Nassim Nicholas Taleb: Un choque entre dos sistemas (recap de la guerra en Ucrania, featuring George Orwell)

La guerra en Ucrania es un enfrentamiento entre dos sistemas: uno moderno, legalista, descentralizado y multicéfalo; el otro arcaico, nacionalista, centralizado y monocéfalo. Este conflicto muestra la confusión entre el Estado como nación en el sentido étnico y el Estado como entidad administrativa.

Nassim Nicholas Taleb: Un choque entre dos sistemas (recap de la guerra en Ucrania, featuring George Orwell)
Graffiti de Banksy en la bombardeada ciudad de Borodyanka. A buen entendedor...
Contexto Condensado

Hace pocos días se cumplía el primer año formal de la invasión rusa de Ucrania; en este ciclo de la historia comandada por Vladimir Putin. La guerra tenía que durar apenas algunas semanas: en poco tiempo se debía haber conquistado Kyiv. Los soldados rusos fueron a la guerra como describe Stefan Zweig que iban los soldados alemanes a la Primera Guerra Mundial, pensando: “en poco tiempo volvemos a casa”. Ya todos sabemos que eso no pasó. ¿Por qué? “Porque Rusia no ha desplegado todavía todo su potencial”, dicen algunos; “porque a Biden y la OTAN les conviene una guerra latente en ese lugar”, dicen otros; “porque los ucranianos son feroces”... jugaremos a ser analistas al final de esta lectura.

Digo que el inicio de la guerra “formal” se dio el 24 de febrero del 2022, un día simbólico, porque ese día se inició la invasión; pero este conflicto largó en la misma fecha del 2014, cuando en pleno Euromaidán, días después de la fuga y destitución del presidente ucraniano Yanukóvich, cuando se lanzaba una orden de aprehensión en su contra, manifestantes en Sebastopol, Crimea, deponían al alcalde nombrado por la Rada Suprema (parlamento de Ucrania) para poner en el cargo a un “ruso étnico”. Ese día Rusia iniciaba maniobras militares en la frontera, y tres semanas después firmaba la anexión de la nueva República de Crimea a la Federación de Rusia. El resto es historia conocida hasta el 2022.

Pero empecemos por el principio, que es poner este enfrentamiento, esta versión del ya clásico histórico Ucrania vs. Rusia, en el contexto actual. Hasta el día de hoy, el análisis de Nassim Nicholas Taleb, del 19 de abril del año pasado, cuando la guerra estaba por cumplir dos meses, me sigue pareciendo uno de los mejores. Por eso, para este recap, le pedí permiso para traducir y republicar esto en Conectorium, deseo que fue concedido. El ensayo se publicó originalmente en la plataforma Medium, en inglés, bajo el título A Clash of Two Systems. (Incluye las imágenes que ves a continuación.) Es “una versión compatible con los derechos de autor de una conversación con Laetitia Strauch-Bonart publicada en el periódico francés l'Express” el mismo día. Conectamos aquí nuestra serie sobre el federalismo y naciones-estado con la de Ucrania, con la de Prusia, con la de la guerra y con la de la vacunación (todo está conectado).

Sobre el autor: nació en Amiún, Líbano, el 11/09/1960. Su official bio dice que también tiene nacionalidad estadounidense, y agrega: “Greek-Orthodox Antiochian Greek ethnoreligious group”. Y es que uno de sus hobbies es el estudio de etnias (sobre todo en la zona del Levante), la filología y los idiomas: entiende más de diez. Adolescente cuando estalló la Guerra Civil del Líbano, estudió Matemáticas en París. Sigue siendo un apasionado por las matemáticas; tanto, que luego de usarlas en su trabajo durante 21 años como trader, ahora las ha incorporado a su trabajo filosófico. Tiene publicados más de setenta papers técnicos como «backup» de su Incerto, “un ensayo multi-volumen que cubre amplias facetas de la incertidumbre” —su obsesión es la probablidad— y que incluye los libros: The Black Swan, Fooled by Randomness, Antifragile, y Skin in the Game. Ha sido traducido a 50 idiomas, y sus obras son tan populares que los títulos se han convertido en términos con vida propia. Se considera un «empirista escéptico»: cree que científicos y financieros sobrestiman el valor de las explicaciones racionales y que infravaloran el peso de la aleatoriedad. Considera que el pasado no puede usarse para predecir el futuro: desprecia la futurología. En realidad, desprecia la charlatanería. A los bullshit vendors los insulta y los señala con nombre y apellido. Por eso se estrella incluso contra el mundo académico, que conoce desde adentro: tiene MBA, PhD y es profesor en NYU. Pero dice que quiere ser recordado como un erudito, y su mayor orgullo es haber podido conseguir el tiempo para dedicarse al conocimiento. Para saber más de él, sus ideas y su trabajo, podés darte una vuelta por las vueltas de su cabeza en fooledbyrandomness.com.

Algunas notas extras para esta lectura:
1) Los mongoles conquistaron el territorio de la Rus de Kiev, hoy parte de Ucrania, en 1223; lo dominaron por poco más de dos siglos.
2) Talasocrático = poder marítimo.
3) No traduzco handwaving, que es la forma de describir ese gesto que hacemos cuando movemos la mano para expresar que algo no tiene importancia.
4) «Reificiación» quiere decir «transformar la idea abstracta en objeto o cosa real».
Autor: Nassim Nicholas Taleb (1960 - actualidad)

Ensayo: Un choque entre dos sistemas

Publicado originalmente en abril de 2022.

