Arte, eficiencia e inteligencia artificial: y con tu espíritu *

La inteligencia artificial, ¿reemplazará a los artistas? ¿eliminará trabajos? ¿cuáles? Las respuestas son obvias, pero no pude evitar escribir un artículo sobre el impacto de ChatGPT en el arte, su probable futuro cercano, y en contra de la charlatanería. Y sobre el espíritu del artista.

Arte, eficiencia e inteligencia artificial: y con tu espíritu *
El taller del artista, Louis Daguerre (1837)

“A partir de hoy, la pintura está muerta” — eso dicen que dijo el pintor Paul Delaroche en 1839, luego de ver la primera exposición de fotografías (daguerrotipos) de Louis Daguerre en la Academia Francesa de Ciencias. Daguerre era también pintor, decorador, y ahora inventor. Delaroche, que además fue profesor y mentor de varios, entre ellos de Manet, como todo el mundo, estaba impactado por el invento. Los recuentos de los periodistas y cronistas de la época son de asombro total y, en poco tiempo, la idea de que el arte del dibujo y la pintura, el de la representación, estaba sentenciado a morir, se había esparcido por Europa. Dieciocho décadas después ya sabemos que esto no sucedió. Es más, la pintura de retratos tuvo un inesperado auge en el siglo 19, y muchos artistas vieron en el invento la oportunidad de dedicarse a trabajos más personales, más pasionales y más ambiciosos. Y luego en la fotografía surgieron un nuevo arte y nuevos artistas. Hoy es un medio por el que cualquiera puede inmortalizar un momento, y un medio en el que no cualquiera puede encontrar la cura para la angustia que provocan la duda, la existencia, y el inexorable paso del tiempo.

Porque el arte —y esto ya lo han escrito muchos— es el escape del artista, y el de la sociedad. Como hobby o profesionalmente —practicar un instrumento, escribir un diario o libro que nunca verá la luz, dibujar o pintar, caminar y tomar fotografías, componer música o poesías, filmar sin que nadie se de cuenta, esculpir cerámicas, pasar clases de baile, diseñar en Vector o construir de a poco la casa propia, hacer muebles, crear diseños gráficos, jugar en Photoshop o en Dall-E, y hasta crear contenido para TikTok—, cualquier forma de arte, y ahora de ejercicio, que no tenga como fin último los likes ni los premios ni la exposición pública, sirve como cura para el espíritu, como medio para evitar la locura. El arte no es búsqueda de eficiencia, y el impulso de hacerlo es algo que el artista no puede controlar. El artista es artista en esencia, en su espíritu; el medio es sólo el instrumento para conseguir el fin (o para evitarlo).

Sirvan de ejemplo William Blake o Ernesto Sabato —por poner algunos—, que pintaban y escribían; Miguel Ángel, Bernini, Brunelleschi y Rafael, que pintaban y esculpían y diseñaban edificios; o el epítome de Leonardo da Vinci, que llevó el arte hasta la guerra y lo transpiró en todos sus inventos. Y si el Renacimiento en Florencia y Roma se te hace lejano, pensá en todos los escritores, poetas, pintores, ilustradores, fotógrafos y hasta community managers que tienen un feed en Instagram absurdamente estético y curado, reconocible a primera vista. No importa el medio, el arte se hace paso, y nunca va a dejar de existir: ars longa, vita brevis. Y las nuevas tecnologías que surgen —hoy las de inteligencia artificial que permiten crear imágenes, videos, audios y textos a partir de comandos o prompts—, las nuevas herramientas que nacen, estas no van a hacer más que crear nuevas categorías de artistas.

