaración de Balfour de 1917, limitando la inmigración judía justo cuando los expulsaban y exterminaban en Europa así como su derecho a comprar más tierras, y con la promesa de un único estado palestino en menos de diez años donde los judíos serían máximo un tercio de la población total. Hoy son la mitad, ocupan la mayor parte del territorio, y el estado palestino no se materializó, quizás porque la Liga Árabe perdió la guerra que declaró al nuevo estado judío.
  • Israel ha ganado todas las guerras, algunas fácilmente en pocos días. Siempre con la ayuda de los líderes de Occidente: Francia, Reino Unido, Estados Unidos. Su supervivencia parece depender directamente de la ayuda y protección de Occidente — hoy, de los Estados Unidos.
  • En todas las anteriores, Israel ha ocupado más territorio físico, pero ha perdido terreno en la opinión pública internacional. Ha sido siempre sancionada en la ONU y lo mismo pasa ahora; como ahora, esas sanciones se las ha pasado por encima (por decirlo elegantemente) con la venia occidental — sin ella, las sanciones serían más y peores. Ahora mismo Estados Unidos es el único país en la ONU bloqueando un pedido de alto al fuego.
  • Esta ayuda y complacencia se traduce en críticas al occidentalismo desde adentro de su cultura.
  • Por ejemplo: Arthur Balfour fue el firmante de la carta de 1917 en la que se proponía la formación de un estado judío ante el pedido del movimiento sionista; la declaración es probablemente el inicio oficial de las hostilidades entre judíos y palestinos, aunque en ella se dice explícitamente que “no debe hacerse nada que perjudique los derechos religiosos y civiles de las comunidades no judías existentes en Palestina”. Pero no es posible normar las pasiones y comportamientos humanos con leyes y declaraciones. Hace un par de días una activista pro-palestina destruyó una hermosa obra de arte, un retrato de Balfour obra de Philip Alexius de László; la pintarrajeó con aerosol y la cortó con una navaja, en un acuchillamiento transtemporal.
  • En todas las guerras se destruye el arte enemigo y se busca reescribir la historia, pero es la primera vez en la historia que un «bando» (léase «la izquierda») usa activamente esta estrategia para llamar la atención sobre todas «sus causas». No se dan cuenta los que hacen esto que esta estrategia no gana adeptos, resta.
  • Quizás los que hacen esto están más interesados en tener sus 15 minutos de fama que en defender la causa que dicen defender. “Todo es vanidad”, como dijo Salomón.
  • Pasa que ahora lo que sucede en un rinconcito del mundo puede ser noticia internacional al instante. Si alguien hubiera tumbado una estatua hace 30 años sin una cámara cerca, poca gente se hubiera enterado y apenas a los locales les hubiera importado; hace 70 años no se hubiera enterado casi nadie, y a casi nadie le hubiera importado. Antes de la televisión, todo tardaba más en llegar por radio y los periódicos, y pocas noticias daban la vuelta al mundo: sólo lo muy raro o lo trascendental. Antes de los periódicos, se derrotaba tiempo y espacio con libros gracias a la imprenta; antes de la imprenta, la expansión de ideas y noticias descansaba en viajeros, mensajeros y la oralidad. “Sin embargo, ahora —como escribió Edward Alsworth Ross en 1897 (!)— nuestros dispositivos de aniquilación espacial, al transmitir una conmoción sin pérdida de tiempo, la hacen casi simultánea. Un vasto público comparte la misma rabia, alarma, entusiasmo u horror”. El internet hace todo simultáneo y le brinda a cualquier cosa la dignidad de hecho importante. Ahora, cualquier cosa puede ser noticia y causar reacción, y cualquier cosa lo hace; parece que tenemos la piel más delgada, y muchísimo tiempo libre.
  • Esta guerra y la de Ucrania son las primeras grandes guerras en la historia que podemos seguir y ver realmente en vivo; a ver: la Guerra del Golfo se pudo ver casi en vivo, pero a través de los medios, ahora las vivimos también contadas, no sólo por los que quieren escribir la historia, sino por los soldados, y además de ambos lados.
  • Incluso hemos visto —y me sigue impactando— imágenes de líderes del «otro bando» marcadas con una «x» o un círculo cuando han sido asesinados; como si la guerra fuera un juego de Play Station.
  • A eso nos lleva la propaganda. Las guerras han buscado siempre la persuasión de la opinión pública porque si no nadie quiere lucharlas, porque ayuda a subir y bajar la moral; pero ahora se pelean más allá de las trincheras también en los medios y las redes sociales. Las guerras ahora también son culturales y de información.
