Voltaire: críticas e ironías, ilustración y revolución (por enciclopedias)

Cómo la ilustración y el conocimiento, y la crítica feroz—o «saludable», como diría Voltaire—al sistema, a las monarquías, a la Iglesia y al poder abusivo, lograron cambiar el mundo. En menos de 200 años pasamos de vivir bajo el yugo de monarcas absolutistas a tener elecciones. Una revolución.

Voltaire: críticas e ironías, ilustración y revolución (por enciclopedias)
Pierre-Antoine Demachy, Vista del Panteón, 1792.
Contexto Condensado

Segundo round de las elecciones en Francia: ganó Macron con la abstención más alta en 5 décadas—casi 30%—y la promesa de dar respuesta a la “ira que llevó a votar por Le Pen” al 40% de los que fueron a las urnas—un 30% del padrón.

Las elecciones, ya sabemos, existen en el mundo democrático/occidental gracias, en parte, a lo idealizado en la Revolución Francesa. Es una locura pensar que “solo” con ilustración y esparcimiento del conocimiento, y con una crítica feroz—o “saludable”, como diría Voltaire—al sistema, a las monarquías, a la Iglesia y al poder abusivo, se haya logrado cambiar el mundo. En menos de 200 años pasamos de vivir bajo el yugo de monarcas absolutistas a tener elecciones. Una revolución.

En el primer round de los comicios franceses, leímos a Montesquieu tirando reflexiones atemporales y hablamos de que las ideas que lanzó en El Espíritu de las Leyes influenciaron la Revolución, y terminaron siendo parte de cada nueva constitución en el mundo occidental/libre.

Siendo una de las cabezas de la Ilustración, movimiento cultural que preparó el terreno ideológico de la Révolution que marcó el cambio de época, se quiso mudar los restos de Montesquieu al Panteón de París, edificio dedicado, según se lee en la fachada, “a los grandes hombres” de la patria. Pero el cementerio y la iglesia de Saint-Sulpice de París, donde fue sepultado, fueron saqueados y profanados durante el año que duró el Terror y el descontrol de la Primera República Francesa. Cuando fui a San Sulpicio a preguntar por Montesquieu, nadie del personal—gente amabilísima y muy gentil—parecía conocer esta historia, ni parecía saber siquiera que Montesquieu fue velado y sepultado allí. Es más, ante la pregunta por el señor de la Bréde, casi que respondían “¿quién?” Más famosos son, en París, los ilustrados Voltaire, Rousseau y Diderot (el único ilustrado en asistir al velorio mencionado). Ellos también sembraron el cambio con sus críticas y reflexiones agitadoras, prohibidas y censuradas por monarquías e iglesias. En América, según contaba Teresa de la Parra en una conferencia de 1930:
“Mientras la Semana Santa, las imágenes benditas, el rosario y la misa seguían, pues, ocupando sus mismos puestos, sin concilios, teología, ni latín. Las criollas resolvieron por su cuenta arduos problemas de casuística y se hicieron en muy poco tiempo su credo personal. En él entraba, como Pedro por su casa, la protección y divulgación de las obras de Montesquieu, Voltaire, Rousseau y demás enciclopedistas franceses. Era en parte una manera de provocar a los chapetones insolentes que las prohibían y de burlar sus pesquisas: eso bastaba. Pasarse en secreto los libros prohibidos era un sport. Leerlos era una delicia, no por lo que dijeran, sino porque los prohibía una autoridad que no penetraba en la conciencia. A fin de cuentas era el contagio inevitable y virulento de la Revolución Francesa que transmitía la misma España y que respondía en América a cambios y reformas urgentes a la dignidad criolla.”
La literatura criolla de doña Teresa es una delicia, y jugando este sport de traficar libros prohibidos se formaron las ideas de la independencia latinoamericana, pero vuelvo al Panteón. Ingreso y veo de frente, al pie de dos de las cuatro columnas que sostienen la bóveda central, dos grandes monumentos: A la gloria de los generales de la Revolución Francesa y A los oradores y publicistas de la Restauración, porque así como no hay revolución sin líderes, no la hay sin propaganda y discursos. En las otras dos columnas, de frente a lo que debió haber sido el altar de una iglesia, están los altares a A Jean-Jacques Rousseau y A Denis Diderot. Al pie de este último, se reza: “La Enciclopedia preparó la idea de la Revolución”.
La Enciclopedia “de Diderot y d'Alembert”, editada entre 1751 y 1772, oficialmente la Enciclopedia, o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, es la primera enciclopedia francesa y uno de los mejores compendios de conocimiento de la historia. Con fondo crítico y filosófico, tiene más de 72 mil artículos escritos por más de 140 colaboradores, entre ellos, además de Diderot, por supuesto, Montesquieu, Rousseau y Voltaire.