Con seguridad que van a ayudar en la eficiencia y que van a reemplazar a trabajadores. ¿Para qué tener un periodista si una inteligencia artificial puede escribir cientos de artículos al día que informen igual? Si el periodista sólo se dedicaba a informar, agregando palabras inútiles a lo que podrían haber sido bullet points, escribiendo sin buena prosa y sin arte poético, es reemplazable. Tengo un primo que ha decidido no contratar diseñadores gráficos ni ilustradores para un proyecto porque puede hacer ahora todo él mismo, jugando entre programas y plataformas; pero mi primo es un artista, y le gusta jugar, y le gusta que las cosas se hagan como él las tiene en mente. Yo tengo por editores de facto a mi esposa y mis padres, porque un editor externo no tiene sentido económico ni trabajaría en mis tiempos; ahora uso ChatGPT como editor, y problema (más o menos) resuelto. No le voy a dar instrucciones para que escriba mis artículos o contextos, porque a mí me gusta escribir — me hace bien, me convierte en investigador, me ayuda a pulir mis pensamientos, a conectar ideas, a refugiarme, y me trae todo el resto de beneficios casi indescriptibles de la literatura. Si le pido que escriba por mí, ¿qué hago yo? ¿qué me queda?

Además de que no escribirá como yo ni con mi personalidad. Me reemplaza “indicaciones” por “prompts”, “dinero” por “plata”, “profesora” por “profe”. Así como todos los Starbucks y hoteles Barceló del mundo se parecen, así como todos los barrios gentrificados del mundo tienen la misma onda, así como todos los hippies que venden manillas hacen las mismas manillas en todas partes del mundo, así también es la literatura fruto de una LLM (Large Language Model): indistinguible e impersonal, no tiene nada que ver con el alma y con el espíritu (al menos por ahora). Producir sin alguna gracia no es lo mío, a mí me gusta pasar mi tiempo en compañía de la creatividad.

Tengo amigos que no saben qué hacer con su tiempo libre, se desesperan. No han encontrado un hobby, bien llamado en español pasa-tiempo; no saben en qué ocuparlo y, por supuesto, algunos se sienten vacíos. Conozco gente que en el encierro de la pandemia no se soportaba a sí misma y peor a sus familiares, gente que no sabía qué hacer. No encontraban refugio ni remanso en la lectura, ni en las series, ni en las películas, ni en hacer ejercicio en casa, ni en limpiar y ordenar su departamento — y pocos placeres hay mejores que este último. A mi hermano le gusta barrer su departamento, y cuando le preguntaron por qué no se compra uno de esos robotcitos que aspiran y barren solitos, su respuesta fue: “¿y después qué hago yo?” Si esto se trata de pasar un tiempo haciendo cosas que le permitan a uno tener un momento consigo mismo, con sus pensamientos, con su espíritu. Se trata, quizá, de matar el tiempo; con seguridad, de escapar del vacío.

Si hay editores que editan porque aman editar, no se van a quedar sin trabajo. Si hay ilustradores cuyo trabajo emana pasión, no sólo no se van a quedar sin trabajo sino que los trabajos que incluyan su firma son muchísimo más valorados. Si hay periodistas que hacen investigación o reportes excepcionales, no se van a quedar sin trabajo. Lo mismo con investigadores e historiadores cuya obra no sea sólo un recuento de lo que otros ya han encontrado y escrito. Lo mismo con los traductores que le ponen su sello y dedicación completa a la obra. Lo mismo con los pintores que se dejan el alma en detalles. Y así con todas las artes habidas y por inventar. En cambio, lo contrario sí va a suceder con los trabajos manuales, o los que vienen con un manual, como ha sido siempre. Ya no hay tantos cargadores en almacenes ni puertos, ni lijadores de puertas, ni IT guys que se encargan de montar y mantener servidores, ni ordeñadores de vacas, ni cosechadores. Hay hasta menos contadores, secretarios y financial analysts; pero veo más escritores y fotógrafos, porque es más fácil hacerlo y compartir el contenido. Y ahora hay algo que hace pocos años no había: creadores de contenido. E influencers, que ojalá hubieran menos y también menos marketineros. Y glorioso será el día en que haya menos gente barriendo las calles y limpiando baños.