  • Hoy podemos ver destrucción y asesinatos en vivo, lo que quizás normaliza el asunto. La muerte en las guerras es tan masiva que no tiene nombre ni apellido. «Insurgents» (iykyk), dicen en inglés los especialistas en aniquilación masiva y manipulación de medios, o «casualties», como si fuera algo casual. Mucho de cierto tiene la frase que le atribuyen a otro especialista, Stalin: “una sola muerte es una tragedia, un millón de muertes es estadística”. Como si la barbarie de Hamás no fuera suficiente, el gobierno israelí tuvo que inventar historias de violaciones necrofílicas, mutilación de mujeres embarazadas y decapitación de bebés para que la cosa se sienta lo suficientemente cruel como para mover a la opinión pública. Como si la barbarie de las IDF no fuera suficiente, se cuenta a los menores de 18 años como «niños», cuando en ningún cine, ningún hotel ni en ningún juego los adolescentes son tomados como «niños», que son los menores de 13 años. Un adolescente bien puede agarrar un arma y salir a matar; y esto los políticos lo saben y los persuaden. Un adolescente armado es una tragedia, pero esto a los políticos no les importa.
  • La propaganda es el arma de los intereses privados de los que quieren regular la vida pública desde sus oficinas. Lejos están los tiempos de reyes, nobles, profetas y promotores encabezando sus ejércitos.
  • La propaganda y sus discursos fanatizan, nos llevan a justificar y hacer lo injustificable, y a las peores incongruencias. Si los otros mataron mujeres indefensas, niños y bebés, «son unos animales»; si fuimos nosotros decimos que es «daño colateral». Si se hace una limpieza étnica no es tal cosa, sino un castigo por sus pecados.
  • Lo mismo si muere alguien de nuestro bando por «fuego amigo», una de las peores salvajadas de todas las guerras. El ejército de Israel mató con «fuego amigo» a sus propios ciudadanos el 7 de octubre; esto lo han contado los mismos supervivientes judíos. Incluso hubo un podcast censurado en Israel: Yasmin Porat, sobreviviente del kibutz Beri, dijo que “indudablemente” murieron judíos, por “fuego cruzado”; como ya se había esparcido la entrevista y su posterior censura, tuvieron que subirla de nuevo a las redes. En el peor de los casos, las fuerzas israelíes mataron a tres rehenes en Gaza que habían logrado escapar en una zona de combate; sostenían una pieza de ropa blanca, símbolo internacional de paz, lo que convierte su asesinato en una clara violación de las normas internacionales de guerra. No es el único asesinato a gente con banderas blancas, hay otros registrados en videos. Pero ya sabemos que en la guerra no existen reglas y que no se puede normar la conducta natural con leyes de escritorio.
  • La propaganda que lleva a la censura en todas las luchas ideológicas y guerras, lleva también a la mentira, que ahora llamamos con nombres más polite como «fake news» y «desinformación».
  • Por ejemplo: los medios que compartieron con mayúscula repulsión las noticias de decapitación de bebés, violaciones necrofílicas y mutilaciones apenas se disculparon, si es que lo hicieron, cuando salió a la luz que estas «noticias» eran inventos. Lo mismo pasó con los medios que compartieron por todo lo alto que Israel había bombardeado un hospital y había matado “por lo menos 600 personas”; cuando se descubrió que el cohete había sido disparado por Hamás, y que los muertos eran la mitad, ¿qué dijeron los medios que se apuraron en compartir la mentira? Nada.
  • El arte de la propaganda ideológica es el arte de persuadir, dañar y fanatizar; es lo que logra que un montón de gente se anote en un ejército y cometa atrocidades en nombre de supuestos intereses públicos que son en realidad personales, y que la población apruebe estas y otras atrocidades.
  • En todas las guerras se reparte el botín entre los amigos de los líderes. Los desarrollos inmobiliarios en la Franja de Gaza no son la excepción; son como los recientes en el Medio Oriente.
