John Stuart Mill sobre el cancel culture

La tiranía de la mayoría practica una tiranía social más formidable que muchas clases de opresión política; aunque no suele sostenerse con penas tan extremas, deja menos medios de escape, penetrando mucho más profundamente en los detalles de la vida y esclavizando al alma misma.

John Stuart Mill sobre el cancel culture
Contexto Condensado

En el debate político en los países donde existe la libertad de expresión, hay dos temas que no dejan de hacer ruido porque atentan contra esa libertad: 1) lo que se siente como un creciente autoritarismo de los gobiernos; 2) lo que se siente como un creciente autoritarismo de la sociedad.

Hoy demandamos como un derecho esta libertad de expresión, pero olvidamos que esto era hasta poco tiempo un lujo; las democracias que conocemos hoy son una cosa muy nueva. En las democracias de la Antigua Grecia, ni extranjeros, ni esclavos, ni pobres, ni mujeres podían votar. En nuestra era, las mujeres empezaron a tener voz y voto recién hace cien años, las «minorías» recién hace cinco o seis décadas. Las repúblicas y federaciones democráticas modernas surgen hace poco, a finales del siglo 18; a mediados del siglo 19, para contar los estados democráticos de todo el mundo alcanzaban los dedos de ambas manos (y entre ellos estaba Haití, un país que ha experimentado varias pesadillas y hoy vive una de sus peores). Pero en el mundo occidental empezaban a brotar las semillas plantadas en la Ilustración de los árboles que nos dan el oxígeno liberal o libertario de nuestros días. Una muestra eran las recién terminadas guerras de independencia en todo América.

En esa época, el debate político —que no sucedía en todas partes como ahora porque no todo el mundo tenía herramientas para expresarse, ni derecho a hacerlo, y ni siquiera era común leer y escribir— se centraba en la búsqueda y el funcionamiento de la autonomía individual y regional versus la sociedad, el Estado y el autoritarismo. En ese contexto, John Stuart Mill aplica su utilitarismo al tema y escribe un ensayo en 1859 que «se hace viral»: On liberty. Mill se da cuenta de que, a medida que disminuye la tiranía gubernamental, surge una nueva: la tiranía de la sociedad. El muy practicado cancel culture de nuestros días —la censura social— es una muestra perfecta de esta visión.

J. S. Mill dedica el libro a su mujer recientemente fallecida, la filósofa Harriet Taylor, con quien pulió y trabajó sus ideas. Diez años después comparó la situación de la mujer con la esclavitud; fue uno de los primeros hombres de literatura feminista. No fue el único tema en el que discrepó con la opinión «aceptada» de su sociedad. Quizá por eso pudo ver la tiranía social, que cuando estás del lado opresor no te das cuenta. Cualquiera que haya discrepado alguna vez con la opinión de su grupo social ha experimentado desde miradas confusas hasta miradas de horror, desde burlas hasta ostracismo. Quien no haya discrepado nunca con su grupo social, que se pregunte si sus opiniones son realmente suyas, o si es un loro que repite palabras ajenas.

A continuación, algunos extractos del primer capítulo de Sobre la libertad, escrito hace 165 años, cuando el mundo era otro, vigente todavía hoy.
Autor: John Stuart Mill (1806-1873)

Libro: Sobre la libertad
> Capítulo 1
>> Extractos

Publicado en 1859

Esta lectura es parte de los bonus tracks de nuestra serie y libro físico Alabanza y Menosprecio de la Libertad y la Democracia

La lucha entre la Libertad y la Autoridad es la característica más conspicua en las partes de la historia con las que estamos más familiarizados, particularmente en la de Grecia, Roma e Inglaterra. Pero en los tiempos antiguos esta lucha era entre los súbditos, o algunas clases de súbditos, y el Gobierno. Por libertad se entendía la protección contra la tiranía de los gobernantes políticos. Los gobernantes eran concebidos (excepto en algunos de los gobiernos populares de Grecia) como en una posición necesariamente antagónica al pueblo al que gobernaban ….... Por lo tanto, el objetivo de los patriotas era establecer límites al poder que el gobernante debía ejercer sobre la comunidad; y esta limitación era lo que entendían por libertad. 

