Benjamin Brodie: psicología, opiniones y fanatismo

La energía y la sinceridad de los fanáticos es poderosa en todas las épocas, y arrastra consigo la convicción de esa gran parte de la humanidad que no investiga ni piensa por sí misma. Pero los errores y los engaños duran solo un tiempo, prevalece la sensatez y la sociedad, en general, avanza.

Benjamin Brodie: psicología, opiniones y fanatismo
El charlatán de aldea, de Francisco Sasso, mediados del siglo 18 (Museo del Prado, Madrid)
Contexto Condensado

Sir Benjamin Collins Brodie atendió la salud de la familia real del Reino Unido durante tres reinados, incluso fue el médico de cabecera del rey Jorge IV. En algún momento de su carrera tuvo que decidirse entre hacer investigación y enseñar —no sólo era doctor en medicina, sino también en derecho civil y filosofía— o convertirse en un gran cirujano: eligió lo segundo, pero nunca se alejó de la vita contemplativa y el trabajo intelectual. Publicó mucho sobre su arte, y su obsesión con las articulaciones salvó, y sigue salvando, no sólo amputaciones, sino vidas (literalmente cambió la forma de tomar decisiones sobre la amputación). Aunque cirujano y todo, siempre dejó las operaciones como último recurso. Estudió también hernias, fracturas, el sistema urinario… en fin, su trabajo sirvió de base para el avance de la medicina en el siglo 19, y lo llevó a los salones reales, donde fue ordenado baronet, un rango nobiliario entre barón y caballero. Fue presidente de la Royal Society —un cargo que también ocupó Newton—, y el primer presidente del General Medical Council; ambos al mismo tiempo. Si has visto la serie Grey’s Anatomy, sabrás que es un juego de palabras con Gray’s Anatomy, una especie de biblia para los médicos escrita por Henry Gray; bueno, este señor le dedicó su trabajo a nuestro Benjamin C. Brodie, considerado una eminencia en el mundo de la medicina británica. Tal era su reputación.

Quizá por eso la primera edición de sus Psychological Inquiries fue publicada anónimamente. La psicología era todavía un tema muy experimental, más asociado a la filosofía que a la medicina. Y sus observaciones y opiniones pueden haber sido, digamos, un poco controversiales; no sé si a mediados del siglo 19 llamar al fundador de los mormones de “mitad loco y mitad impostor” era algo que podía hacer que te «cancelen». 

Pero este librito, publicado por primera vez en 1854, fue un éxito, y para 1856, en la tercera edición, ya llevaba el sello de su nombre en la tapa. Escrito en forma de diálogos, llevaba por subtítulo: Las relaciones mutuas de la organización física y las facultades mentales. En 1862, un año después de haber dejado sus presidencias y pocos meses antes de morir, lanzó una edición expandida que incluía una segunda parte con Algunos puntos en la Historia física y moral del Hombre

Aquí leemos un extracto del primer diálogo, la sección que trata sobre la influencia de los entusiastas y fanáticos

Brodie, como todos nosotros, no puede no ver las cosas sino con los lentes de su experiencia: como Voltaire con el fanatismo, tildó a la opinología de epidemia, y vio su articulación con el fanatismo y los charlatanes. 

Desde que leí este texto, he vuelto siempre a él para curarme de las rabietas que puede provocar esta enfermedad. Encima lo descubrí en pleno clímax de la pandemia, cuando todas estas epidemias estaban en su cumbre, tomando todo tipo de cuerpos y cerebros, sin discriminar entre ricos y pobres, educados y no educados, sin tomar en cuenta etnias ni nacionalidades, igualándonos a todos. Es por culpa de esta plaga que hemos cometido todo tipo de horrores: cruzadas, pogromos, genocidios, la muerte de Jesús, la de Jean Calas, la de Mahsa Amini… Nacido en 1783 y muerto en 1862, Brodie tiene aquí la claridad para describir el antes, el ahora y, por supuesto, el después.
Algunas notas para más contexto

1) Los “hábitos contemplativos” de los que habla se refieren a la capacidad de prestar nuestra atención completa a las cosas durante mucho tiempo, hasta que sus conexiones se nos revelen. Lo que dicen que Newton describió diciendo: “Mantengo el tema constantemente frente a mí y espero hasta que empiece a aclarecer, y poco a poco llega la luz plena”.