Este último, en 1770, decidió publicar una especie de anexo, un Suplemento a esta Enciclopedia de la que formó parte y de la que escribió que es “un monumento que honra a Francia”. Pulió lo escrito, agregó muchísimas más entradas e incluyó lo dejado fuera por su sarcasmo, sátira, ironías y críticas mordaces—“saludables”, diría Voltaire—, propias de una mordida de víbora venenosa. Así nació su libro llamado Preguntas Sobre la Enciclopedia, por los Aficionados, su mejor trabajo como historiador y enciclopedista, que luego de su muerte fue mezclado con otras de sus obras en lo que se conoce ahora como su Diccionario Filosófico.

Ahí, en el artículo Incesto, cita y critica a Montesquieu, porque “cita demasiadas veces al azar” y, como dice en otro lugar, se preocupaba más por derrochar estilo que por buscar y comunicar la verdad. Luego, en su entrada sobre Pedro el Grande y Rousseau, cita y le da duro—qué digo duro, ¡durísimo! al “poco sociable Rousseau”, a quien no se cansó de darle toda la vida, derrochando léxico e ingenio en el camino. Pensá que Voltaire era como esos amigos a los que no podés ganarle una discusión con la boca—imaginate tenerlo de enemigo.

Pero el destino es más irónico y sarcástico que Voltaire. Primero, dice Borges, “sin proponérselo, preparó la Revolución Francesa, de la que habría abominado”. Luego los líderes de esta revolución decidieron darles el honor, a él y a Rousseau, de ser los dos hombres más importantes de la cripta del Panteón: son los únicos dos con una tumba especial en la entrada, y aunque enemigos en vida, muertos yacen frente a frente. Te juro que, parado ahí, todavía se pueden escuchar sus discusiones.
En ambos artículos mencionados arriba, Voltaire cuestiona el trabajo de historiadores y menciona la península eternamente anexada: Crimea—que según Montesquieu era lo único que se conocía de Moscovia en Europa hasta que, como dice Voltaire, Moscú conquistó zonas de las que Europa no conocía ni el nombre. Por eso, estas dos entradas del Diccionario Filosófico son parte del anexo a nuestra serie sobre Ucrania.

Lo que se lee líneas abajo es una traducción retocada por mí, porque la que existe en internet—anónima—, suaviza o censura ataques, traduce mal algunas frases, elimina otras y hasta párrafos completos. Me basé en la edición original de las Preguntas en francés y me ayudé con la traducción de William F. Fleming al inglés, con el parecido entre idiomas latinos, y con Google Translator. Lo que hubiera podido hacer Voltaire de haber tenido acceso a una computadora e internet, no podemos ni imaginarlo.

Autor: Voltaire

Libro: Preguntas Sobre la Enciclopedia / Diccionario Filosófico (1770 - 1772)


Incesto

“Los Tártaros”, dice El Espíritu de las Leyes, “que pueden casarse con sus hijas, jamás se casan con sus madres”.

No sabemos de qué tártaros habla el autor, que cita demasiadas veces al azar. En la actualidad no conocemos ningún pueblo, desde Crimea hasta las fronteras de China, que tenga por costumbre casarse con sus hijas. Y si le era permitido a la hija casarse con el padre, no vemos por qué se debe prohibir al hijo casarse con su madre.