Sin embargo, llegó un momento en que los hombres dejaron de considerar una necesidad de la naturaleza que sus gobernantes fueran un poder independiente, opuesto en interés a ellos mismos. Les parecía mucho mejor que los diversos magistrados del Estado fuesen sus arrendatarios o delegados, revocables a su antojo ..….. A medida que avanzaba la lucha por hacer que el poder gobernante emanara de la elección periódica de los gobernados, algunas personas empezaron a pensar que se había dado demasiada importancia a la limitación del poder mismo. Eso (podría parecer) era un recurso contra los gobernantes cuyos intereses se oponían habitualmente a los del pueblo. Lo que ahora se quería era que los gobernantes se identificaran con el pueblo; que su interés y su voluntad fueran el interés y la voluntad de la nación. La nación no necesitaba ser protegida contra su propia voluntad. No había que temer que se tiranizara a sí misma.

....…

Pero, en las teorías políticas y filosóficas, así como en las personas, el éxito revela defectos y debilidades que el fracaso podría haber ocultado a la observación ....… Ahora se percibía que frases como «autogobierno» y «el poder del pueblo sobre sí mismo» no expresan la verdadera situación. El «pueblo» que ejerce el poder no es siempre el mismo pueblo sobre el que se ejerce; y el «autogobierno» del que se habla no es el gobierno de cada uno por sí mismo, sino de cada uno por todos los demás. La voluntad del pueblo, además, significa prácticamente la voluntad de la parte más numerosa o más activa del pueblo; la mayoría, o aquellos que logran hacerse aceptar como la mayoría; el pueblo, por consiguiente, puede desear oprimir a una parte de sí mismo; y las precauciones son tan necesarias contra esto como contra cualquier otro abuso de poder.

.......

[La tiranía de la mayoría] practica una tiranía social más formidable que muchas clases de opresión política; aunque no suele sostenerse con penas tan extremas, deja menos medios de escape, penetrando mucho más profundamente en los detalles de la vida y esclavizando al alma misma. Por eso, la protección contra la tiranía del magistrado no es suficiente: se necesita también protección contra la tiranía de la opinión y el sentimiento prevalecientes; contra la tendencia de la sociedad a imponer, por otros medios que las penas civiles, sus propias ideas y prácticas como reglas de conducta a los que disienten de ellas; a encadenar el desarrollo, y, si es posible, impedir la formación, de cualquier individualidad que no esté en armonía con sus costumbres, y obliga a todos los caracteres a modelarse según su propio modelo. Hay un límite a la interferencia legítima de la opinión colectiva con la independencia individual: y encontrar ese límite y mantenerlo contra la usurpación es tan indispensable para una buena condición de los asuntos humanos como la protección contra el despotismo político...


Referenciado en:

Israel y Palestina, parte 4: esta guerra vs las otras
¿Por qué esta guerra es diferente de las anteriores y en qué se parece? ¿Qué rol juega la propaganda? ¿Hay un cambio en la opinión pública? Eso, y algunas observaciones sobre la esencia humana y su propensión al fanatismo.

Complementar con:

Epicteto: Sobre la libertad
Libre es quien vive como quiere; quien no puede ser forzado, estorbado ni apresurado. Ni ansiar ni temer, eso es libertad. Esto y vivir seguro y ser feliz es lo que busca cualquiera, porque ¿quién quiere vivir en el error, engañado, siendo injusto, quejumbroso, despreciado, obligado? Nadie.
Hannah Arendt: ¿qué es la libertad?
Que la prueba de la causalidad—la posibilidad de prever los efectos si se conocen todas las causas—no se pueda aplicar al campo de los asuntos humanos no es una prueba de libertad, sólo significa que no estamos en condiciones de conocer todas las causas que entran en juego. ¿Libertad=libre albedrío?