Este ensayo se convirtió luego en parte de nuestra serie y libro físico Alabanza y Menosprecio de la Libertad y la Democracia
La guerra en Ucrania es un enfrentamiento entre dos sistemas: uno moderno, legalista, descentralizado y con muchas cabezas; el otro arcaico, nacionalista, centralizado y monocéfalo.
Iván el Terrible

Nacionalismo ofensivo vs. defensivo

Este conflicto muestra una confusión dañina, entre los rusos y sus partidarios, entre el Estado como nación en el sentido étnico y el Estado como entidad administrativa.

Un Estado que quiere basar su legitimidad en la unidad cultural debe ser pequeño, de lo contrario está condenado a encontrarse con la hostilidad de otros. Un ciudadano suizo francófono, aunque culturalmente ligado a su lenguaje, no aspira a pertenecer a Francia, y Francia no trata de invadir la parte suiza que habla francés bajo este pretexto. Además, las identidades nacionales pueden cambiar rápidamente: los belgas francófonos tienen una identidad diferente de los franceses. La misma Francia pasó por una operación de colonialismo interno para destruir Provenza, Languedoc, Picard, Saboya, Bretaña y otras culturas, y erradicar sus lenguajes en favor de una identidad centralizada. La nacionalidad no está nunca definida ni fijada; la administración sí.

La unidad cultural puede tener sentido, pero solo en la forma de algo reducido como la ciudad-estado; y yo iría incluso más allá como para decir que el Estado sólo funciona bien de esta manera. En este caso, el nacionalismo es defensivo —catalán, vasco o cristiano-libanés—, pero en el caso de un Estado grande como Rusia, el nacionalismo se convierte en ofensivo. Nótese que durante la Pax Romana o la Pax Otomana, no había estados grandes, sino ciudades-estado reunidas en un imperio cuyo rol era distante. Pero hay imperios relajados e imperios rígidos del tipo Estado-nación, estos últimos representados por Rusia.

Coordinación para protegerse de mafiosos

Hay ahora dos modelos imperiales: o uno pesado, como el de Rusia, o una coordinación de Estados, como el de la OTAN. Vamos a ver cuál emerge victorioso del conflicto actual. Esta guerra no sólo enfrenta a Ucrania y Rusia, sino que es una confrontación entre dos sistemas: uno moderno, legalista, descentralizado y multicéfalo; el otro arcaico, nacionalista, centralizado y monocéfalo. Ucrania quiere pertenecer al sistema liberal: aunque habla una lengua eslava, como Polonia, quiere ser parte de Occidente.

Adam Smith vs. Napoleón

¿Qué es lo que llamamos Occidente?

Lo que nosotros llamamos “Occidente” no es una entidad espiritual, sino, ante todo, un sistema administrativo. No es un ensamble etno-geográfico, sino un sistema legal e institucional: incluye a Japón, Corea del Sur y Taiwán [que están en el Oriente]. Mezcla el mundo talasocrático fenicio, basado en el comercio en red, y el de Adam Smith, basado en los derechos individuales y la libertad para negociar, bajo el condicionamiento del progreso social. En los Estados Unidos, la diferencia entre Demócratas y Republicanos es mínima vista desde un siglo diferente. Ambos lados quieren progreso social, pero a diferentes ritmos de crecimiento.

Por el otro lado, el nacionalismo requiere un Estado centralizado y todopoderoso —o peor aún, hegeliano—, uno que haga una curación de la vida cultural para deshierbar las variaciones individuales.

El nacionalismo es generalmente conectado a una dimensión espiritual — representado en el Patriarca de Moscú a través del modelo ruso-eslavo-ortodoxo, lo que me horroriza como ortodoxo que soy. Además, esta supuesta proximidad entre Ucrania y Rusia es cuestionable: Crimea ha sido rusa desde Catalina II la Grande, y Stalin la rusificó al desplazar a los tártaros. Es fácil decir que Ucrania es el alma de Rusia porque esta viene de la Rus de Kiev, pero también se puede decir que es la Horda de Oro de los hijos de Gengis Kan.

E incluso si, espiritualmente, Ucrania fuese parte de Rusia, esto no significaría que los ucranianos no tuvieran el derecho de unirse al sistema occidental. Bien podrían ser emocionalmente eslavos, pero administrativamente organizados en un sistema occidental y protegidos militarmente a través de una alianza entre occidentales; la que además incluye, te recuerdo, a Turquía. Putin no puede entender esto, tampoco pueden algunos especialistas en relaciones internacionales que a veces son llamados “realistas”; estoy pensando, por ejemplo, en John Mearsheimer.

Fenicianismo: talasocrático, multicultural y no-colonial


Estados vs. Individuos

Estos pensadores chapuceros como Mearsheimer y otros handwavers similares confunden los Estados con los intereses individuales; creen que sólo existe un equilibrio de poder entre potencias: para Mearsheimer, Putin sólo está reaccionando ante avances indebidos de Occidente en su terreno. Pero la realidad es bastante diferente: lo que quieren los ucranianos es ser parte de lo que yo llamaría un orden internacional “benigno”, que funciona bien porque se autocorrige, y donde el equilibrio de poder puede existir y permanecer inofensivo. Putin y los “realistas” están en el siglo incorrecto, no piensan en términos de sistemas ni en términos de individuos. Sufren de lo que llamo el “Síndrome de Westfalia”: la reificación de los Estados en entidades platónicas, naturales y fijas.