Montesquieu cita a un autor llamado Priscus. Se llamaba Priscus Panetes. Era un sofista que vivía en los tiempos de Atila, y que dice que Atila se casó con su hija Esca siguiendo la costumbre de los escitas. Este Priscus no ha sido impreso nunca, se pudre en manuscrito en la biblioteca del Vaticano, y solo lo menciona Jornandes [historiador del siglo 6]. No es conveniente establecer la legislación de los pueblos basándola en semejantes autoridades. Nunca hemos conocido a esta tal Esca, nunca supimos de su matrimonio con su padre Atila.

Confieso que la ley que prohíbe esa clase de matrimonios es una ley decorosa, y por eso jamás he creído que los persas se casaran con sus hijas. En tiempos de los césares, algunos romanos los acusaron de esto para hacerlos ver odiosos. Puede que algún príncipe de Persia cometiera un incesto, y que imputaran a la nación entera la depravación de uno solo. El caso da para decir “quidquid delirant reges, plectuntur achivi” [frase de Horacio: “cuando los reyes deliran, paga la gente”].

Quiero creer que se permitía a los antiguos persas casarse con sus hermanas, así como a los atenienses, egipcios, sirios e incluso judíos. De esto se pudo haber llegado a la conclusión de que era común casarse con su padre y con su madre. Pero lo cierto es que el matrimonio entre primos está prohibido actualmente entre los guebros [persas], y se dice que estos conservan la doctrina de sus padres tan escrupulosamente como los judíos. Mirá lo que dice Tavernier, si confiás en los reportes de Tavernier [escritor francés, comerciante con India y Persia].

Me dirás que el mundo está lleno de contradicciones, que la ley judía prohibía casarse con dos hermanas por estimarse muy indecente, y que sin embargo Jacob se casó con Raquel mientras vivía la hermana mayor de esta, y que esta Raquel es un símbolo de la Iglesia católica, apostólica y romana. Tenés razón, pero eso no impide que un tipo cualquiera en Europa que se acueste con dos hermanas sea seriamente censurado. En cambio, los príncipes poderosos y dignos pueden tomar a las hermanas de sus mujeres por el bien de sus estados, e incluso sus propias hermanas de padre y madre si lo creen conveniente. Todavía es mucho peor acostarte con tu comadre o tu madrina, un crimen imperdonable en las Capitulares de Carlomagno, que lo llamaban incesto espiritual.

Una Audovera llamada reina de Francia, porque fue la mujer de Chilperico rey de Soissons, fue vilipendiada por la justicia eclesiástica, censurada, degradada y divorciada, por haber sostenido a su hijo en la pila bautismal, por lo que se convirtió automáticamente en comadre de su propio marido. Esto fue un pecado mortal, un sacrilegio, un incesto espiritual; con ello perdió su cama matrimonial y su corona.

Respecto al incesto carnal, leé al abogado Vouglans, parte 8, título 3, capítulo 9: opina con absolutismo que hay que quemar al primo y la prima que hayan tenido un momento de debilidad. El abogado Vouglans es riguroso. ¡Qué celta terrible!


Pedro el Grande y Jean Jacques Rousseau

Sección 1

“El zar Pedro no estaba dotado de verdadero genio, aquel que crea y lo hace todo de la nada. Algunas cosas que hizo estaban bien, pero muchas otras estaban fuera de tiempo. Vio que su pueblo era bárbaro, pero no vio que no estaban maduros para ser pulidos; quiso civilizarlo cuando solo se necesitaba endurecerlo. Quiso, hacer inmediatamente alemanes e ingleses, cuando debería haber empezado por hacer rusos; evitó que sus súbditos se convirtieran en lo que podrían ser, persuadiéndolos de que eran lo que no son. De la misma forma que un tutor francés educa a su discípulo para que brille por un momento en la infancia, y para que luego nunca sea nada. El imperio de Rusia querrá subyugar Europa y el subyugado será él. Los tártaros, súbditos o vecinos suyos, se convertirán en sus amos y los nuestros; esta revolución me parece infalible: todos los reyes de Europa están trabajando juntos para acelerarla.”