  • Todo se pone peor cuando Netanyahu se jacta públicamente de ser “el mayor responsable” de la inexistencia de un estado palestino; se jacta de haber mantenido divididas a Gaza y Cisjordania y sus directivas —Hamás en Gaza, la ANP en Palestina—, porque, como dice el dicho, «divide y vencerás». Su estrategia fue siempre la confrontación. Canalizó los aportes de Qatar a Hamás durante años, más de 500 millones de dólares «para reconstruir Gaza»; es decir, canalizó el financiamiento de sus enemigos y sus atentados. No sólo tenía un canal de comunicación con Hamás, sino que su cúpula sabía de antemano que se estaba gestando un atentado grande. ¿Por qué no hacer nada para frenarlo? Porque la guerra le conviene, es su justificación para mantenerse en el poder y volverlo cada vez más autoritario. Lo mismo sucede con Hamás: sus dirigentes admiten lo que resumió Saleh al-Arouri: “mi trabajo era mantener a los palestinos radicalizados, [porque si no] la mayoría aceptaría la paz en cualquier momento”. ¿Qué paz se puede esperar de esta gente, si ambos bandos juran aniquilarse los unos a los otros y buscan la muerte de su propia gente para lograrlo? ¿Qué pueblo puede sentirse seguro con estos líderes? Mientras escribo, el líder de la mayoría del Senado estadounidense pidió nuevas elecciones en Israel criticando al gobierno actual que niega toda oportunidad de un estado palestino.
  • Lo que empezó como una operación “para liberar a los rehenes” y para “destruir a Hamás” perdió la careta: miembros del gobierno israelí han dicho que “Israel debe ocupar Gaza después de la guerra”, que van a “aplanar” y “quemar Gaza”, que los países musulmanes deberían llevarse a los palestinos. Sin ninguna vergüenza se habla de “deportación voluntaria” y del “traslado temporal” de la población palestina a otro lugar “hasta que pase la guerra”: ya todos sabemos cuánto dura lo temporal y las verdaderas intenciones detrás de esto. Un militar ha dicho también que sería bueno pringarlos con epidemias... ¿Te parece esto diferente a la retórica de Hamás? Otros han dicho que ni siquiera la liberación de todos los secuestrados sería suficiente para un alto al fuego, disminuyendo las esperanzas de los familiares de los rehenes, que ya saben que al gobierno no les importa mucho si mueren: estaban esperando esta chance. La propaganda permite que la gente no preste atención a esto.
  • La propaganda es lo que mueve la opinión pública, y la opinión pública mueve las políticas y la dirección del dinero. En esto se parece esta a todas las guerras.
  • Hemos visto en esta guerra a la propaganda en su mayor esplendor: traducciones mal hechas para tergiversar los hechos, imágenes alteradas, soldados mostrados como salvadores, secuestradores mostrados como buenos tipos, noticias falsas por doquier, cancel culture y a un lobby sionista en Estados Unidos (AIPAC) salir a la luz y amenazar a congresistas norteamericanos con consecuencias por no apoyarlos, y celebrar la victoria de los congresistas que apoyan —que cubren todo el espectro, desde Nancy Pelosi hasta Mitch McConnell—. Y hemos visto a todos estos políticos apoyando la causa israelí sin ninguna vergüenza y, por lo visto, sin ninguna libertad para dar sus propias opiniones: responden a lobbies, a sus donantes, a sus dueños. Es curioso que en la democracia norteamericana, que se cree la mejor y la protectora del mundo, la corrupción sea legal; y que sus representantes no tengan voluntad propia. No es su culpa, pasa en casi todas las democracias. Donde haya un botín muy grande y mucho poder a disposición, siempre habrá mucha corrupción.
Un tour por el twitter de AIPAC es eye-opening
  • Pero no sólo ellos son esclavos de la propaganda, también nosotros; a ellos por lo menos se les paga por opinar. A nosotros la propaganda nos arrastra a la opinología y a seguir a ciegas lo que diga nuestro bando. Si no, ¿cómo explicamos a esos liberales de derecha que apoyan la dictadura de Putin, que no permite liberalidad? ¿O el apoyo de norteamericanos a los hutíes de Yemen, cuando su lema dice “muerte a los Estados Unidos”? ¿O el apoyo de grupos lgbtqi+ y estrellas porno a los ataques de Hamás, un grupo que los apedrearía hasta la muerte si vivieran en la Franja de Gaza? Las banderas gays aparecen en las marchas pro-palestina porque alguien de la izquierda dijo que el gobierno de Israel es parte de la derecha, y «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», aunque me prefiera muerto.
  • Por lo menos Mia Khalifa, a quien despidieron de Playboy por su tuit en el que justificaba el actuar palestino el mismísimo 7 de octubre, es libanesa, y su familia cristiana tuvo que huir de los ataques israelíes y conoce de cerca la situación en Palestina. Pero ¿los que nunca han pisado Canaán? Por lo menos las hermanas Hadid son hijas de un palestino, Sacha Baron Cohen hijo de una israelí, y Natalie Portman y Gal Gadot nacieron en Israel; es entendible y quizá obligatorio que se pronuncien. Pero, ¿Justin Bieber? ¿Por qué tenía que compartir un story con la frase «praying for Israel», que encima estaba superpuesta sobre la imagen de un bombardeo en Gaza? 🤦. Opinamos sobre cualquier cosa sin informarnos bien, y esto tiene consecuencias.