Kirill, o Cirilo, Patriarca de Moscú

Solzhenitsyn

Aleksandr Solzhenitsyn [escritor e historiador ruso] vio claramente el aspecto diabólico de la sociedad comunista, pero creía que la sociedad occidental era igual de dañina. Pero siendo naturalmente multicéntrico, Occidente apunta a ser como Suiza: está orientada de abajo hacia arriba, a pesar de cierta concentración ocasional. Además, “Occidente” está evolucionando; no tiene centros fijos de autoridad. Lógicamente, hay influencias desproporcionadas en Occidente, como el Google de hoy en día y la General Motors de ayer, pero ni Google ni General Motors están en el centro: estas multinacionales no se controlan ni a sí mismas.

Las multinacionales tienden a hundirse; de hecho, es más probable que quiebren a que lo haga tu empresa familiar.

Este modelo tiende a la “antifragilidad”, un concepto presente en mis libros que se refiere a la propiedad de los sistemas de fortalecerse cuando se ven expuestos a estresores, shocks o volatilidad. Rusia no puede ser lo que yo llamo “antifrágil”.

Un mecanismo de corrección de errores

Un sistema estable requiere una organización descentralizada y con muchas cabezas, lo que hace posible corregir errores y evitar efectos perjudiciales de ciertos riesgos al limitarlos a un nivel local. Después de la guerra de 1918, los franceses destruyeron Siria al centralizarla. Al contrario, cuando se formó la nueva Alemania, los franceses insistieron en que sea federal bajo la ilusión de que la debilitaría. Privado de un centro de gravedad, Alemania no pensó más en hacer la guerra, sino en hacer... dinero. Resulta que la mantequilla es mejor que las armas. Alemania se convirtió en un poder económico gracias al federalismo; y todo se siente natural, ya que pasó su historia fragmentada en estados antes de la absorción prusiana. Para Rusia, tal organización descentralizada sería imposible: si soltara lastre, se encontraría inmediatamente ante la secesión de 20 Estados pequeños — Chechenia, Ingushetia, Bashkiria... Por eso aprieta el tornillo hacia el otro lado.

Lo interesante del mundo occidental es que es un modelo multicefálico, hecho de contratos que permiten autonomía regional bajo coordinación global; Rusia es un sistema autocefálico, que piensa sólo en un equilibrio de poder. Mirá a Occidente: ¿hay un centro? No. Y es más, si hubiera uno, hoy estaría en Kyiv. Y si querés destruir a Occidente, ¿cuántas bombas necesitás? Si destruís Washington, se mantienen Londres y París. Pero si destruís el palacio donde está Putin, es otra cosa.

La estabilidad de un sistema descentralizado es mucho mejor que la de un sistema centralizado. Como tal, estoy gratamente sorprendido por la reacción del mundo occidental, que además fue orgánica. Pensé que Occidente no se iba a enfrentar a Putin, porque una pelea entre un autócrata y empleados me pareció perdida de antemano, pero parece que la suma de nuestras acciones está empezando a dar frutos.

Tristemente, la Unión Europea se está pasando de centralizada...

El principio de subsidiaridad no fue respetado, por eso la salida del Reino Unido. Pero el modelo apropiado es el de la OTAN, que existe en el área donde se necesita acción conjunta —reacción militar—, mientras deja a los países hacer lo que quieran bajo la condición de no atacarse mutuamente. Y soy agradecido con la Unión Europea por haber conseguido que el concepto de nación empiece a pensarse más en términos de coordinación regional.

¿Cómo puede Rusia ingresar al mundo moderno?

Sólo si se fragmenta en estados separados. Algunos grupos rusos han sido siempre irredentistas: los cosacos, los kulaks (granjeros localistas), y los siberianos. Hay también varias minorías. Más ampliamente, por culpa de este complejo de Westfalia, se olvida que los rusos no tienen necesariamente los mismos intereses que Rusia. Los intereses nacionales son cosas abstractas, y la gente termina creyendo en ellos incluso cuando entran en conflicto con las poblaciones que engloban.

Ortodoxia y patriarcas menores

El Patriarca de Moscú era también el Patriarca de Ucrania. Pero en el mundo ortodoxo, siempre que ocurre una división étnica o idiomática, se nombra un “patriarca menor” en el país que se independiza — este es el caso en Serbia, Bulgaria, Rumania. Esto explica por qué el Patriarca de Constantinopla, el más importante, accedió al pedido de que el Metropolitano de Kyiv [arzobispo ortodoxo] se convierta en un patriarca menor en 2019. Por esta separación, la Iglesia Ortodoxa Rusa se sintió amputada. El Patriarca de Moscú, Cirilo, apoya a Putin. El Patriarca de Antioquía, cercano a Assad, hace lo mismo.

Esto también confirma, como si fuera todavía necesario, el absurdo de las ideas de Samuel Huntington en The Clash of Civilizations. No sólo que su libro está lleno de razonamientos pseudo-matemáticos (lo que causó que Serge Lang lo excluya de la Academia de Ciencias), sino, como otros “realistas”, su obstinación por pensar en centros geopolíticos y de identidad lo lleva a concluir que Ucrania pertenece al dominio ruso. ¡Pero se puede ser ortodoxo en Nueva York!