Estas palabras están tomadas de un folleto titulado El contrato Social, o insocial, del poco sociable Jean-Jacques Rousseau. No debe sorprendernos que, habiendo obrado milagros en Venecia, hiciera profecías sobre Moscú; pero como sabe bien que el buen tiempo de los milagros y profecías ya pasó, debe creer que su vaticinio contra Rusia no es tan infalible como le pareció en su primer arrebato. Resulta dulce anunciar la caída de grandes imperios, nos consuela de nuestra pequeñez. Será una gran victoria para la filosofía cuando veamos a los tártaros de Nogái, que creo que pueden juntar máximo doce mil hombres en el campo, venir a subyugar a Rusia, Alemania, Italia y Francia. Aunque estoy seguro que el emperador de China no lo tolerará; ya ha accedido a la paz perpetua, y como ya no tiene jesuitas en su casa, no molestará a Europa. Jean-Jacques, que tiene, como él mismo se cree, un verdadero genio, descubre que Pedro el Grande no lo tenía.

Un señor ruso, hombre de gran ingenio, que a veces se divierte leyendo panfletos, recordó, mientras leía éste, algunos versos de Molière, y los citó muy apropiadamente:

“Les parece a tres sinvergüenzas, en sus pequeños cerebros,
Que por haber sido impresos y encuadernados,
Se convierten en personajes importantes del Estado,
Que con su pluma deciden el destino de coronas.”

Los rusos, dice Jean-Jacques, no fueron nunca pulidos. Yo he visto al menos algunos muy educados, con una mente justa, fina, agradable, cultivada y hasta consecuente, que Jean Jacques encontrará muy extraordinarios. Como es muy cortés, no dejará de decir que se habrán formado en la corte de la emperatriz Catalina, que su ejemplo los ha influido, pero que esto no le impide tener razón, y que pronto este imperio será destruido.

Este buen hombrecito nos asegura, en una de sus modestas obras, que se le debería erigir una estatua. Probablemente no será en Moscú ni en San Petersburgo donde alguien se apresure a esculpir a Jean-Jacques.

Quisiera, en general, que cuando uno juzgue a las naciones desde lo alto de su desván, fuese más honesto y circunspecto. Cualquier pobre diablo puede decir lo que le parezca de los atenienses, los romanos y los antiguos persas. Puede equivocarse impunemente sobre los tribunos, las elecciones y la dictadura. Puede gobernar en su imaginación diez mil o quince mil kilómetros de territorio mientras es incapaz de gobernar a su sirvienta. Puede, en una novela, recibir un beso amargo de su Julia y aconsejar a un príncipe que se case con la hija del verdugo. Estas son locuras sin consecuencias, hay otras que pueden tener consecuencias graves.

Los bufones de la corte eran muy sensatos, solo insultaban a los débiles con sus bufonadas y respetaban a los poderosos; los bufones de pueblo son ahora más atrevidos. Se responderá que Diógenes y Aretino fueron tolerados; de acuerdo: pero una mosca vio una vez una golondrina volando que arrastraba una telaraña y quiso hacer lo mismo, pero terminó presa.

Sección 2

¿No podemos decir de esos legisladores que gobiernan el universo escribiendo a diez centavos por folio, y que desde sus buhardillas dan órdenes a todos los reyes, lo que dice Homero de Calcas [adivino de Micenas]?

“Conocía el pasado, el presente y el porvenir”.

Es una pena que el autor del párrafo que acabamos de citar no conociera ninguno de los tres tiempos de los que habla Homero.

“Pedro el Grande”, dijo, “no tenía el genio que lo hace todo de la nada”. Realmente, Jean-Jacques, creo esto sin dificultad, porque se afirma que sólo Dios tiene esta prerrogativa.

“No vio que su pueblo no estaba maduro para ser pulido”; en este caso el Zar es admirable por haberlo hecho madurar. Me parece que es Jean-Jacques el que no vio que tenía que valerse primero de alemanes e ingleses para hacer rusos.

