Simone de Beauvoir: conquista de los derechos políticos de la mujer

En 1917, unos días antes de la Revolución, con ocasión del Día Internacional de la Mujer (el 8 de marzo) se manifiestan en masa por las calles de San Petersburgo, exigiendo pan, paz y la vuelta de sus maridos. Participan en la insurrección de octubre...

Simone de Beauvoir: conquista de los derechos políticos de la mujer
Contexto Condensado

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Vas a leer en varios lugares algunos antecedentes y el porqué de la elección de la fecha, pero en ninguno vas a encontrar un recuento tan completo como el que hace Simone de Beauvoir aquí, en un extracto de El Segundo Sexo.

Inmediatamente después de hablar del papel reproductor de la mujer (que leímos en otra serie en la traducción de Juan García Puente), de Beauvoir hace un inventario geográfico y cronológico de la lucha de la Mujer para lograr el voto universal, para conquistar sus derechos políticos.

La fecha del 8 de marzo, dicen, se debe a una marcha de mujeres que trabajaban en el sector textil, en Nueva York, en 1857; pero no hay documentación que compruebe que tal marcha sucedió. También se habla de un supuesto incendio (y además masacre de más de cien mujeres) en una fábrica de Nueva York en 1908, pero tampoco hay documentación que lo respalde (de ningún tipo). Estos parecen mitos inventados después para idealizar la fecha. Sí hay documentación (abundante) del incendio del 25 de marzo de 1911 en la Triangle Shirtwaist Factory, donde murieron 146 personas; 129 eran mujeres. En 1908 lo que hubo, al parecer, fue una marcha conmemorativa de la supuesta marcha de 1857, en defensa de los derechos de la mujer y del voto universal; pero pasa que en esas fechas, alrededor del mundo, como cuenta de Beauvoir, ya se empezaba a celebrar el Día de la Mujer (Trabajadora) entre finales de febrero y principios de marzo. La fecha se termina definiendo, o en Copenhague, en la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en agosto de 1910; o se unifica por otro motivo entre 1911 y 1913.

Otro origen, y quizá el más probable: El 8M, como fecha puntual, nace en 1910 cuando en España la mujer obtiene el derecho al acceso irrestricto y en igualdad de condiciones a la enseñanza superior; a partir de entonces la fecha se esparce en Europa, y termina siendo sacramentada en Rusia, en 1917, en los inicios de la Revolución.

La misma Revolución que George Orwell criticó, pocos años antes de este escrito, en la lectura que tuvimos ayer; que no es una critica a los motivos del levantamiento, sino a su resultado: la instalación de un régimen (del que escribió una sátira). Orwell citaba a Rosa Luxemburg, de Beauvoir también. La guerra ruso-japonesa de 1905, recientemente nombrada por Taleb, hace su cameo. Y para completar la conexión con la serie que andamos leyendo, Proudhon también es mencionado, y aquí encontramos múltiples ejemplos de federaciones—aunque no de Estados, sino de individuas.

Pero suficiente mansplaining por hoy día. Te dejo con la mujer que mejor ha estudiado y comunicado el tema de los derechos y el lugar de su sexo. La leemos en la traducción de Alicia Martorell (1999).
Simone de Beauvoir: el papel reproductor de la mujer (y el aborto)
En una época en la que apenas habían democracias y era raro que la mujer pudiera votar, terminada la 2a. Guerra Mundial (1949), de Beauvoir habla sin tapujos del papel reproductor de la mujer en la sociedad, su conciliación con el trabajo productivo; y del aborto, sus números, y su historia.
extracto inmediatamente anterior

Autora: Simone de Beauvoir

Libro: El Segundo Sexo (1949)

Segunda Parte: Historia

Capítulo V (continuación de extracto)