La multicefalia no ayudó en 2014

Toma su tiempo para que un sistema colectivo y distribuido reaccione. Se necesitan muchas ovejas para pelear contra un lobo, y en 2014 éramos muy pocas ovejas.

La gente quiere poder comerciar los unos con los otros en el mundo de Adam Smith. Este falso debate me recuerda la oposición entre Napoleón y los ingleses.

Napoleón vs. el comerciante inglés

Al inicio, lo único que querían los ingleses era que sus productos llegasen sanos y salvos. Las opiniones de Napoleón no les interesaban. Mientras Napoleón pensaba en términos de la gloria de Francia, ellos pensaban en la billetera del dueño de tienda inglés. Pero el comerciante inglés ganó y, con el comerciante fenicio, fue él quien hizo el mundo moderno: el mundo anglo-fenicio del cosmopolitismo mercantil. Esto es lo que explica, por ejemplo, que los alemanes de hoy estén más interesados en exportar autos que en la expansión geográfica de Alemania.

Así mismo, me asombra escuchar a algunas personas hablar sobre “imperialismo cultural Americano”. ¿Vos pensás que en la mañana, cuando se despiertan, los estadounidenses piensan en exportar su música y su comida? Lo que pasa simplemente es que, al otro lado del mundo, los jóvenes prefieren comer hamburguesas.

No estoy en contra de la modernidad; estoy a favor de su mejora

El sistema liberal moderno comete errores, sí. Pero cuando lo critico, no apunto a destruirlo, sino a mejorarlo. Y es un buen sistema porque se auto-corrige. Critico las intervenciones occidentales ingenuas porque pienso sobre sus consecuencias: estuve en contra de la guerra en Iraq, y la experiencia justificó mis miedos; estoy en contra de la intervención en Siria, porque si nos libramos de Assad, no sabemos quién lo va a reemplazar; no tengo nada en contra del Brexit, porque si los británicos piensan que pueden ser parte de nuestro sistema sin depender de la maquinaria burocrática de Bruselas, están en su derecho.

El problema de un sistema benigno como el nuestro es su transparencia, que causa distorsiones en la percepción: Tocqueville entendió que la igualdad parece tanto más fuerte cuanto más reducida es; de forma similar, un sistema parece tanto más disfuncional cuanto más transparente es. Por eso mis ataques a alguien como Edward Snowden y sus acólitos, que explotan esta paradoja para atacar a Occidente en beneficio de conspiradores rusos.

El pseudo-libertarismo invita a la tiranía

Tengo problemas con mucha gente, a menudo con libertarios ingenuos, que piensan que soy como ellos porque les gustan mis libros. Pero algunos de estos quieren destruir nuestro sistema en vez de mejorarlo; muchos están llenos de resentimiento.

No se dan cuenta de que la alternativa a nuestro desordenado sistema es la tiranía: un Estado que se parece a la mafia (Libia ahora, Líbano durante la guerra civil) o una autocracia. ¡Y encima estos idiotas se llaman a sí mismos libertarios!

Este es el caso de Snowden y sus seguidores; es un impostor. Si yo te contara sobre una organización en Riad que defiende a las mujeres en Francia contra la opresión masculina, te reirías de mí. Bueno, Snowden dice que defiende a los estadounidenses contra la tiranía de Google mientras opera desde... ¡Moscú!

En Twitter, terminé dándome cuenta de que en este ingenuo sistema libertario —o, mejor dicho, pseudo-libertario— que incluye a los entusiastas de bitcoin, hay gente que, como Snowden, ve el Covid-19 como un pretexto para que una extraña entidad oscura ejerza control sobre la población. Esto incluye también a los activistas anti-vacunas. Estamos en el corazón mismo de la desinformación: la meta del Programa de Desinformación Ruso es crear desconfianza entre ciudadanos y autoridades, y explotar todo lo que pueda traer disentimiento. La desinformación procede de acuerdo a la supuesta cita de Stalin: “La muerte de un hombre es una tragedia; la muerte de un millón es una estadística”. Estos activistas, por ejemplo, magnifican las minúsculas disfunciones de las vacunas contra el Covid-19.

Como me di cuenta de la desinformación

Empecé a detectar cuentas de Twitter llamadas “Linda”, que eran pro-Trump y que, al protestar contra la inflación, usaban el signo del rublo ruso en vez del dólar. Cuando la misma gente apoya tanto a los famosos camioneros de Canadá como a Vladimir Putin, hay un problema. De alguna manera, llegué a defender a Ucrania porque los mismos boludos que me atacaron por Covid también defendieron a Putin.

Sigue siendo inquietante que los libertarios vengan a defender ¡a un autócrata!

Los libertarios son controlados por Rusia porque, en general, son gente ingenua que solo tiene pensamientos de primer orden: no saben considerar las consecuencias de ciertas acciones. Esto es lo que los distingue de los liberales clásicos.

No se dan cuenta de que destruir el sistema actual invita a la tiranía.

La Paz Larga

No esperamos hasta esta guerra para darnos cuenta de que Steven Pinker estaba equivocado sobre el declive de la violencia. No hay tal cosa como la Paz Larga, en gran parte porque el pasado no fue tan violento como Pinker afirma. Mis colegas y yo refutamos los cálculos de Pinker en nuestra investigación. Sus errores vienen en particular del hecho de que algunos datos que usa sobrestiman el número de muertos en conflictos pasados. Pinker quiere hacer de guardián del pensamiento liberal moderno, pero es el Bernard-Henri Lévy estadounidense: no sabe nada de su tema.