  • No sólo podemos quedar como estúpidos, como Justin (que probablemente no lo hizo él, sino su equipo de comunicación), sino que podemos perder nuestro trabajo o nuestra libertad. Khalifa no fue la única despedida: en Europa y Estados Unidos, donde la vida es muy online y la guerra cultural muy fuerte, se despidieron y se suspendieron profesores, estudiantes, trabajadores de empresas de tecnología (empresas en las que AIPAC tiene bastante poder), de bancos, de clínicas y hasta jugadores de fútbol (casos sonados en Francia y Alemania). Al artista Ai Weiwei, que huyó de China porque no era libre de expresarse, le cancelaron varias exposiciones en «el mundo libre» por mostrarse pro-palestino. No se salvó ni uno de los hombres más ricos del mundo: Elon Musk —el más vocal de los billonarios— tuvo que hacer una gira por Israel de la manito de Netanyahu porque las grandes empresas retiraron sus publicidades de Twitter luego de que apoyó un comentario antisemita en su red social. Puede que Musk esté jugando a ser conspiracionista —la propaganda no respeta nivel de educación, riqueza, edad ni color de piel; o la propaganda se usa para ganar poder—, pero ¿qué tan libre es «el mundo libre» de Occidente si ni siquiera uno de los tipos más ricos del mundo puede decir lo que piensa (o lo que creemos que piensa)? “Si la libertad significa algo —dijo George Orwell— es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere escuchar”. Pero para ser libre la plata no puede ser ni un problema ni una obsesión. Por lo menos los susodichos sólo perdieron plata, no como ese jugador de fútbol en Turquía que fue preso por dedicar un gol a los rehenes judíos.
  • Orwell supo advertir sobre la maquinaria de la propaganda y de la censura, sobre todo la soviética, sobre todo en tiempos de guerra, y sobre la autocensura que nos imponemos por miedo a quedar mal. John Stuart Mill ya había advertido antes sobre el peligro de la tiranía social cuando empezaron a prosperar las democracias liberales en detrimento de las tiranías y autocracias. La libertad de expresión es un tesoro difícil de manejar y de cuidar.
  • El nacionalismo sionista se convirtió en especialista en este tipo de autoritarismo social. Cualquier cosa que digás en contra del estado de Israel es automáticamente tildada de «antisemita». Ni el Secretario General de la ONU se salva cuando pide un alto al fuego porque los líderes judíos lo tildan de antisemita. No hay espacio para el razonamiento y el análisis crítico, sólo para la emoción y el autoritarismo. En nada se diferencian del régimen musulmán y nacionalista de Turquía, con el que son enemigos y al que llaman antisemita. Ambos gobiernos son cada vez menos democráticos y más teocráticos —eliminando la libertad religiosa de a poco en dos países que se fundaron con movimientos seculares—; Erdogan lleva 21 años en el poder, Netanyahu lleva 17: tres años entre 1996 y 1999, y el saldo desde 2009, interrumpido apenas durante 18 meses. ¿Te parece esto un signo de democracia?
  • Hamás lleva 13 años y desde que asumió no volvió a realizar ninguna elección. Putin lleva 20 años oficiales y apunta a superar los 29 de Stalin. Donde sea que haya un mismo presidente durante mucho tiempo, o una misma coalición, aunque se celebren «elecciones», no hay democracia — y se tiende a suprimir la libertad de opinión.
  • Los alemanes, que cargan con una culpa pesadísima pero que increíblemente han logrado integrarla con su complejo de superioridad —después de lo que hicieron todavía se dan el lujo de decirle a los no alemanes que algo «no se hace»—, son los más propensos a caer en este miedo a ser tildados de antisemitas. Así como no se puede hacer el saludo nazi sin sufrir un castigo, prohibieron frases y protestas pro-palestinas. Incluso suspendieron la entrega de dos premios literarios distintos, uno a una autora palestina y el otro a una autora rusa de origen judío, que habían escrito, por separado, sobre abusos del Estado de Israel.