...En cuanto a los derechos políticos, se conquistaron con mucha dificultad en Francia, en Inglaterra, en los Estados Unidos. En 1867, Stuart Mill lanzaba ante el parlamento británico el primer alegato en favor del voto femenino que se haya pronunciado oficialmente. Exigía imperiosamente en sus escritos la igualdad de la mujer y del hombre en el seno de la familia y de la sociedad. «Estoy convencido de que las relaciones sociales entre sexos que subordinan un sexo al otro en nombre de la ley son malas en sí mismas y constituyen uno de los principales obstáculos que se oponen al progreso de la humanidad; estoy convencido de que deben dejar paso a una igualdad perfecta». Siguiendo sus pasos, las inglesas se organizan políticamente bajo la dirección de Mrs. Fawcett; las francesas se alinean tras Marie Deraismes, que entre 1868 y 1871 estudia en una serie de conferencias públicas la condición de la mujer; mantiene una fuerte polémica con Alejandro Dumas hijo, que aconsejaba al marido traicionado por una mujer infiel: «¡Mátala!». El verdadero fundador del feminismo fue Léon Richier, que creó en 1869 los «Derechos de la Mujer» y organizó el Congreso Internacional del Derecho de las Mujeres, celebrado en 1878. La cuestión del derecho de voto no se abordó todavía; las mujeres se limitaron a reclamar derechos civiles; durante treinta años el movimiento fue muy tímido en Francia y en Inglaterra. No obstante, una mujer, Hubertine Auclert, abrió una campaña sufragista; creó un grupo, el «Sufragio de las mujeres», y un periódico, La Citoyenne. Se crearon numerosas sociedades bajo su influencia, pero su acción no fue nada eficaz. Esta debilidad del feminismo tiene su origen en las divisiones intestinas; a decir verdad, como hemos señalado ya, las mujeres no son solidarias como sexo: en primer lugar están vinculadas a su clase; los intereses de las burguesas y los de las mujeres proletarias no coinciden. El feminismo revolucionario retoma la tradición sansimoniana y marxista; hay que destacar además que una tal Louise Michel se pronuncia contra el feminismo porque este movimiento desvía fuerzas que deben utilizarse en su totalidad en la lucha de clases; con la abolición del capital, se habrá resuelto el problema de la mujer.