Además, incluso si este conflicto termina bien, se habrá demostrado que es suficiente que un Estado tenga armas nucleares para que pueda causar un desastre. Sin embargo, en el mundo de hoy, no es aceptable que un líder conquiste otro territorio simplemente porque posee la bomba nuclear. Este principio debe ser destruido.

Lo que nos trae al siguiente riesgo: China. Ciertamente, no ha escapado al mundo moderno tanto como Rusia, y está estrechamente conectada comercialmente a Occidente. Pero también tiene tendencias imperiales. Lo mejor sería entonces que también la China se descentralizara para escapar al yugo de Pekín. Taiwán y Hong Kong superan en rendimiento a China, así que ¡pensá en más de esos!

Terminando la guerra ucraniana

Si le das a Putin incluso un dedo, habrá ganado la guerra. Por lo tanto, el liderazgo ruso tiene que ser humillado, y la única forma es su retirada. Necesitamos una repetición de la guerra ruso-japonesa de 1905. En este caso, Putin será derrocado desde adentro porque, históricamente, a la gente que acepta autocracias no le gustan los débiles. Un Putin débil deja de ser Putin; del mismo modo que un Trump amable, con tacto y reflexivo, ya no sería Trump. Para que esto continúe, se necesita un montón de boludos para seguir alimentando la narrativa; y si los boludos empiezan a dudar de la historia, será el principio del fin.


Background

He visitado Ucrania muchas, muchas veces, recientemente como huésped de los Zelensky en agosto de 2021 durante las festividades de la independencia de Ucrania. La última vez se sentía como Hanibal ad portas. Tomé varios vodkas con ucranianos y discutí las ideas de este texto con varios amigos, así como con miembros del parlamento ucraniano en una conferencia especial sobre la fragilidad y la estabilidad de los sistemas.


[Aquí termina el ensayo de Taleb] Original en inglés:

A Clash of Two Systems
The war in Ukraine is a confrontation between two systems, one modern, legalistic, decentralized and multicephalous; the other archaic…

Recap del primer año, featuring George Orwell

“Los cañones no se aplacan
Abriendo en el aire surcos.
Ya los cosacos atacan
Y retroceden los turcos.”
Tarás Schevchenko

Podemos cambiar “los turcos” por “los rusos” y con eso resumimos lo sucedido el primer año en la “guerra en Ucrania”, que todavía seguimos llamando así, o “ruso-ucraniana”, lo que quiere decir que no se ha expandido, y eso ya es buena noticia. Mejor noticia será si no termina con capitulación ucraniana, lo que querría decir que la guerra no ha terminado, y que se extenderá. Dos video-mapas nos muestran el avance y retroceso de las fuerzas de Putin:
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Fuente: Angencia Andolu (Turquía)

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Fuente: The Associated Press

La Batalla de Kyiv comenzó el 24 de febrero de 2022 cuando inició la invasión y terminó con la retirada rusa el 29 de marzo; no lo volvieron a intentar. Otras duras derrotas de Rusia: la de Jarkiv en septiembre, y la de Jerson en noviembre. Hoy, en los primeros días de marzo de 2023, la batalla más dura se pelea en Bakhmut, en el oblast de Donetsk, en la región del Donbas, todavía ocupada por la Federación de Rusia — que de federación no tiene nada, pero que tiene el control de cerca del 15% del territorio ucraniano.

Varios abogan por un fin al conflicto con una negociación en la que Ucrania ceda finalmente Crimea y el Donbas; Taleb replica —y varios otros coincidimos— que “si le das a Putin incluso un dedo, habrá ganado la guerra”, y que “el liderazgo ruso tiene que ser humillado, y la única forma es su retirada”. Un dictador con aires imperialistas —lo que Hannah Arendt llamaría totalitarista— no tiene cabida si queremos consolidar lo ganado el siglo pasado en términos de avances de la democracia y la libertad. Ya vimos en la Segunda Guerra Mundial lo que sucede cuando a los líderes autoritarios se les da tiempo, espacio y el beneficio de la duda: ninguna anexión es la última, nada basta, y la crueldad con los opositores y los oprimidos crece con cada centímetro ganado. Hasta hace menos de 150 años, apenas el 10% del mundo vivía en democracia, ahora lo hace casi la mitad; no será perfecta, pero es (mucho) mejor que la tiranía. Una retirada significaría el fin de la imagen de Putin como macho alfa, imagen que a muchos seduce (del perfil psicológico de los seducidos hablamos en otro momento). “Necesitamos una repetición de la guerra ruso-japonesa de 1905”, dice Taleb. ¿Qué pasó entonces? El imperio japonés derrotó al ruso, y el descontento provocó una revolución que se saldó con un cambio en el modelo de Estado: Rusia pasó a ser una monarquía constitucional.

¿Por qué no ceder territorio a Putin, además de que, ideal y moralmente, nunca hay que dejar que ganen ni los mafiosos extorsionistas ni los bullies? Porque Ucrania —con apoyo de Occidente, lógicamente— parece tener ahora más chances de ganar la guerra. Dicen que Rusia no ha desplegado todavía todo su potencial. Pero, ¿qué tan probable es que no lo hayan hecho después de un año? ¿Será que Vladímir Vladímirovich Putin se expondría a quedar mal con todo el mundo y sacrificar su ego por estrategia? ¿Es estratégico tirar tanto recursos en un año? Le queda la carta nuclear (or so they say), pero ya veremos que se está evitando. Ahora, continuar la guerra, ¿costará caro? Sí. ¿Costará vidas? Totalmente. Pero en el largo plazo —y los ucranianos ya conocen esto de memoria, lo vienen haciendo hace cinco siglos— no dejarse doblegar es más barato.