“Evitó que sus súbditos se convirtieran en lo que podrían ser, etc.” Sin embargo, estos mismos rusos se han convertido en los conquistadores de los turcos y los tártaros, los conquistadores y legisladores de Crimea y de veinte pueblos diferentes; su soberano dictó leyes a naciones de las que Europa ignoraba hasta el nombre.

En cuanto a la profecía de Jean-Jacques, puede ser que haya entrado en trance hasta el punto de leer el futuro, tiene todo lo necesario para ser profeta: pero respecto al pasado y al presente, hay que confesar que no entiende nada al respecto. Dudo que la Antigüedad tenga algo comparable al atrevimiento de enviar cuatro escuadrones desde el fondo del mar Báltico hasta los mares de Grecia, de dominar al mismo tiempo el mar Egeo y el Ponto Euxino, de sembrar el terror en la Cólquida y los Dardanelos, de subyugar la Táurida y obligar al visir Azem a huir desde las riberas del Danubio hasta las puertas de Adrianópolis.

Si Jean-Jacques no tiene en cuenta tantas grandes hazañas que asombran a la tierra atenta, al menos debe reconocer cierta generosidad en el conde Orlov que, después de apoderarse de un navío que transportaba a toda la familia y los tesoros de un bajá, le devolvió la familia y los tesoros.

Si los rusos no estaban maduros para la civilización en la época de Pedro el Grande, convengamos en que hoy están maduros para la grandeza de alma, y que Jean-Jacques no está muy maduro para la verdad y el raciocinio.

Con respecto al futuro, lo sabremos cuando tengamos a Ezequieles, Isaías, Hababucs, Miqueas. Pero el tiempo de los profetas ya pasó y, si nos atrevemos a decir tanto, es de temer que nunca regrese.

Confieso que las mentiras que se imprimen y se refieren al presente siempre me sorprenden. Si quienes las escriben se toman esta libertad en un siglo en el que mil volúmenes, mil boletines y mil periódicos pueden desmentirte continuamente, ¿qué fe podemos tener en aquellos historiadores de la antigüedad que recogían todos los vagos rumores, que no consultaban archivos y que escribían lo que oyeron de sus abuelos en su infancia, con la seguridad de que ningún crítico señalaría sus errores?

Durante mucho tiempo tuvimos nueve musas, la crítica saludable, que es la décima, apareció muy tarde. No existía en la época de Cécrope, del primer Baco, de Sanchoniatón, de Thoht, de Brahma, etc., etc. Se escribía entonces con impunidad todo lo que se quería. Hoy en día hay que ser un poco más prudente.


Cita a:

Montesquieu: sobre los matrimonios entre parientes
En cuanto a la prohibición del matrimonio entre parientes, es cosa muy delicada fijar el límite donde terminan las leyes de la naturaleza y comienzan las civiles: para esto es necesario sentar algunas reglas. El matrimonio del hijo con la madre y el del padre con la hija repugnan a la naturaleza.

Ana Frank: 15 de abril de 1944
«Algunas confidencias de la casa de atrás de las últimas semanas» de abril de 1944, datos sobre el racionamiento de comida durante la 2a. Guerra Mundial, y el avance ruso sobre Crimea. Todo en esta corta entrada de este diario que hasta 1986 no conocíamos completa, sino editada.
👈 SEGUNDO ANEXO CRIMEO A LA SERIE SOBRE UCRANIA-

Heródoto: Crimea y las Amazonas
Cierro el anexo a Ucrania con una conexión bien rara, de cuando Sudamérica estuvo en guerra con Grecia hace milenios y un grupo de amazonas encontró refugio en Crimea, y que probablemente influyeron en el carácter guerrero del gen cosaco. No, te juro que no es un chiste.
CUARTO ANEXO CRIMEO A LA SERIE SOBRE UCRANIA 👉

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Pierre-Antoine Demachy, Recibiendo las cenizas de Voltaire en el Panteón de París.-