Enciclopedia Católica: virtudes fundamentales en el confucianismo

Como base para una vida de perfecta bondad, Confucio insistió principalmente en las cuatro virtudes de sinceridad, benevolencia, piedad filial y decoro. La benevolencia, manifiesta en la consideración bondadosa por el bienestar de los demás y en la disposición a ayudarlos en momentos de necesidad.

Enciclopedia Católica: virtudes fundamentales en el confucianismo
Contexto Condensado

De la Enciclopedia Británica pasamos a la Enciclopedia Católica. Se empezó a redactar en 1903, obtuvo permiso para ser publicada recién en 1908, y la última edición se publicó en 1913, después de 15 volúmenes.

Anyway, continuamos con nuestro trip sobre el Golden Rule, y avanzamos conectando a Confucio con el mundo cristiano, hasta que lleguemos al Nuevo Testamento. Ayer leímos una seccioncita—o una sección-cita—escrita por el sinólogo James Legge para la Enciclopedia Británica, donde trataba el tratamiento de Confucio de la Regla de Oro. “Los textos confucianos han sido puestos a disposición de los lectores en inglés por el profesor Legge”, escribía el Padre Charles Francis Aiken en el artículo sobre el Confucianismo que redactó para la Enciclopedia Católica. El Reverend nació en Boston en 1863, y murió en Boston en 1925. A los 27 años fue ordenado sacerdote, y 10 años después publicó The Dhamma of Gotama the Buddha and the Gospel of Jesus the Christ, obra que le valió un doctorado en Teología.

Father Aiken era un autor conocido y muy respetado en el círculo católico, y escribió para la Enciclopedia Católica los siguientes artículos: Apologetics, Brahminism, Buddhism, Confucianism, Hinduism, Jainism, Laws of Manu, Mencius, Monotheism, Felix-Jean-Baptiste-Joseph Nevé y Religion. El del confucianismo apareció en el cuarto volumen, y de allí extraemos sólo el inciso en el que describe las virtudes fundamentales de la doctrina (en la traducción de Javier Algara Cossío, pulida, retocada y adaptada al voseo en casa). En esta sección es donde está incluida, como cabe esperar, la Ley de Oro, de la que Legge indicó que había que poner “en el primer lugar” por sobre todas las otras.

Al final, cuando compara el confucianismo con la civilización cristiana, el Padre Aiken escribe:

“En el confucianismo hay mucho para admirar. Enseñó un concepto noble del Cielo-dios supremo. Inculcó un muy alto estándar de moralidad. Impulsó, en la medida que pudo, la refinadora influencia de la educación literaria y de la conducta educada”. Pero: “En su insistencia rígida sobre ritos y costumbres que tienden a perpetuar el sistema patriarcal con sus males concomitantes de poligamia y divorcio, de reclusión y represión excesiva de las mujeres, de obstaculización indebida de la libertad individual, el confucianismo contrasta dolorosamente con la civilización cristiana progresista”.

Autor: Charles Francis Aiken
Enciclopedia Católica

Artículo: Confucianismo (1908)

Sección 3: La Doctrina

Inciso C: Virtudes Fundamentales

Como base para una vida de perfecta bondad, Confucio insistió principalmente en las cuatro virtudes de sinceridad, benevolencia, piedad filial y decoro.

La sinceridad era en él una virtud cardinal. Por la forma en que la utilizaba, significaba más que una simple relación social. Ser honesto y directo en el habla, fiel a las propias palabras, concienzudo en el cumplimiento de los deberes para con los demás—todo esto y algo más venía incluido en la sinceridad. El hombre sincero era, en los ojos de Confucio, el hombre cuya conducta estaba siempre basada en el amor a la virtud y, en consecuencia, quien procuraba seguir las reglas de la conducta correcta en su corazón así como en sus acciones externas, tanto estando solo como en presencia de otros.