Esperamos que el mural de Banksy en Borodianka, hecho el día después de la retirada rusa de Jerson, sea profético. Digo “esperamos” porque el mundo occidental apuesta, en su mayoría, por una victoria ucraniana, por una victoria de la libertad. Hay conspiranoicos y pseudo-libertarios, como los que describe Taleb, que reniegan de su sistema, de su casa, y que apuestan a su derrota, porque se dejan llevar por la idea de que no viven en democracia, de que viven oprimidos, porque existe transparencia para que se puedan notar los abusos del sistema y, más importante, que se puedan criticar. Orwell en sus Notes on Nationalism, publicado cuando se acababa la Segunda Guerra Mundial y que vale la pena releer cada década, hace eco de esto. Escribe:
“Sin embargo, hay una minoría de pacifistas intelectuales cuyo auténtico —aunque nunca admitido— motivo parece ser el odio a la democracia occidental y la admiración por el totalitarismo. La propaganda pacifista suele reducirse a sostener que un bando es tan malo como el otro, pero si uno analiza con más detenimiento los escritos de los intelectuales pacifistas más jóvenes, descubre que bajo ninguna circunstancia expresan una desaprobación imparcial, sino que se dirigen casi enteramente contra Gran Bretaña y Estados Unidos. Además, por regla general no condenan la violencia como tal, sino solo la usada en defensa propia por los países occidentales. A los rusos, al contrario que a los británicos, no se les culpa por defenderse por medios bélicos, y de hecho toda la propaganda de este tipo elude mencionar a Rusia o a China.”
“En política exterior, muchos intelectuales siguen el principio de que cualquier facción apoyada por Inglaterra debe de estar en el bando incorrecto.” [Ahora sucede con Estados Unidos, con motivo, porque ha hecho mucho daño intervencionista.]
Ahora sucede con Estados Unidos, y con motivo, porque ha hecho mucho daño intervencionista. Vuelvo a Orwell en el prólogo de su Rebelión en la Granja, Orwell deja esta otra joya atemporal:
“Cualquier crítica seria al régimen soviético, cualquier revelación de hechos que el gobierno ruso prefiera mantener ocultos, no saldrá a la luz... Y así vemos, paradójicamente, que no se permite criticar al gobierno soviético, mientras se es libre de hacerlo con el nuestro. Será raro que alguien pueda publicar un ataque contra Stalin, pero es muy socorrido atacar a Churchill desde cualquier clase de libro o periódico.”
Uno puede atacar a su gobierno sólo si hay libertad. En Estados Unidos y Europa se puede atacar con palabras (casi) impunemente a los líderes de turno, en Rusia no. En Arabia Saudita, China, Irán, Nicaragua y Venezuela, tampoco. Esos son sus aliados. En cualquier situación en la que te encontrés, fijate quiénes son de “tu equipo” y quiénes “del otro”: ¿de qué lado querés estar? ¿Ves gente que respetás apoyando “tu causa” o ves puro loco con poco rigor? En Rusia, criticar al régimen conlleva prisión, tortura o muerte. Entonces, vos que defendés la libertad de expresión, pero atacás a Occidente y defendés a Putin (no a Rusia, a Putin himself), como dice el meme: ¿todo bien en casa?

El tema es que cuando uno está metido en una ideología o narrativa —usualmente como reacción o miedo a un cambio que le “mueve el piso” y le provoca inseguridad, o por soledad—uno comienza decidiendo en favor de lo que opina su tribu, o en contra de lo que apoya el oponente, y después busca todo lo que le justifique. Así funcionamos los humanos, somos sesgados, y toda persona metida en sus ideas es “indiferente a la realidad”. Y por eso tenemos ilusos que dicen que prefieren la anarquía, pero que no la conocen ni en libros ni en pintura, no saben que la anarquía es una utopía, que no hay educación suficiente para un estado así, no somos “dignos de un mundo sin gobierno”, como dijo Borges. En un estado sin ley ni orden, inevitablemente surge un rey, un mesías, que pronto “pela capucha” y se muestra como déspota. Los que no han leído a Maquiavelo ni a Polibio ni a Rousseau ni a Aristóteles ni a Darwin, que escribió que “cualquier gobierno”, hasta la monarquía, “es mejor que la anarquía”, defienden esta última sin un argumento más allá del resentimiento. No hay que dar espacio al resurgimiento o la idolatría de la tiranía y la opresión de la libertad.