La tecnología reemplaza los trabajos que nadie soñó con hacer cuando era niño, y hace que trabajos mecánicos y mediocres puedan quedar como pasatiempo. Si tu trabajo es repetitivo —y esto incluye a los programadores que hoy gozan de un sueldo y status laboral alto— es inevitable que desaparezca en algún momento. ChatGPT ya puede escribir códigos de programación, pasar el examen para ser abogado, resolver complejas ecuaciones matemáticas, resumir textos, darte ideas para tu fiesta, crear copy para tus posts en redes sociales y hasta enojarte. Pero la tecnología no destruye trabajo sino al revés, crea nuevas fuentes, y libera tiempo para que tengamos más tiempo libre. Que lo malgastemos es otra cosa (pero el mismo tema).

Es verdad que esto puede destruir algunas vidas: habrá empresarios que van a perder mucha plata, así como hubo pintores que perdieron todo cuando llegó la fotografía porque no supieron hacer otra cosa o no tuvieron tiempo o energía para “reinventarse”. Video killed the radio star. Los memes y los tuits informan tanto como largos artículos, de los que se escribían para ocupar espacio en el periódico impreso aunque el titular haya sido suficiente, práctica que fue heredada a la era digital sin meditar su origen. Las viejas cadenas de TV se están pudriendo por las nuevas que funcionan a pedido y por streaming; los teatros mediocres sufrieron una muerte anunciada cuando surgió el cine y éste se vio afectado con el streaming y luego por la pandemia, pero ir al cine y al teatro es una actividad social. Las librerías de barrio fueron muriendo gracias a —o por culpa de— Amazon, pero ir a la librería es una actividad social y una forma de pasar el tiempo. Mi padre sigue haciendo todos sus cobros y pagos en persona, en el banco, en vez de automatizarlos, y elige ir a una sucursal del banco que le queda lejos, pero que es la que más le gusta; ir al banco es una actividad social, y le permite “ver vida”, ver movimiento. A mi abuelo le gustaba ir al mercado en vez de ir al supermercado cercano por el mismo motivo. Como a mí no me gusta ir al banco ni al mercado, salgo a caminar por la ciudad a la “hora del cafecito” para ver y sentir vida.

ChatGPT no te va a escribir en un artículo sobre sus amigos, sus vecinos, sus antepasados, sus amores, sus propios pasatiempos. Si lo hace sabés que es un invento aunque se sienta natural, que es producto de algo que construye desde y sobre la búsqueda de otras cosas que ya existen en internet, y no desde y sobre la búsqueda espiritual, para pulir los pensamientos propios y ayudar a que los lectores hagan lo mismo. Aunque es probable que los productos de una inteligencia artificial nos produzcan empatía y simpatía — hace poco quise agradecerle por un par de correcciones a ChatGPT y me acordé de la abuelita que se hizo viral porque en sus búsquedas de Google ponía “por favor” y “gracias”, y de los que empiezan sus charlas con el bot diciendo “hola”. Creamos estas herramientas a nuestra imagen y semejanza, de la misma manera en que creamos a ese Dios que idolatramos, que no se parece a ese Dios o YHVH o Uno, universal e indescriptible con palabras o cualquier arte representativo (el Dios de Spinoza, Einstein, Nietzsche, Borges, Whitman). A medida que el mundo y las juventudes se fueron apartando de la religión institucionalizada —con motivos de sobra— tuvieron que surgir nuevos bastones, nuevas barandas sobre las cuales agarrarse, porque el humano necesita algo que lo sostenga en su caminar, y ese algo fue la religión durante mucho tiempo, con explicaciones para todo, que servían para desangustiar el espíritu. Ahora, para encontrar explicaciones y sentido en la existencia, muchos se apegan a narrativas.

Ya he escrito mucho sobre esto, pero, por nombrar algunas, están las narrativas políticas, las causas sociales (que también son políticas), las neo-religiones espiritualistas; están los que resienten el progreso (o lo que entendemos por progreso)... Y están los que aman el progreso y las nuevas tecnologías y odian todo lo que venga del pasado, que no saben apreciar el valor de la experiencia y la sabiduría, aman el futuro que no conocen; se los conoce como neomaníacos. Su lema es move fast and break things, acuñado por Mark Zuckerberg, creador de una red social aún cuando dicen que carece de habilidades sociales. Entiendo el motivo que hay detrás del mantra: iterar rápido y adaptarse lo más rápidamente para llegar al famoso product/market fit. Utilidad y velocidad. Uso eficaz y eficiente del tiempo y recursos. Planificación estratégica. Ideas muy interesantes en papel, pero que poco tienen que ver con la naturaleza humana y la realidad. “Si querés hacer reír a Dios, contale tus planes”, como me repite siempre mi madre. La Naturaleza tarda decenas de años en evolucionar alguito. En cambio nuestra evolución tecnológica se ha movido a un ritmo al que no podemos marchar ni acostumbrarnos, y eso trae todavía más angustia. Casi nadie quiere pararse a pensar si vale la pena hacer lo que estamos haciendo, si vale la pena hacer algo sólo porque podemos hacerlo.

Aunque hay un grupo de notorios que sí ha salido a pedir una pausa en esta carrera de innovación en Inteligencia Artificial con una carta para parar los experimentos. En el grupo de más de mil personas hay CEOs, directores y ejecutivos de empresas y think-tanks, principalmente asociados al mundo de la tecnología y la Inteligencia Artificial; hay activistas sociales, escritores, investigadores, founders, profesores de universidad y un montón más de personalidades, entre ellos Elon Musk, Steve Wozniak y Yuval Noah Harari. El grupo pide una “pausa de seis meses”, como si eso fuera mucho tiempo — aunque es mucho para la velocidad a la que estas innovaciones se mueven ahora mismo. Piensan que OpenAI, Microsoft, Google y compañía son capaces de parar, y piden que la pausa sea transparente y que el gobierno la controle, como si el gobierno pudiera controlar lo que sucede en los servidores internos. Como si las empresas no pensaran primero en sus intereses y su negocio. Y, lo peor de todo, dando tiempo suficiente para que China, y quién sabe la India, se adelanten en la carrera, porque ellos no van a detenerse —y porque en Europa casi no hay innovación tecnológica—, cediendo la delantera en bandeja de oro al supuesto contrincante del que tanto se quejan.

En lo que parecen ser patadas de ahogado, se preguntan si “deberíamos dejar a la máquinas inundar nuestros canales de información con propaganda y mentiras”; punto por demás de válido si no fuera que es algo que, no sólo que igualmente ya lo hacemos los humanos, sino que lo hacen algunos de los mismos que firman esto. Se preguntan si “deberíamos automatizar todos los trabajos, incluyendo los gratificantes”, los que son fulfilling, como si ellos mismos no lo hubieran hecho en sus empresas, como si no fueran a surgir nuevas fuentes de trabajo como ha ocurrido siempre, como si esto no fuera una ingenuidad indigna de sus investiduras. La intención que tienen, si fuera noble, no molestaría, pero lo hace por la hipocresía. Cabe preguntarse aquí lo que sugiere Seth Godin: cui bono? ¿Quién se beneficia con esta pausa que piden? ¿No la están pidiendo para ponerse al día, para no perder su lugar en la mesa? ¿Qué intereses tienen realmente por detrás? ¿Cuánto afecta a sus inversiones? A primera vista, el pedido es populista y demagogo (varios de ellos lo son), y lo es hasta el nombre de la non-profit elegida: Future of Life.

Pero la más linda de sus interrogantes es si “deberíamos desarrollar mentes no-humanas que podrían eventualmente ser más que nosotros, más inteligentes que nosotros, reemplazarnos y hacernos obsoletos”... ¿es esto una ingenuidad y no entender la naturaleza humana, o es maldad mezclada con insulto a la inteligencia de la sociedad? Porque es una estupidez, así como la frase con la que continúan: “¿deberíamos arriesgar el control de nuestra civilización?” El tiempo para hacer eso ya pasó. Ya la música que escuchamos y las series que se van a escribir, lo decide un algoritmo. Y si esto te parece banal: tu mejor amigo de la universidad, tu roomate, lo eligió un algoritmo. El algoritmo decide qué publicidad mostrarte, qué productos fabrica Amazon, quién te va a gustar en Tinder, a quién seguir en Instagram y qué personajes son más propensos a ser famosos en TikTok. Elige a quién se le otorga una visa, los créditos que se otorgan y a quién, qué empleos son para vos en LinkedIn, y en qué empresas invertir en la bolsa — o sea, cómo distribuir la riqueza. El algoritmo ya es life-changer, ya tomó el control, y la humanidad no se siente ni obsoleta ni reemplazada.