2) La fábula de los caballeros que disputan por el escudo de oro y plata cuenta la pelea de dos caballeros por un escudo: uno decía que era de oro, el otro que era de plata; al final se les acerca un tercero y les dice que un lado es de oro y el otro de plata, que los dos tenían razón, pero no estaban viendo la figura completa. Para ponernos de acuerdo en algo, primero tendremos que ponernos de acuerdo en la perspectiva desde la que lo estamos mirando.

3) El “monje fanático” es Pedro de Amiens, a.k.a. Pedro el Ermitaño (1050-1115), clérigo francés quien, antes de que inicie la Primera Cruzada, ya había intentado llegar a Tierra Santa con una «peregrinación armada» —a esas contradicciones nos lleva el fanatismo— en la llamada Cruzada Popular o Cruzada de los Pobres, que fue repelida y masacrada por el ejército selyúcida (persas musulmanes). Populista y muy elocuente, Pedrito despertó el fanatismo de las masas cristianas.

4) George Gordon fue un político británico del siglo 18. Con 29 años, fue el principal instigador de las Gordon Riots de 1780, una serie de disturbios anticatólicos que terminaron saqueando y destruyendo varias iglesias católicas, prendiendo fuego a una prisión, y por poco la turba —que tenía como cincuenta mil personas— hace lo mismo con el Banco de Inglaterra. Hasta el día de hoy, son los peores disturbios ever de Londres. Gordon era en ese momento protestante, siete años después se convirtió al judaísmo ¯\_(ツ)_/¯.

5) Joanna Southcote (1750-1814) era una profetisa inglesa que creía que tenía dones sobrenaturales. Se autodenominó como «la mujer del Apocalipsis» (Ap 12) y a sus 64 años proclamó que estaba embarazada del Mesías, el Siloh del Génesis (Gn 49), quien, por supuesto, nunca nació. Southcote sufría de hidropesía, un trastorno en el que se acumula líquido en los tejidos, por lo general en el vientre, lo que provoca hinchazón generalizada. Llegó a tener más de cien mil seguidores sólo en Londres.

6) Joseph Smith Jr. (1805-1844) es el fundador de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Supuestamente tuvo una revelación en la que se le apareció un ángel que le pidió que tradujera un texto, el cual se convirtió en el Libro de Mormón, que publicó a sus 24 años. Murió a los 38 y la iglesia que fundó tiene hoy casi veinte millones de fieles.
Autor: Sir Benjamin Collins Brodie (1783-1862)

Libro: Indagaciones Psicológicas
> Parte 1: Las relaciones mutuas de la organización física y las facultades mentales
>> Primer diálogo
>>> Sección: Influencia de entusiastas y fanáticos

Publicado por primera vez en 1854. Única traducción al español (so far).

Este ensayo es parte de nuestra serie y libro físico Alabanza y Menosprecio de la Libertad y la Democracia.

…CRITES: En este momento prefiero volver a una parte anterior de nuestra conversación. Aceptando todo lo que decís acerca de la ventaja de los hábitos contemplativos, de todos modos, imagino que no estás queriendo afirmar que éstos son más importantes que la capacidad de formar un buen juicio sobre lo que tengamos enfrente, y de razonar con precisión.

EUBULUS: Con seguridad que no. Pero tampoco dudo que en todos los casos en los que tenemos que llegar a una conclusión, comparando la evidencia de un lado con la del otro (y estas incluyen todas las ramas del conocimiento humano excepto las matemáticas puras), nada contribuye tanto al razonamiento preciso como los hábitos de los que estamos hablando. El defecto principal en quienes razonan de forma imprecisa es el tan felizmente ilustrado por la fábula de los dos caballeros que disputan por el escudo de oro y plata. No ven, o no tienen en cuenta, la totalidad de los hechos en los que tienen que fundamentar su conclusión. ¿Quién es tan poco propenso a caer en este error como el individuo que mantiene constantemente ante él el tema al que se dirigen sus indagaciones, hasta que se le presentan, gradualmente, todas sus relaciones? Obsérvese que estoy hablando de una imaginación bien regulada, que no se deja llevar por prejuicios o pasiones, o analogías fantasiosas. La imaginación mal regulada de las mentes inferiores es un asunto muy diferente, y no produce más que entusiastas, fanáticos y, debo agregar, impostores.