En 1879, el congreso socialista proclama la igualdad de sexos y desde entonces no se denunciará la alianza feminismo-socialismo, pero ya que las mujeres esperan su libertad de la emancipación de los trabajadores en general, sólo se consagran de forma secundaria a su causa propia. Por el contrario, las burguesas exigen nuevos derechos en el seno de la sociedad existente y niegan ser revolucionarias; desean introducir en las costumbres reformas virtuosas: supresión del alcoholismo, de la literatura pornográfica, de la prostitución. En 1892 se reúne el congreso denominado Congreso Feminista que dio su nombre al movimiento; su resultado es prácticamente nulo. En 1897 se aprueba una ley que permite a la mujer ser testigo ante los tribunales, pero una doctora en derecho que pretende inscribirse en el colegio de abogados es rechazada. En 1898 obtienen la posibilidad de ser electoras en el Tribunal de Comercio, la posibilidad de ser electoras y elegibles en el Consejo Superior de Trabajo, la admisión en el Consejo Superior de Asistencia Pública y en la Escuela de Bellas Artes. En 1900, un nuevo congreso reúne a las feministas, pero los resultados tampoco son demasiado importantes. Por primera vez en 1901, Viviani plantea ante la Cámara el problema del voto femenino: propone limitar el sufragio a las solteras y a las divorciadas. En este momento, el movimiento feminista gana importancia. En 1909 se funda la Unión Francesa por el Sufragio Femenino, capitaneado por Madame Brunschwig, que organiza conferencias, mítines, congresos, manifestaciones. En 1909, Buisson presenta un informe sobre una propuesta de Dussausoy por la que se concede a las mujeres el derecho de voto en las asambleas locales. En 1910, Thomas presenta una propuesta a favor del sufragio femenino; reiterada en 1918, triunfa en 1919 ante la Cámara, pero fracasa en 1922 ante el Senado. La situación es bastante compleja. Al feminismo revolucionario, al feminismo llamado independiente de Madame Brunschwig se suma un feminismo cristiano: [el Papa] Benedicto XV en 1919 se pronuncia a favor del voto femenino, monseñor Baudrillart y el padre Sertillanges despliegan una ardiente propaganda en este sentido: los católicos piensan efectivamente que las mujeres representan en Francia un elemento conservador y religioso; es precisamente lo que temen los radicales: la verdadera razón de su oposición es que tienen miedo de un desplazamiento del voto si se permite votar a las mujeres. En el Senado, numerosos católicos, el grupo de la Unión Republicana y los partidos de extrema izquierda están a favor del voto femenino, pero la mayor parte de la asamblea está en contra. Hasta 1932 utiliza procedimientos dilatorios y se niega a discutir las propuestas relativas al sufragio femenino; en 1932, tras votarse en la Cámara por trescientos diecinueve votos contra uno la enmienda que concede a las mujeres el derecho a ser electoras y elegibles, el Senado abre un debate que dura varias sesiones: la enmienda queda rechazada. El informe que aparece en el Officiel es muy significativo: encontramos todos los argumentos que los antifeministas desarrollaron durante medio siglo en obras cuya enumeración misma sería fastidiosa. En primer lugar, tenemos los argumentos galantes del tipo: queremos demasiado a la mujer para dejar votar a las mujeres; se exalta al modo de Proudhon a la «mujer mujer» que acepta el dilema «cortesana o ama de casa»: la mujer perdería su encanto votando, está en un pedestal, que no se baje; tiene todo que perder y nada que ganar al convertirse en electora, ya gobierna a los hombres sin necesidad de papeletas, etc. Más graves son las objeciones contra el interés de la familia: el lugar de la mujer es el hogar; las discusiones políticas traerán la discordia entre los cónyuges. Algunos confiesan un antifeminismo moderado. Las mujeres son diferentes del hombre. No hacen el servicio militar. ¿Votarán las prostitutas? Otros afirman con arrogancia la superioridad masculina: votar es una carga y no un derecho, las mujeres no son dignas de ello. Son menos inteligentes y están menos instruidas que el hombre. Si votaran, los hombres se afeminarían. No tienen educación política. Votarían siguiendo instrucciones del marido. Si quieren ser libres que empiecen por liberar a su modista. También se adelanta un argumento de una ingenuidad arrolladora: hay más mujeres que hombres en Francia. A pesar de la pobreza de todas estas objeciones, hubo que esperar a 1945 para que la francesa adquiriera plena capacidad política.