Además, cualquier medio tecnológico, cualquier inteligencia artificial, el rato que realmente querramos, se puede apagar, se puede desenchufar. Y si pensás que esta solución es muy simplista, comparemos esta “emergencia” con la que esta petición compara cuando dicen que “la sociedad ha pausado otras tecnologías con efectos potencialmente catastróficos” —mirá, por favor, sus ejemplos—: la clonación, la modificación del genoma germinal en embriones y gametos, el gain of function research que permite alterar organismos genéticamente (y crear virus), y la eugenesia que aspira a “mejorar” los rasgos hereditarios. ¿Podés desenchufar alguno de esos ejemplos? ¿Podés compararlos siquiera? Unos cambian los genes del humano, lo otro es una herramienta. ¿No te parece a bit of a stretch?

Un profesor de la Universidad de Harvard escribe que entre “los futuros riesgos de sistemas de IA poderosos se incluye: dar prescripciones médicas erróneas por culpa de diagnósticos en base a data fallida”, pero si eso sucede unas cuantas veces, lo que va a pasar es que la gente, que no es estúpida, no va a confiar su salud a un sistema de IA y va a seguir esperando que el doctor le pase su receta. Otra cosa que dice el profesor Loeb es que estos sistemas podrían “crear pandemias al hacer ingeniería genética de virus”, que no entiendo cómo manipularían los genes sin ayuda de un humano, imagino que tendrían que crear sus propios robots, y para hacerlo sin ayuda humana tendrían que hacer sus propias órdenes de compra, importación, aduanas, llenar formularios, conseguir los genes... También dice este señor que las IA podrían “controlar armas de destrucción masiva”, como si una persona que tiene el poder de controlar armas de destrucción masiva se las fuera a confiar a una máquina o a otra persona, como si el que tiene poder lo quisiera ceder; el poder es adictivo, profesor, sobre todo el de destrucción. Este tipo es profesor de Ciencias en Harvard, pero entiende poco sobre la naturaleza humana.

Pero repito que no critico el pedido para que los que están desarrollando inteligencias artificiales se paren a pensar un poco en las consecuencias, y dos pasos más allá, y ver si todavía en la humanidad hay espacio para la moral y la ética (o al menos en esta época), y para analizar el riesgo. No tengo nada en contra de acciones loables, pero me choca el chantismo, me pone los pelos de punta la charlatanería y el self-interest disfrazados de preocupación por “the people”, el autoritarismo disfrazado de defensa de la democracia, hoy rasgos muy conectados a la neofilia, alabados por gente que tiene amor por lo nuevo o gente que no sabe dónde más refugiarse de fuertes cambios sociales y que cae presa de discursos. Y si veo esto, mi gen de escritor me impide no denunciarlo — y el que tenga oídos, que escuche.

Asumo que vale la pena recordar que puede que todo esto sea muy grave... o no. Hace pocos meses todo era “cripto” y “web3”, y durante un tiempo todo era “metaverso”, y ahora todo es “IA”. Cripto no pudo afianzarse en el día a día, en la vida ordinaria, no pudo cumplir una función ni ser algo sencillo ni práctico; y peor el metaverso, fantasía de sociópatas; todo lo contrario a la Inteligencia Artificial, que ya tiene millones de usuarios y varios usos reales y diarios, y que no es tan nueva, pero que está en su fase de hype. Con ésta va a suceder lo mismo que con la fotografía: todo el mundo en el siglo 19 quería especializarse en ella, o tener una cámara, o probarla, y luego ahora es la cosa más ordinaria y común del mundo, todos cargamos una cámara en el bolsillo; y en el mismo aparato, toda la potencia de la IA, que en unos añitos va a ser cosa de lo más cotidiana.