  • Uno de los premios se llama «Hannah Arendt», judía perseguida por los nazis y gran defensora de la libertad que no dudó en escribir, junto con Einstein y otros casi 30 judíos residentes en Estados Unidos, una carta contra la visita de Menájem Beguín, jefe del grupo paramilitar Irgún que durante la guerra de independencia de Israel masacró pueblos enteros palestinos. Cuando se creó el nuevo Estado, convirtió su milicia en partido político —llamado, valga la ironía, Libertad— y buscó la presidencia y se fue de gira. Lo logró casi 30 años después (no es el único ex-terrorista que ha sido luego presidente). Lo más irónico es que le dieron el Nobel de la Paz por firmar los acuerdos de paz con Egipto. En Occidente todo es posible...
  • Los tiempos cambian, la gente cambia, la opinión pública cambia. En el Berlinale, hace pocos días, los alemanes «permitieron» la premiación de un documental dirigido por palestinos y judíos llamado No Other Land. Ya te imaginarás de qué trata. El co-director israelí Yuval Abraham aprovechó la ocasión para criticar a su gobierno y contar que su co-director palestino, Basel Adra —quien ha tenido su serie de problemas legales y físicos con las IDF—, aunque vivía a 30 minutos de él, no gozaba de los mismos derechos: no puede votar, no puede moverse por donde quiera y vive bajo ocupación militar en Cisjordania. Llamó a la situación, sin pelos en la lengua, “apartheid”, porque poco se diferencia de la segregación racial que hubo en Sudáfrica y Estados Unidos. Adra pidió al gobierno alemán: “respeten los pedidos de la ONU y dejen de enviar armas a Israel”. Varios políticos en Alemania e Israel, lógicamente, los criticaron y los tildaron de antisemitas... Pero el público aplaudió y vitoreó a los directores, incluyendo la ministra de Cultura alemana, quien, «para quedar bien», salió a decir que ella sólo aplaudió por el director israelí, no por el palestino. ¯\_(ツ)_/¯. El chiste, el absurdismo y el racismo se cuentan solos.
  • Por esta «obligación» de tomar un bando hemos visto una batalla legal en Estados Unidos entre el Congreso y las universidades de la Ivy League, cuyos directores —a cual menos capacitados, y una muestra de por qué la educación en Estados Unidos está como está— tuvieron que explicar por qué no habían prohibido protestas pro-palestinas, o sea, antisemitas. No es la primera vez que pasa que se quiere regular lo que dicen alumnos y profesores. Traigo a colación de nuevo a Ross, cuyos dichos en 1900 sobre los inmigrantes asiáticos dieron pie a un escándalo que inició la defensa del tenure y el debate sobre la libre expresión en los campus.
  • Los ánimos en las potencias occidentales están tan caldeados que hasta las marcas y las corporaciones se vieron forzadas a opinar. Esta es la primera vez que vemos proxy wars corporativas, con marcas y empresas enfrentándose ideológicamente. Incluso McDonald's vio cómo sus sucursales en Turquía e Israel se hacían la guerra entre ellas mismas: las unas donando un millón de dólares a las fuerzas palestinas, las otras dando comida gratis a sus soldados. Así hemos visto a medios con presencia en Oriente y Occidente, como Al-Jazeera, informando con enfoques diferentes la misma cosa según la audiencia.
  • Y en la escena internacional, McDonald's, como Starbucks, Coca-Cola, Nestle y otras, se vio boicoteada por su «apoyo» a la causa israelí. La propaganda y la opinología arrastran a todos, hasta a los que no tienen nada que ver.
  • Este proxy war, esta information war, esta culture war tiene también entre sus guerreros a los nuevos especialistas en todología: las celebridades. Son demasiadas como para mencionarlas aquí, pero son los nuevos líderes de la opinión pública; ya nadie confía en los políticos ni los «expertos» (si alguna vez lo hicieron). Lamentablemente, como ellos, las celebridades también opinan siguiendo sus propios intereses, que puede que no sean de negocios pero siguen siendo marcados por sus narrativas e ideologías. Porque las estrellas no están muy lejos de nosotros, y algunos creen que mueven nuestro destino. Tanta es la astrología que un activista dijo que Taylor Swift podría terminar la guerra con un solo post en Instagram.
  • Me pregunto si a los que tenemos facilidad para opinar sin investigar y sin importar los hechos, siguiendo sólo la línea de nuestra tribu o nuestros delirios, si realmente nos importa lo que está pasando o si nos importa «mandarnos la parte», sentirnos parte, que nos vean opinando, pero no el problema en sí. Una pregunta más importante es si a los demás realmente les importa lo que opinamos, o si es nuestro ego el que nos hace creer eso. Omnia vanitas. El problema es que podemos decir cualquier cosa sin tener nada que perder... y sin saber el favor que hacemos a intereses ajenos en la opinión pública.