Es fácil criticar viviendo en Europa y los Estados Unidos, sería lindo que prueben vivir en alguno de los lugares que tanto defienden, como El Salvador o Rusia, que es lo mismo que le piden a los socialistas, que alaban Cuba y Venezuela, pero corren a occidente para sus compras, sus inversiones, sus tratamientos médicos, sus vacaciones y su lavado de dinero. Pero ninguno de los dos bandos, que son iguales aunque se creen opuestos, van a hacer esto nunca; no conocen lo que Taleb describe como skin in the game, no son capaces de cumplir con el put your money where your mouth is. Los que sí viven en esa situación con Rusia como vecino: Noruega, Finlandia y los países bálticos; Polonia y Ucrania, Georgia y Azerbaiyán, Kazajistán, Mongolia y Japón; todos, excepto Bielorrusia y China, o pertenecen a la OTAN, o quieren entrar, o tienen algún tipo de acuerdo en marcha. ¿No habla esta imagen que acabamos de pintar por sí misma? Los países que han sido invadidos por Rusia en el pasado piden y quieren con aspavientos la defensa de la Organización. El verbo querer es clave: la OTAN no es una organización estatal o imperial que anexa territorios, sino una alianza de defensa a la que uno ingresa voluntariamente; es más, se necesita una invitación para hacerlo y hay que cumplir reglas “occidentales”. Si todos tus vecinos se quieren aliar con tu “enemigo”, porque tenés fama de abusivo, y tu respuesta es agredirlos, ¿no les estás dando la razón?

Letonia (1%), Estonia, Polonia y Lituania son, en ese orden, los países que más porcentaje de su PIB per cápita han aportado a Ucrania para su defensa; es decir, todos los países de la frontera europea de Rusia, excepto Finlandia y Bielorrusia; países que han sufrido la conquista rusa en primera persona. Los siguientes en la lista son Noruega, Eslovaquia y República Checa. Como porcentaje del presupuesto militar: Estonia (45%), Letonia, Lituania, Bulgaria y Polonia. Estos datos son demoledores de cualquier narrativa, porque no es cuento, es plata, es skin in the game. A excepción de Bielorrusia, todos los vecinos del bully desean la victoria ucraniana. ¿Cómo podemos creer que nosotros sabemos mejor que ellos lo que les conviene? ¿No pecamos al hacer esto de lo mismo que hacen las potencias que tanto criticamos?

Y para los que dicen que cuando se firmó la disolución de la URSS se pactó, supuestamente, una “no-extensión” de la OTAN, el mismo Gorbachev negó que esto se haya discutido. Es político y puede estar mintiendo, sí; pero esa es la versión oficial y no hay documento escondido que se haya encontrado que la contradiga. Y para los que dicen que, igualmente, la OTAN no debería haberse acercado a las puertas de Rusia, ¿acaso Estados Unidos, Europa y Rusia tienen potestad para decidir el destino de sus vecinos más chicos? En la realidad, capaz que sí, pero, ¿moralmente, éticamente? ¿Te gustaría que otros más poderosos decidan tu vida por vos? ¿Acaso no pensás que eso es lo que hacen las grandes corporaciones y los gobiernos con vos, en toda tu conspiración, y no renegás de eso? Y ahora apoyás que se haga eso mismo en otra escala, vaya ironía... Los tiempos en los que Alemania, Austria y Rusia se sentaban a definir qué pasaba con Polonia son justamente los que estamos intentando evitar, aunque la naturaleza humana puede más que nuestras ganas.

Pero vuelvo a Ucrania, donde algunos defienden lo indefendible; vuelvo a Borodianka, ciudad de la que hay imágenes; y vuelvo a las imágenes de Banksy — uno de los artistas más famosos del mundo, de identidad todavía desconocida. Vuelvo a su mural que muestra a un niño derrotando a un Putin en judo, un Putin que había sido presidente honorario de la Federación Internacional de Judo hasta que fue repudiado y suspendido a los días del inicio de la invasión. Borodianka queda al norte de Kyiv, cerca de Bucha; en ambos pueblos hubo masacre de civiles. Las imágenes de Bucha, destapadas al mundo por múltiples medios internacionales —los civiles muertos tirados por las calles, los asesinatos a sangre fría en retirada—, estos videos de tinte apocalíptico acompañarán por muchos años a los que, de lejos, a través de pantallas, los vimos; y quedarán grabados en la memoria de la humanidad para quien quiera revisarlos en el futuro. Inimaginable lo que sintieron los que estaban ahí. Pero empatizable; esta es quizá la primera guerra que el mundo ha podido seguir en vivo y en directo: videos, fotos, tuits — ahora mismo es posible ver en TikTok los tiroteos y lo que pasa en las trincheras de Bakhmut. Y por eso, como escribieron los ucranianos en su sello postal lanzado con la imagen de Banksy el día que la invasión cumplía un año, en el mejor idioma talebiano de Twitter: FCK PTN.
Cerremos este recap con un recuento:

— 8.1 millones de ucranianos han abandonado su país y se han convertido en refugiados. Esto es casi el 16% del total de la población antes de la invasión. De ellos, 2.8 millones han ido a Rusia (hasta marzo de 2022); como nota: la población del Donbas era de cerca de 6.5 millones antes de que empiece el conflicto en 2014, con cerca de un 38% identificándose en el último censo como rusos étnicos. Otras 8 millones de personas se han visto desplazadas internamente dentro de Ucrania.

— Las muertes civiles se estiman en 40 mil. Las militares, es difícil, pero hablemos de cerca de 60 mil muertos por lado.