Nueva Zelanda había concedido a la mujer desde 1893 la plenitud de sus derechos; Australia vino en 1908. En Inglaterra, en Estados Unidos, la victoria ha sido difícil. La Inglaterra victoriana relegaba imperiosamente a la mujer en el hogar; Jane Austen se escondía para escribir; hizo falta mucho valor o un destino excepcional para convertirse en George Eliot, Emily Brontë; en 1888, un sabio inglés escribía: «Las mujeres no sólo no son la raza, ni siquiera son la mitad de la raza, sino una subespecie destinada únicamente a la reproducción». Mrs. Fawcett funda a finales de siglo el movimiento sufragista, pero es un movimiento tímido, como en Francia. Hacia 1903, las reivindicaciones femeninas adoptan un cariz singular. La familia Pankhurst crea en Londres la «Woman Social and Political Union», vinculada al partido laborista, que emprende una acción resueltamente militante. Es la primera vez en la historia que vemos a las mujeres realizar un esfuerzo como tales: es lo que da un interés particular a la aventura de las «sufragistas» de Inglaterra y Estados Unidos. Durante quince años, desarrollan una política de presión que recuerda en determinados aspectos la actitud de Gandhi: al rechazar la violencia, le inventan sucedáneos más o menos ingeniosos. Invaden Albert Hall durante los mítines del partido liberal enarbolando pancartas de tela en las que figuran las palabras «Vote for women»; penetran a la fuerza en el gabinete de lord Asquith, celebran mítines en Hyde Park o en Trafalgar Square, desfilan por las calles llevando pancartas, realizan conferencias; en las manifestaciones, insultan a los policías o los atacan a pedradas, para provocar procesos; en la cárcel adoptan la táctica de la huelga de hambre; recogen fondos, agrupan a su alrededor a millones de mujeres y de hombres, conmueven tanto a la opinión pública, que en 1907 doscientos miembros del Parlamento constituyen un comité por el sufragio femenino; a partir de entonces, todos los años algunos de ellos presentan una ley a favor del sufragio femenino, ley que se rechaza todos los años con los mismos argumentos. También en 1907, el WSPU organiza la primera marcha hasta el Parlamento, en la que participan numerosas mujeres con chales y algunas mujeres de la aristocracia; la policía las rechaza, pero al año siguiente, como se ha amenazado con prohibir a las mujeres casadas el trabajo en algunas galerías de las minas, el WSPU invita a las obreras de Lancashire a celebrar en Londres un gran mitin. Hay nuevos arrestos, a los que las sufragistas encarceladas responden en 1909 con una larga huelga de hambre. Liberadas, organizan nuevas manifestaciones: una de ellas montada en un caballo pintado con cal representa a la reina Isabel. El 18 de julio de 1910, día en que debe presentarse en la cámara la ley sobre el sufragio femenino, un desfile de nueve kilómetros de largo se despliega por todo Londres; una vez rechazada la ley, tenemos nuevos mítines, nuevos arrestos. En 1912 adoptan una táctica más violenta: queman casas deshabitadas, laceran cuadros, pisotean arriates, lanzan piedras contra la policía; al mismo tiempo, envían una delegación tras otra a Lloyd George, a sir Edmond Grey; se esconden en el Albert Hall e intervienen ruidosamente durante los discursos de Lloyd George. La guerra interrumpió sus actividades. Es muy difícil saber en qué medida esta acción apresuró los acontecimientos. Se concedió el voto a las inglesas en primer lugar en 1918, en forma restringida, y después en 1928, sin restricciones: este éxito se debió en gran parte a los servicios que prestaron durante la guerra.

La mujer norteamericana estuvo en un principio más emancipada que la europea. A comienzos del siglo XIX, las mujeres tuvieron que participar en el duro trabajo pionero realizado por los hombres, lucharon junto a ellos; eran mucho menos numerosas que los varones, por lo que adquirieron un valor muy elevado. Poco a poco, su condición se fue asimilando a la de las mujeres del Viejo Mundo; se mantuvo la galantería para con ellas; conservaron privilegios culturales y una posición dominante en el interior de la familia; las leyes les solían conceder un papel religioso y moral, pero las riendas de la sociedad no dejaban de estar por ello en manos de los varones. Algunas empezaron en 1830 a reivindicar sus derechos políticos. Emprendieron también una campaña a favor de los negros. Como les cerraron las puertas del congreso antiesclavista celebrado en 1840 en Londres, la cuáquera Lucretia Mott fundó una asociación feminista. El 18 de julio de 1840, en una convención reunida en Seneca Falls, redactaron un manifiesto de inspiración cuáquera que da el tono a todo el feminismo norteamericano. «El hombre y la mujer han sido creados iguales, dotados por el Creador de derechos inalienables... El gobierno sólo está para salvaguardar estos derechos... El hombre convierte a la mujer casada en un cadáver civil... Usurpa las prerrogativas de Jehovah, que es el único que puede asignar a los hombres una esfera de acción». Tres años más tarde, