Jorge Luis Borges: Juan 1, 14

Yo que soy el Es, el Fue y el Será. Estuve entre ellos con asombro y ternura. Conocí la vigilia, el sueño, los sueños, la ignorancia, la carne, los torpes laberintos de la razón, la amistad de los hombres, la misteriosa devoción de los perros. Fui amado, comprendido, alabado y pendí de una cruz.

Jorge Luis Borges: Juan 1, 14
Contexto Condensado

Para hablar de Jesús como el Cordero de Dios y su sentido pascual, hay que apoyarse en el Evangelio de Juan, capítulo 1, versículo 29. El padre Raymond E. Brown hace un análisis pormenorizado del versículo (y de cada capítulo del Cuarto Evangelio), analizando palabras y traducciones.

El primer capítulo de Juan inicia diciendo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, y luego el versículo 14 se convierte, entonces, en algo trascendental:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Todavía se teoriza si este evangelio se escribió primero en arameo o en griego antiguo (koiné); de lo primero no hay pruebas, así que no es académicamente aceptado. En el segundo, la traducción Verbo corresponde al griego λóγος, logos, que también se traduce como “palabra, razonamiento, discurso, instrucción, cálculo, oración, cita, inteligencia...”. Hay innumerables análisis y debates sobre su uso en el Evangelio de Juan y su significado, y sobre el sentido de la palabra en sí, que al latín fue traducida como Verbum. Para los estoicos era el destino y la razón universal; para Heráclito, la ley y el orden universal base de todo lo que ocurre; para Platón, lo que da razón a un discurso bien armado; para Aristóteles, lo lógico, razonable y persuasivo del discurso; para los neoplatónicos, lo que para Juan. Y para Borges, lo que escribe en su poema Juan I, 14.

Autor: Jorge Luis Borges

Libro: Elogio de la Sombra (1969)

Poesía: Juan I, 14

No será menos un enigma esta hoja
que las de Mis libros sagrados
ni aquellas otras que repiten
las bocas ignorantes,
creyéndolas de un hombre, no espejos
oscuros del Espíritu.
Yo que soy el Es, el Fue y el Será,
vuelvo a condescender al lenguaje,
que es tiempo sucesivo y emblema.
Quien juega con un niño juega con algo
cercano y misterioso;
yo quise jugar con Mis hijos.
Estuve entre ellos con asombro y ternura.
Por obra de una magia
nací curiosamente de un vientre.
Viví hechizado, encarcelado en un cuerpo
y en la humildad de un alma.
Conocí la memoria,
esa moneda que no es nunca la misma.
Conocí la esperanza y el temor,
esos dos rostros del incierto futuro.
Conocí la vigilia, el sueño, los sueños,
la ignorancia, la carne,
los torpes laberintos de la razón,
la amistad de los hombres,
la misteriosa devoción de los perros.
Fui amado, comprendido, alabado y pendí de una cruz.
Bebí la copa hasta las heces.
Vi por Mis ojos lo que nunca había visto:
la noche y sus estrellas.
Conocí lo pulido, lo arenoso, lo desparejo, lo áspero,
el sabor de la miel y de la manzana,
el agua en la garganta de la sed,
el peso de un metal en la palma,
la voz humana, el rumor de unos pasos sobre la hierba,
el olor de la lluvia en Galilea,
el alto grito de los pájaros.
Conocí también la amargura.
He encomendado esta escritura a un hombre cualquiera;
no será nunca lo que quiero decir,
no dejará de ser su reflejo.
Desde Mi eternidad caen estos signos.
Que otro, no el que es ahora su amanuense, escriba el poema.
Mañana seré un tigre entre los tigres
y predicaré Mi ley a su selva,
o un gran árbol en Asia.
A veces pienso con nostalgia
en el olor de esa carpintería.


Complementar con:

Raymond E. Brown: Jesús como cordero de Dios, y el sentido pascual (featuring Juan)
El simbolismo pascual es frecuente en el cuarto Evangelio, especialmente en relación con la muerte de Jesús, y su importancia radica en el hecho de que en el pensamiento cristiano el Cordero quita el pecado del mundo mediante su muerte. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

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