— La crisis mundial no ha sucedido: no hubo hambre y no faltó gas; Alemania fue capaz de modificar su matriz energética y cambiar sus proveedores en tiempo récord. Hubo un pico en los precios de gas, petróleo, energía y algunos alimentos, pero todo ha vuelto a la normalidad en el marco internacional y los mercados. Y hay incluso precios más bajos que hace una década. Recurro a Taleb de nuevo, que no se cansa de repetir: I've never seen a squeeze not followed by a glut. Si lo traduzco pierde gracia, pero dice que nunca ha visto un desabastecimiento o insuficiencia repentinos en un mercado a los que no haya seguido una avalancha o sobreabundancia de oferta. Pasó con los barbijos, con las bicicletas, con los hoteles 5 estrellas en Santa Cruz. Y es que somos buenos para leer una necesidad y muchos reaccionamos a tiempo para suplirla, provocando, en masa, una sobre-reacción, un exceso de stock, una baja de precios. Recurro a tres gráficos de Associated Press para contar mejor esta historia, y la historia de que los mercados reaccionan ante la expectativa de que algo suceda, así que los eventos ya están priced in anticipadamente:
— La propaganda y la desinformación, prácticas conocidas desde las luchas políticas por el control de Roma, han alcanzado niveles bárbaros. Infundir miedo y terror son el pan de cada día en las zonas de guerra y las regiones aledañas. Y un caso curioso más: el famoso grupo paramilitar ruso Wagner, compuesto por mercenarios, batallando hoy en todos los frentes de la guerra, incluido el tecnológico y digital, ha expandido sus redes hasta la República Centroafricana, donde son vistos por algunos como héroes y no como mineros de oro, y donde han implantado su narrativa que desde allí han logrado incluso exportar hasta la última película de Marvel (parte de Walt Disney), Black Panther: Wakanda Forever. El Programa de Desinformación Ruso del que habla Taleb es inimaginablemente profundo... y efectivo.

— Hablando del mundo del espectáculo: se ha visto otra vez a un presidente —esta vez Zelensky—, convertido en una súper-estrella. Ha estado presente —mayormente por videollamada— en todo tipo de eventos, desde sesiones parlamentarias hasta los Grammy y los Globos de Oro.

— Finalmente, las amenazas de una guerra mundial y nuclear que se veían exacerbadas al principio de la batalla, están por ahora calmadas, y las oportunidades para que suceda han sido evitadas. Por ejemplo, cuando en noviembre los ucranianos celebraban victorias en una batalla clave, un misil caía en una ciudad de Polonia, miembro de la OTAN. Murieron dos civiles. La investigación de los Estados Unidos y aliados determinó que lo más probable era que haya sido un misil ucraniano disparado como parte de una “defensa a un ataque con misiles rusos”. Rusia siempre negó que haya sido un misil suyo el que cayó en Polonia, y los miembros de la OTAN decidieron hacer de este momento, no una intentona del presidente Zelensky de presionarlos para entrar en la guerra, sino algo como el bombardeo del barrio de La Haya de Bezuidenhout en la Segunda Guerra Mundial, donde la Royal Air France británica terminó matando 511 refugiados aliados. O sea, “un error”. Otro momento donde se pudo escalar la guerra fue el episodio conocido ahora como “el sabotaje de Nordstream”, los dos gasoductos submarinos en el mar báltico por donde Rusia le enviaba gas a Alemania, que registraron explosiones y fugas en septiembre de 2022. Rusia también negó su implicación en el hecho; también Ucrania, Estados Unidos, Francia y Alemania; y hasta ahora no hay respuesta. El futuro depara, con seguridad, otro par de incidentes que pudieran servir de excusa para escalar el conflicto, pero por ahora el juego implica que la OTAN no participe directamente, que no se usen agentes químicos y que no haya amenazas nucleares. Y así lo reflejan los mercados mundiales. Y ojalá así continúe. No sólo los mercados, sino el tenso juego político en el backchannel de esta guerra. En realidad, ojalá que el conflicto acabe pronto, aunque esa posibilidad todavía se ve lejana.

“Cuando Hitler invadió Rusia—dice Orwell—los funcionarios del Ministerio de Información lanzaron, «como marco de referencia», la advertencia de que Rusia caería en seis semanas”. Eso pensaba Putin con Ucrania, eso pensaban los alemanes de la Primera Guerra Mundial como cuenta Zweig, y eso casi nunca es lo que pasa. Los regímenes autoritarios y totalitarios tienden a sobreestimarse, está en su naturaleza, son megalómanos: ese mismo gen es la causa de su disolución.

Cf.:

¿Qué pasa en Ucrania? (serie)
Acompañanos a explorar los orígenes del conflicto Ucrania-Rusia, y su actualidad.
George Orwell: Notas sobre el Nacionalismo (ensayo completo, 36 minutos)
En tiempos como los que estamos viviendo, los extremismos en todas sus formas resurgen con fuerza. En este ensayo, George Orwell establece una definición del nacionalismo que vas más allá del lugar geográfico, como un estado de rigidez mental en el que no tiene cabida ni el debate ni la reflexión.
George Orwell sobre la libertad de prensa
Cuando en estos momentos se pide libertad de expresión, de hecho no se pide auténtica libertad... Pero libertad, como dice Rosa Luxemburg, es «libertad para los demás». Idéntico principio que las palabras de Voltaire: «Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo».
Stefan Zweig sobre el estado alemán antes de la Primera Guerra Mundial
«Además, en 1914, después de casi medio siglo de paz, ¿qué sabían las grandes masas de la guerra? No la conocían. Apenas habían pensado en ella. Era una leyenda y precisamente la distancia la había convertido en algo heroico y romántico». ¿Sucede lo mismo hoy? ¿La vemos lejana, improbable?