  • Ya dijimos que quien controla la narrativa, la opinión pública, controla la política, el flujo del dinero y hasta la geografía.
  • Por ejemplo: primero la opinión pública miraba mal a los judíos, y se permitió su persecución. Luego la opinión pública cambió, impulsada por la migración de judíos desde Rusia y Europa del Este, donde se sabía que los estaban persiguiendo y matando, y llegó el sionismo que fue bien visto. La creación de un estado judío se volvió inevitable después de la Segunda Guerra Mundial: nadie podía discutir que este pueblo sin patria necesitaba un lugar donde vivir y sentirse seguro. Por eso la mayoría de la gente mayor apoya casi ciegamente el actuar de su gobierno; pero los jóvenes no. Ven el Holocausto como una cosa lejana, algo que les ha sido contado; en cambio los abusos en Palestina los ven en vivo en sus celulares todos los días. Guste o no, los jóvenes de las potencias occidentales son en su mayoría progresistas, y son los políticos de la próxima generación, los que van a dictar las nuevas reglas. Probablemente AIPAC los apoye 🤑 y los convenza; al fin y al cabo han logrado que un gobierno de USA que algunos tienen la ingenuidad de llamar de izquierda prohiba a sus secretarios de prensa usar la palabra «Palestina». Pero no veo tan fácil que estos jóvenes sigan la movida de ese cluster de congresistas evangelistas que creen que una gran guerra en Israel es necesaria para una segunda venida de Cristo — aunque 28% del electorado es evangelista y el 40% cree en el fin de los tiempos. La generación siguiente de políticos está igualmente loca, pero no cree en estas locuras, y puede switch allegiances con facilidad. Y entonces la existencia de Israel se ve amenazada.
  • La propaganda ya ha logrado robarle un eslogan al Estado de Israel: ellos inventaron lo de «from the river to the sea» para justificar su discurso de que «los palestinos no son un pueblo», «no existe tal cosa como un palestino», que simplemente eso era la denominación previa de la zona que ellos «merecen» habitar porque Dios se los prometió.
  • Y sobre ese discurso, que digamos que es válido por continuar el juego: Dios hizo la promesa a Abraham, y tanto judíos como árabes descienden de Abraham. Por lo tanto, tenemos dos descendientes peleándose por la herencia, una cosa poco divina y muy humana, demasiado humana. Judíos y árabes se pelean por ser los descendientes del hijo legítimo que Abraham estuvo a punto de sacrificar para demostrarle lealtad a Dios. Digamos que esto pasó, que esto es lo que quiere el Dios del Amor y la Paz, y que Dios tiene «un pueblo adulado» destinado —como es amoroso— a dominar a los otros y “apoderarse de las ciudades de sus enemigos” (Génesis 22:16-18). En la actual pelea por la herencia, «desde el río hasta el mar» —un canto que llama a la destrucción del otro— es ahora un canto palestino. Y se canta a gritos en las protestas pro-palestinas alrededor del mundo.
  • Como en las últimas operaciones de represalia israelíes, se había visto protestas alrededor del mundo en favor de la causa palestina; pero esta vez han sido multitudinarias en todas partes, en todas las capitales de Occidente y hasta en pueblitos que uno pensaría que no tienen nada que ver con la política mundial. En los inicios de la guerra empecé a anotar y contar todos los lugares para incluirlos aquí, pero son tantos que no tiene sentido hacer una lista. Ha habido marchas pro ambos bandos, pero las del «bando» palestino han sido abrumadoramente mayores. Más grandes, más bulliciosas, más violentas. En estas marchas se ha gritado y pedido de todo excepto paz.
  • Lo peor ha sido ver al antisemitismo saliendo del closet de forma descarada. Símbolos nazis han manchado casi todas las protestas pro-palestinas: ya sea para comparar a los sionistas con los nazis, o para llamar a la exterminación de los judíos. En los primeros días de la guerra incluso vimos un pogromo en Rusia, donde cientos de personas tomaron el aeropuerto de Daguestán ante la noticia de que llegaba un avión con judíos, y luego de revisar aviones salieron por la ciudad a revisar hoteles. Las imágenes de la turba son escalofriantes. Hemos visto marchas nazis en algunas ciudades de Estados Unidos y en Alemania, donde está prohibido. Hemos visto a cientos de fascistas reunirse en Roma en las afueras del antiguo cuartel general del partido de Mussolini y hacer el famoso saludito del brazo extendido. Hemos visto protestas en una feria de joyería en Venecia por la presencia de un solo expositor judío, y hasta prohibición gubernamental en Chile de la presencia de israelitas en una feria de aeronáutica. Hemos visto «activistas» escupiendo posters con las caras de los secuestrados. Hemos visto negocios en Estados Unidos y Europa con letreros de «no se aceptan judíos», y banners en Teherán mostrando una pila de muertos judíos sirviendo de hoguera para quemar una menorah. Cuando hubo protestas en las que estaban familiares de muertos y secuestrados, hemos visto gente aparecerse con banderas que tenían caricaturas de los terroristas llegando en parapente al festival de música que termino siendo un festival de la muerte. Como escribió Umberto Eco: “La cosa resulta ya tan normal que lo que parece anormal es considerarla anormal”.
  • Esta normalidad y este apoyo multitudinario a la causa palestina en Occidente es el mayor problema para Israel. En el territorio en disputa viven 7 millones de israelitas y la misma cantidad de palestinos; afuera viven otros 7 millones de cada uno, los unos en el exilio, los otros ya no en el exilio. Pero en los países vecinos de Israel viven 150 millones de musulmanes. Si ampliamos el rango un poquito: mil millones. El Islam está a punto de convertirse en la religión más grande del mundo, con 1500 millones de fieles. Cuando estalló este conflicto no se pensaba en la independencia palestina porque los países árabes soñaban con reconstruir una gran nación árabe en la que Palestina estaba incluida, pero Israel ganó una guerra que mató el panarabismo. Antes de eso, con los británicos al mando, la idea de una nación palestina y una judía era algo secular, era un nacionalismo para satisfacer a dos pueblos locales que no eran dueños de su propia patria. Pero en el momento en que Israel convirtió esto en una guerra religiosa, la causa palestina dejó de ser sólo palestina y se convirtió en una causa musulmana. Y las acciones del estado de Israel sólo enfurecen más a los musulmanes ¿Has visto a alguien alguna vez perdonar una ofensa religiosa? Los antisemitas hasta el día de hoy culpan a los judíos por la muerte de Cristo, y ya sabemos lo que hacen los musulmanes con los «infieles».
  • Y ya sabemos que el judaísmo es una élite a la que apenas se puede ingresar por nacimiento, pero el islam es una religión proselitista que nació con un líder militar; tiene cada día más fieles y más ejércitos. Este es el mayor problema para Israel, cuya existencia depende directamente del apoyo de Occidente, que tiene jóvenes que no apoyan su causa, que tiene viviendo dentro suyo a 40 millones de musulmanes en Europa y a 4 millones en Estados Unidos. En esto se diferencia esta guerra de las anteriores, pero esto merece un capítulo aparte.
  • Como guerra religiosa y nacionalista, se parece a todas las guerras.
  • Religiosas: recordemos las conquista judía de Canaán, la persecución de los cristianos en el Imperio Romano (impulsada por los judíos), las persecuciones hechas por los cristianos en el Imperio Romano (dura con los judíos), las Cruzadas católicas, la expansión musulmana, la Inquisición española expandida a América, la Guerra de los Treinta Años entre católicos y protestantes (que se llevó al 25% de la población europea), las guerras de religión en Francia, y en Irlanda del Norte, la India, el Líbano, y la Rebelión Taiping en China. No es difícil imaginarse lo que puede ser una nueva guerra que empiece por fanatismo religioso.
  • También es importante recordar que la Segunda Guerra Mundial y la reciente guerra en Ucrania empezaron con la retórica de «este territorio me pertenece porque aquí vivió mi pueblo hace cientos o miles de años».
  • Y que los genocidios étnicos nacidos del nacionalismo también son parte de la naturaleza y la historia humana: los han perpetrado judíos, árabes, alemanes, turcos, pakistaníes, hutus, rusos, chinos... La opinión pública y los gobiernos se las agarran con una región o una etnia para tomar sus terrenos y bienes desde hace milenios.
  • Y por si pensamos que ya no hay guerras civiles nacionalistas, acordémonos de los Balcanes, Yugoslavia, el Sahara Occidental, Sudán del Sur, Chechenia, y el Líbano y Siria cerquita de esta Tierra Santa; y los atentados de IRA en Irlanda y los de ETA en España.
