Jorge Luis Borges: sueño de sueños

Diría que las palabras gobierno e ideal se contradicen. Yo preferiría que fuéramos dignos de un mundo sin gobiernos, pero tendremos que esperar unos siglos. Ahora estamos «over-ridden», estamos «haunted» por el Estado, el Estado se mete en todo. El Estado está constantemente abrumándonos.

Jorge Luis Borges: sueño de sueños
Contexto Condensado

Reina Roffé es una escritora y periodista nacida en Buenos Aires en 1951. En 1982 mantuvo dos conversaciones con Jorge Luis Borges: “Una de ellas tuvo lugar en la ciudad de Chicago y la otra en Nueva York”. Cuenta Borges que en 1914 se viajaba sin pasaportes: “no había pasaportes; éstos vinieron después de la Primera Guerra Mundial, la época de la desconfianza... Ahora usted no puede dar un paso sin demostrar quién es”. Ahora, también, es más fácil viajar; más fácil que venga a tu tierra algún extranjero; más fácil, o natural, ser desconfiado. Habla don Jorge Luis también sobre su ideal de gobierno, y aunque “las palabras gobierno e ideal se contradicen”, lo mejor sería un Estado que no abrume, que de espacio a la libertad. Hay un guiño a la anarquía, que en sus inicios no era —ya lo hemos visto— lo que es hoy día, sino la idea de un Estado al mínimo.

Esta entrevista se publicó en varias colecciones y diarios entre 1985 y 1999, y por la misma Roffé en dos libros llamados Conversaciones Americanas (2001) y Voces Íntimas (2021). Entre las entrevistas que le acompañan, la de Borges se expone bajo el título Sueño de sueños. Su ideal político encaja en esta descripción.

Entrevistas con Jorge Luis Borges

“Sueño de sueños” (1982)

(Extracto del final de la entrevista)

...

—Recuerdo una nota, que desató una gran polémica en 1971, titulada «Leyenda y realidad», en la que usted manifestaba su posición en contra del peronismo.

—Claro, por razones éticas, nada más. Yo no soy político ni estoy afiliado a ningún partido.

—¿Usted fue perseguido durante la primera etapa del peronismo?

—Más o menos. Me amenazaron de muerte, pero después se olvidaron. Mi madre, en cambio, estuvo un mes presa; mi hermana y un sobrino mío también. Conmigo se limitaron a amenazas telefónicas. Por eso, me di cuenta de que estaba perfectamente seguro, si alguien va a matar a otro no se lo va a comunicar por teléfono antes ¿no?, por tonto que sea.

—Recuerdo otro de sus textos, «El simulacro», donde usted presenta a Perón como el dictador y a Eva Duarte como una muñeca rubia, y dice que crearon una crasa mitología.

—El hecho que yo refiero ahí, que no recuerdo muy bien ahora, era ese, el hecho de pasear una muñeca que simulaba ser el cadáver de Eva y un señor que simulaba ser Perón. Y ganaron bastante dinero haciendo esto. Esta historia me la habían contado dos personas que no se conocían entre sí, de modo que ocurrió en el Chaco, yo no la inventé, además no es una hermosa invención tampoco; es bastante torpe, bastante desagradable ver a alguien que se pasea con un ataúd, con una figura de cera, que está jugando a ser un cadáver; es una idea terrible y que se pague para ver eso y que la gente rece. Sí, crasa mitología viene a ser lo justo. Me había olvidado totalmente de esa página, pero tiene razón, yo la escribí porque me había llamado tanto la atención.

—Usted descree de la democracia. ¿Cuál sería el gobierno ideal para Borges?

—Diría que las palabras gobierno e ideal se contradicen. Yo preferiría que fuéramos dignos de un mundo sin gobiernos, pero tendremos que esperar unos siglos. Habría que llegar a un Estado universal, se ahorrarían los países, eso sería una ventaja y luego no habría necesidad de un Estado si todos los ciudadanos fuesen justos, las riquezas fueran bien repartidas, no como ahora que hay gente que dispone de muchos bienes espirituales y materiales y gente que no dispone de nada. Todo eso tiene que corregirse, pero quizá tengamos que esperar unos siglos para que se modifiquen las cosas.

—Macedonio Fernández, a quien usted conoció, era anarquista.

-Yo le debo tanto a Macedonio... Sí, en ese sentido era spencereano [por Herbert Spencer]. Creo que hablaba de un máximo de individuo y un mínimo de Estado.

—¿Usted piensa lo mismo?

-Sí, claro. Ahora estamos over-ridden, estamos haunted por el Estado, el Estado se mete en todo. Cuando fuimos a Europa en el año 1914 viajamos de Buenos Aires hasta Bremen sin pasaportes, no había pasaportes; éstos vinieron después de la Primera Guerra Mundial, la época de la desconfianza. Antes se recorría el mundo como una gran casa con muchas habitaciones. Ahora usted no puede dar un paso sin demostrar quién es. El Estado está constantemente abrumándonos.

—Usted ha recibido muchos premios y ha sido postulado para el Premio Nobel varias veces...

—Sí, pero los suecos son muy sensatos, yo no merezco ese premio.

—¿Cuál sería el premio que usted desearía recibir?

El Premio Nobel, desde luego, pero sé que no lo recibiré, lo cual lo hace aún más codiciable.


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