En el siglo 19 se habló de la fotografía por décadas, porque la velocidad de los cambios en la innovación era más lenta; hoy todo cambia en un abrir y cerrar de ojos mientras accedemos a la información de todo el mundo al segundo, cosa que no sucedió nunca antes. Nunca un niño del campo boliviano cantó canciones en coreano mientras veía noticias en vivo de alguna huelga en Israel o algún tiroteo en los Estados Unidos. Y el tema de aquí a unas semanas puede que sea Israel. Y el tema de mañana será Trump, y el de hace una semana fue el pánico financiero. Y cuando digo “mañana” y “hace una semana”, querido lector del futuro, no estoy hablando metafóricamente sino en un sentido estrictamente literal: hace una semana es hace siete días, mañana es en 24 horas, esos son los tiempos de las noticias de hoy. Lo que antes se comentaba por meses o años hoy pasa de moda en días: no hay tiempo ni espacio para la profundidad — excepto en el arte, en el de verdad, en el que tiene alma y espíritu. Lo demás es moda, y la moda está contaminada de chantismo, hype y hustle, el crear expectativa y burbujas. Y ahora resulta que nadie quiere ni espera que exploten. ¿Es esto ingenuidad, estupidez o malicia? Choose your fighter.

Ya hice una crítica anteriormente al abuso del lenguaje y de la novedad por parte de este tipo de gente que ve sólo bondades en que la comida te llegue en 15 minutos a la puerta de tu casa, que no puede ver cosas de segundo orden. Nada malo con comer ahora mismo, dados los tiempos y la naturaleza de esta era; pero es innegable el caos que causan las motos de delivery y la basura que genera esta cadena de abastecimientos; además, cocinar y comer es también una actividad social. No sólo comer en casa: ir al restaurante, incluso a recoger tu comida, es una actividad social; lo mismo que que ir a Ikea o al súper o la tienda o a la oficina a trabajar.

También critiqué al mundo de los venture capitalists que se dedican a estafar, no de los que se dedican a ser ángeles, que a esos los quiero y mucho. Lógicamente esto me costó algunos lectores (suscriptores). Tuve en la universidad profesores que empezaban sus materias con las cosas más difíciles o con críticas durísimas, y que después decían algo que parafraseo: “ahora que hemos deshierbado el jardín, podemos proceder a plantarlo y regarlo”. Ahora que hemos weeded out a algunos neomaníacos, podemos empezar a hablar en serio de las bondades del sistema y de la tecnología.

Nadie puede saber lo que deparan nuestros inventos, ni para qué se van a usar. ChatGPT empezó como un laboratorio de research, pensando que podía monetizarse cobrando una suscripción por productos premium que ayuden a eficientar procesos en empresas; pero se está viendo convertida, como Facebook, en una consumer app (lo que significa que el negocio está en nuestra data). Así como todos los emprendimientos del mundo tienen una página de Facebook, es probable que todos terminen teniendo una en ChatGPT o su paralelo, porque ahí se va a buscar la información. Y a través de ella vamos a hacer compras del súper, y nos va a comparar precios en diferentes lugares, de los que quizá ordene automáticamente para ahorrarnos dinero. Y quizá y cada vez que alguien quiera publicar un dato falso, un fake news o una tergiversación, ChatGPT u otro LLM la podrá censurar. Y quizá también pueda eliminar toda la sarta de frases falsas y mal atribuidas que pululan internet.