  • Hay nacionalismos de naciones y el nacionalismo que describió Orwell, “a falta de una mejor palabra”. Ese fanatismo con ideologías que nos impide ver más allá de lo que dice nuestra tribu, que nos hace movernos en echo chambers, que nos hace ignorar hechos e inventarnos nuestros propios hechos, que nos lleva a ver como enemigo a cualquiera que no piense como nosotros: «o con nosotros o contra nosotros». Nos volvemos fanáticos y religiosos con ideologías políticas, rendimos nuestra voluntad a la de nuestro «bando», y de ahí sólo hay un paso a cometer y aceptar cualquier tipo de locuras. Empieza de a poquito, con un señor de 71 años en Chicago apuñalando a una madre y un niño palestinos que le alquilaban su casa, matando al menor de 6 años con 26 puñaladas; con tres estudiantes palestinos de 20 años asesinados en Vermont; con un judío muerto en California en un enfrentamiento entre protestas pro-Israel y pro-Palestina. El fanático, como el adicto, no razona, piensa que actúa en pro de una causa mayor, y que el fin justifica los medios. Y ya nada es local, y todo es personal. De a poco la locura se esparce y sin darnos cuenta podemos terminar con una guerra Occidente versus Islam.
  • Escribía Alexandre Deleyre, en 1751: “El imperio que el entusiasmo de una sola persona ejerce sobre la multitud que la ve o la escucha, el calor que los espíritus reunidos se comunican entre sí, todos estos movimientos tumultuosos, aumentados por la agitación de cada individuo, causan en poco tiempo un vértigo general. Basta que un pueblo sea encantado por unos cuantos impostores, la seducción multiplicará los prodigios, y todo el mundo se perderá para siempre... la espada desenvainada entre hijo y padre, usurpadores, tiranos, verdugos, parricidas y sacrílegos, violando todas las convenciones divinas y humanas con un espíritu religioso: esta es la historia del fanatismo y de sus hazañas”. Continuó su tarea Voltaire, diciendo: “Casi siempre son los sinvergüenzas los que dirigen a los fanáticos, y los que les ponen el puñal en la mano; se parecen a aquel Viejo de la Montaña que, según se dice, hizo probar a los imbéciles las alegrías del paraíso, y que les prometió una eternidad de esos placeres de los que les había dado un anticipo, con la condición de que asesinaran a todos los que él nombrara... Una vez que el fanatismo ha gangrenado un cerebro, la enfermedad es casi incurable”. Así vemos que pasa desde siempre, desde las trincheras hasta las secciones de comentarios en las redes sociales.

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Continuará en la parte 5: el riesgo de esta guerra para el mundo occidental

Complementar con:

Deleyre, Voltaire y el fanatismo
Fanatismo es el efecto de una falsa conciencia que somete la religión a los caprichos de la imaginación y a los desvaríos de las pasiones. Basta que un pueblo sea encantado por unos cuantos impostores, la seducción multiplicará los prodigios, y todo el mundo se perderá para siempre.
Voltaire sobre el fanatismo
El fanatismo es a la superstición lo que el delirio es a la fiebre, lo que la rabia es a la ira. El fanatismo es una enfermedad epidémica de la mente que se contrae como la viruela. Una vez ha gangrenado un cerebro, es casi incurable No hay otro remedio que el espíritu filosófico.
Albert Einstein sobre el sionismo y Palestina
Hace dos mil años que la única propiedad del pueblo judío es su pasado. Este pueblo disperso por el mundo estaba unido por un solo lazo: su tradición. Todo ha cambiado ahora. Pero la construcción de Palestina debe ser defendida de la enfermedad fatal de nuestro tiempo: el nacionalismo.
Umberto Eco: Las contradicciones del antisemita
Se pide un manifiesto sobre la tragedia que está ocurriendo en Palestina. Una columna no es el lugar adecuado para tratar el milenario problema del antisemitismo, de sus reapariciones ocasionales y de sus distintas raíces; pero me gustaría hacer una aclaración y hablar de sus contradicciones.
George Orwell sobre la libertad de prensa
Cuando en estos momentos se pide libertad de expresión, de hecho no se pide auténtica libertad... Pero libertad, como dice Rosa Luxemburg, es «libertad para los demás». Idéntico principio que las palabras de Voltaire: «Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo».
George Orwell: Notas sobre el Nacionalismo
En tiempos como los que estamos viviendo, los extremismos en todas sus formas resurgen con fuerza. En este ensayo, George Orwell establece una definición del nacionalismo que va más allá del lugar geográfico, como un estado de rigidez mental en el que no tiene cabida ni el debate ni la reflexión.
Edward Alsworth Ross: la turba y la tecnología
Nuestros dispositivos de aniquilación espacial, al transmitir una conmoción sin pérdida de tiempo, la hacen casi simultánea. Un gran público comparte la misma rabia, alarma, entusiasmo, horror. Mientras cada parte de la masa se familiariza con el sentir de los otros, el sentimiento se generaliza.