La benevolencia, manifiesta en la consideración bondadosa por el bienestar de los demás y en la disposición a ayudarlos en momentos de necesidad, también fue un elemento fundamental en las enseñanzas de Confucio. Era vista como el rasgo característico del hombre bueno. Mencio, el ilustre exponente del confucianismo, tiene el dicho extraordinario: “La Benevolencia es el hombre” (VII, 16). En los refranes de Confucio encontramos la Regla de Oro, en su forma negativa, enunciada varias veces. En las Analectas, XV, 13, leemos que cuando un discípulo le preguntó por algún principio para regir toda conducta, el maestro respondió: “¿No es la benevolencia mutua ese principio? Lo que no querés que te hagan a vos, no lo hagás a los demás”. Esto es sorprendentemente parecido a la forma de la Regla de Oro que se encuentra en el primer capítulo de las “Enseñanzas de los Apóstoles”—“Cualquier cosa que no te gustaría que te hagan a vos, no la hagás a los demás”—; también en Tobías, IV, 16, que es donde aparece por primera vez en la Sagrada Escritura. Confucio no estaba de acuerdo con el principio sostenido por Lao-Tsé de que la ofensa debería ser repagada con amabilidad. Su lema era: “Respondé a la ofensa con justicia y a la amabilidad con amabilidad” (Analectas, XIV, 36). Parece ser que él veía el asunto desde el punto de vista práctico y legal del orden social. “Recompensar la amabilidad con amabilidad”, dice en otra parte, “actúa como un motivador para la gente. Responder a la ofensa con ofensa actúa como una advertencia” (Li-ki, XXIX, 11).

La tercera virtud fundamental en el sistema confuciano es la piedad filial. En el Hiao-king, Confucio es grabado diciendo: “La piedad filial es la raíz de toda virtud”—“De todas las acciones de los hombres, no hay ninguna más grande que la de la piedad filial”. Para los chinos de ayer y de hoy, la piedad filial mueve al hijo a amar y respetar a sus padres, contribuir a su comodidad, y darles a ellos felicidad y honor a su nombre a través de tener un éxito honorable en la vida. Pero, al mismo tiempo, llevaba esa devoción a un grado tal que se convertía en algo excesivo y erróneo. Como consecuencia del sistema patriarcal que ahí prevalecía, la piedad filial incluía la obligación de los hijos de vivir, aún después de casados, bajo el mismo techo que el padre, y prestarle obediencia casi infantil mientras viva. La voluntad de los padres era declarada como suprema, llegando incluso al extremo de hacer que el hijo se divorciara, aunque le rompa el corazón, si su mujer no satisfacía los deseos de sus padres. Si un hijo responsable se viera en la necesidad de aconsejar a un padre descarriado, se le enseñaba a dar la corrección con la mayor mansedumbre; aunque el padre lo golpeara hasta sangrar, no debía mostrar ningún resentimiento. Por muy malo que fuese el padre, nunca perdía su derecho al respeto filial de su hijo.

Otra virtud de importancia primordial en el sistema confuciano es el decoro. Éste abarca toda la esfera de la conducta humana, motivando al hombre superior a llevar a cabo siempre la acción correcta en el lugar correcto. Encuentra su máxima expresión en las así llamadas reglas ceremoniales, que no se limitan a ritos religiosos y normas de comportamiento moral, sino que se extienden a la asombrosa cantidad de usos y costumbres convencionales que rigen la etiqueta china. Estos ya se definían en tiempos de Confucio como las trescientas mayores y tres mil menores reglas ceremoniales, todas las cuales debían ser cuidadosamente aprendidas como guía para la conducta apropiada. Tanto los usos convencionales como las reglas de conducta moral llevaban con ellas un sentido de obligación que descansaba primordialmente en la autoridad de los sabios-reyes y, en último término, en la voluntad del Cielo. Despreciar o desviarse de ellas era equivalente a un acto de impiedad.


Cita a:

Confucio: Analectas, capítulo 15
Zigong preguntó: «¿Hay alguna sola palabra que pueda guiarnos toda nuestra vida?» El Maestro respondió: «¿No sería la reciprocidad? Lo que no desees que te hagan a ti, no se lo hagas a los demás.»

Referencia a:

Lao-Tse - Conectorium
Lao-Tse (en chino, 老子; pinyin, lǎozǐ, literalmente ‘viejo maestro’), es una personalidad china, considerado uno de los filósofos más relevantes de la civilización china. Se le atribuye haber escrito el Tao Te Ching, obra esencial y más sagadrada del taoísmo. De acuerdo con este libro, el tao (camino…

Cf. de Conectorium:

Joseph McCabe: La ética cristiana (y su relación con la moral en el mundo)
La Regla de Oro de Cristo, tomémosla humanamente. Nadie va a amar a su prójimo como a sí mismo. No se puede hacer. Las emociones humanas no están hechas así. Un ideal debe ser algo realizable. Pero no tenemos que preocuparnos por esto, sino porque tenía siglos de antigüedad cuando Cristo la citó.

#inglés#Confucio#regla de oro


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Artículo completo en español en el sitio de la Enciclopedia Católica online:

https://ec.aciprensa.com/wiki/Confucianismo