CRITES: Pero, desafortunadamente, esta última clase de personas es la que, por su actividad y fervor, es a menudo la más influyente en el mundo. Un monje fanático persuadió a toda la cristiandad de que se embarcara en la trama salvaje de las cruzadas. Lord George Gordon, un loco fanático, lideró la muchedumbre de Londres que fue a quemar la prisión de Newgate, y casi involucró a toda la metrópoli en el conflicto. No hace mucho desde que un número no pequeño de personas, que pertenecían no solamente a las clases sin educación, fueron inducidas a creer que una anciana hidrópica estaba a punto de ser la madre del verdadero Siloh. E, incluso en la actualidad, muchos miles de mormones atestiguan su fe en la misión divina de un hombre mitad loco y mitad impostor en la persona de Joe Smith. ¡Cuántas historias similares puede proporcionar cualquiera que estudie la historia de la raza humana!

EUBULUS: Me temo que no necesitamos ir tan lejos a la época de las Cruzadas, ni remitirnos a los discípulos de Joanna Southcote, ni a los mormones, para tener ejemplos de tal credulidad de parte una porción considerable de la humanidad. Efectivamente, hemos descartado nuestra fe en la astrología y las brujas; compadecemos la ignorancia del pobre africano que, en una temporada de sequía, busca los conjuros del hacedor de lluvia; no podemos comprender bien cómo fue que los atenienses civilizados del siglo 3 pudieron haber creído que las estatuas de mármol se sentirían ofendidas, y mostrarían su disgusto dejando sus pedestales y caminando de noche. Sin embargo, con toda nuestra presumida sabiduría, y todo nuestro avance en conocimientos, hay en el presente muchos que creen en cosas que no están respaldadas por pruebas mejores que éstas. Hay epidemias tanto de opinión como de enfermedad, y prevalecen tanto entre las clases sociales educadas como entre las no educadas. La energía y la sinceridad de los fanáticos es poderosa en todas las épocas, y arrastra consigo la convicción de esa gran parte de la humanidad que no investiga ni piensa por sí misma. Es, en efecto, un hecho triste, que una gran ampliación de la educación y el conocimiento no produce ninguna mejora correspondiente en este sentido. Aún así, al final, prevalece la sensatez. Los errores y los engaños duran solo un tiempo. Aquellos que deshonran a una época desaparecen, y son relevados por aquellos que deshonran a la siguiente. Pero una verdad, una vez establecida, permanece indiscutible, y la sociedad, en general, avanza…


Otros capítulos del libro «Alabanza y menosprecio de la democracia»

Voltaire sobre el fanatismo
El fanatismo es a la superstición lo que el delirio es a la fiebre, lo que la rabia es a la ira. El fanatismo es una enfermedad epidémica de la mente que se contrae como la viruela. Una vez ha gangrenado un cerebro, es casi incurable No hay otro remedio que el espíritu filosófico.
Agnes Repplier: sobre la opinología
Estamos acostumbrados a hablar vagamente sobre hot topics. Sentimos placer, no por los temas en sí, que nos importan poco, sino por saber las opiniones de nuestros vecinos. Se ha creado una via para ahorrarnos el trabajo de formar nuestras propias opiniones al darnos uso gratuito de las ajenas.

Citado también en la serie «Cripto, Creators y Charlatanes»

La pseudo creator economy (o, charla sobre bullshitters) *
No caminaba uno, sin ir tan lejos, hace 5 años, y se encontraba de repente en una esquina viendo gente haciendo unos bailecitos raros, luego abría una puerta para encontrarse un hombre dando consejos financieros a personas sin capital pero que anhelan hacerse ricos con monedas imaginarias, luego...

Complementar con:

Opinología: guerras, propaganda y fanatismo
El problema de la propaganda es que, además de comprometer tu libertad de pensamiento y acción, también te presiona a compartir una opinión, te hace su cómplice. La propaganda funciona como un virus contagioso, y es difícil curarse una vez infectado. La enfermedad que provoca se llama fanatismo.