“El arte es para consolar a los que están rotos por la vida”, escribió Van Gogh. En Google no estaba dando con la fuente, así que le pregunté a ChatGPT, me dijo que Van Gogh escribió esto en una carta a su hermana Wilhelmina el 11 de septiembre de 1888, en Arles, Francia. O sea, poco antes de cortarse la oreja. Le pregunté cuál era la frase original en francés (Van Gogh escribía en holandés y francés): “L'art est de consoler ceux qui sont brisés par la vie”. Como en Google no podía encontrar ninguna carta con esa fecha, ni con esa frase, le pedí a ChatGPT que me de el link de la carta si lo tenía; me dijo que claro que sí, me pasó un link erróneo, cuando le comuniqué el error, me pasó otro erróneo, luego le dije que parece que no había tal carta en esa fecha a su hermana; después de cada error que afirmaba con total seguridad y comunicaba con certeza, me pidió disculpas, y me dijo que no fue en una carta a su hermana, sino a Émile Bernard, el 18 de noviembre de 1888, que la frase aparece cerca al final de la carta, y me pasó otro link malo. Y luego otro. Y luego, cuando le dije: “no tenés idea si la frase es de Van Gogh, ¿no? Todos los links son erróneos” — recién ahí me respondió que no hay certeza que la frase sea del pintor, y que es probable que sea inventada o mal atribuida. La cita no existe en ninguno de los sitios que uso para verificar frases (ni en inglés ni en francés ni en holandés) pero sin embargo está repartidísima por internet. Y es que es bella, y es que apela a emociones profundas y compartidas, y es que el nombre “Van Gogh” al lado de la frase le da un aire onírico que lo lleva a uno a repetirla. Pero este proceso de no saber y no encontrar, ChatGPT o su rival lo van a perfeccionar. Los LLM van a funcionar como verificadores y quizá como dueños o filtros de “la verdad” (que es la personalidad que ya tiene ahora). Van a funcionar como Alexa, Siri, o Google Assistant, pero mejor. Uno creería que el siguiente paso natural sería que WhatsApp permita hacer reservas, compras y pagos desde su plataforma, como lo hace WeChat en China, pero se están atrasando; y es probable que en un par de años yo pueda escribir en ChatGPT “El Pueblito Hotel Boutique” y que termine haciendo, directamente en esa interfaz, mi reserva y mi pago. Y estos son casos banales comparados con las inteligencias artificiales que ya han podido detectar tumores cancerígenos y embarazos; o el caso del Apple Watch que detectó una arritmia en su usuario y llamó automáticamente una ambulancia y le salvó la vida. Ahí van a estar los más grandes impactos de la tecnología, en la salud, que es donde vienen estando, solo que los damos por sentado.

Las posibilidades no son infinitas, pero no las conocemos. Y más ahora viendo su actual posicionamiento de marca y de uso, que han logrado que OpenAI (ChatGPT) cierre tratos con empresas como Zapier (integraciones entre aplicaciones), Instacart (delivery de groceries a domicilio) y, lo más llamativo, Wolfram Alpha (motor de búsqueda computacional y científico). Millones de personas ya usan este chat-bot de forma activa, y ya hay un montón de pitches en el mundo de venture capital usando como explicación: “el ChatGPT de...”, así como en su momento todo era “el Uber de...”, o “el Google de...” El último que he visto es “el ChatGPT de creación de video”. Gracias a la inteligencia artificial tuvimos a Tupac en Coachella, y a Maradona y Pelé en los festejos oficiales del título mundial la selección argentina. Ya se puede crear música, también, con la voz de tu cantante favorito (hay ejemplos recientes de Kanye y Eminem).

Hace pocos días se volvían virales las imágenes que creó un periodista en Midjourney con el prompt: “Donald Trump siendo apresado por la policía en Nueva York”. Puede que veamos esa escena en pocos días, pero estas imágenes, se nota que son truchas, aunque no faltó quien se las tragó. Y de aquí a poquito nos van a parecer reales muchas cosas inventadas (más de lo que ya nos pasa ahora), como ya hay videos deepfakes que parecen ciertos, y que ponen palabras en la boca de gente que nunca las dijo. Todo esto es inevitable, así que habrá que entrenarse en aprender a discernir la diferencia. No sé cómo, pero habrá que hacerlo, o crear herramientas para hacerlo, porque el humano siempre encuentra maneras de manipular cada vez que se le presenta una nueva herramienta para hacerlo, así como para crear arte, que es lo que va a pasar. Estas herramientas van a crear nuevas fuentes de empleo, nuevas fronteras y nuevos artistas; nunca, a los que son realmente buenos, nunca se los va a poder reemplazar.

El mismo Paul Delaroche, que supuestamente exclamó que la pintura moriría, defendió el invento de la fotografía, diciendo que era algo que podía ayudar a los artistas, que era “un admirable descubrimiento” para estudiar y aprender, “un inmenso servicio prestado a las artes”. Pocos años después hubo quien lo describió de mejor manera, titulando un artículo: Photography, handmaid of art.

Yo todavía recuerdo mi impresión, hace menos de un año, en el Kunsthalle de Hamburgo, al ver por primera vez el cuadro de Paul Delaroche de Napoleón Bonaparte derrotado en Fontainebleau. Me quedé ahí, parado, mirándolo por varios minutos. Entre la expresión de Napoleón y la de Delaroche, me encontré tiempo después sentado, todavía al frente de la pintura, todavía mirándola, mientras mi mujer, que es artista y que me llevó a conocer el museo, se deslizaba en la sala deleitándose con todo lo que había alrededor. ChatGPT todavía no la ubica (a la pintura, no a mi mujer), todavía no conoce la obra y ni aunque le pase el link de la pintura en la web del museo da con ella ni puede describirla. Se enreda en verbosidades, repite cosas vagas sobre el estilo de Delaroche y confunde la pintura con otras, aún cuando yo le voy dando pistas. Le digo que está equivocado, me pide disculpas, y en vez de decir que no sabe, saca otra descripción errónea de la galera. Le miento para que me desmienta, y me dice que tengo razón. Y así van más de quince iteraciones. Quizá tenga que enseñarle, describírsela parte por parte, porque es un language model, no un visual model. Quizá tenga que decirle que en 1846 nadie podía creer que Delaroche hubiera podido pintar esa serie de cuadros de Napoleón derrotado, con tal parecido al emperador y a su semblante en 1814, sin haberlo visto nunca, sólo desde otros cuadros y descripciones. Quise describir la obra y lo que sentí con palabras, pero no puedo.

La longitud de este ensayo se me fue de las manos. Quería escribir algo cortito, pero no pude. Un amigo me sugiere que le pida a ChatGPT que me lo resuma, que le quite todo lo que no es esencial, o sea, que le robe el alma, pero que mantenga lo que es “importante”: la información. Pero si lo hago, ¿qué me queda?



#más sentido común, por favor


Cf.:

Larry Shiner: la asimilación de la fotografía y su relación con el arte
Aunque la fotografía no terminó con la pintura en los años que siguieron a 1839, algunas formas de la pintura funcional declinaron y desaparecieron virtualmente. En medio de este entusiasmo, algunos fotógrafos intentaron hacer fotografías que pudieran pretender alcanzar el estatus de obras de arte.
“The eyes chico”, y el daguerrotipo, con Schopenhauer
Cada rostro humano es más bien un jeroglífico que se puede descifrar y cuyo alfabeto llevamos dispuesto ya en nosotros. E incluso la cara de un hombre suele decir más cosas y más interesantes que su boca. El exterior, ¿reproduce y representa el interior? El rostro, ¿revela la esencia del hombre?
Epicteto: Sobre la angustia (featuring Ryan Holiday)
Cuando veo a un individuo angustiado, me digo: «¿Qué querrá éste? Si no quisiera algo de lo que no depende de él, ¿cómo iba a estar angustiado?». Pero nos angustiamos por el cuerpecito, por la haciendita, por el qué le parecerá al César, pero por nada de lo interior…
María Zambrano: de la duda y el “querer ser” surge la angustia (y la voluntad)
En el fondo de toda esta época moderna, parece residir un solo anhelo: «querer ser». La metafísica europea es hija de la desconfianza, de la duda; la virginidad del mundo se ha marchitado. Y con la duda surge la angustia, relacionada al sistema. Y la angustia no se resuelve sino con actividad.
Seth Godin: Los coordinadores
Podemos querer creer que la cultura simplemente ocurre, que es orgánica, distribuida y basada en millones de decisiones independientes. Y a veces es así. Pero más a menudo, hay un instigador y un beneficio para alguien en el camino. ¿Cómo decide el coordinador? ¿Trabajan pensando en tus intereses?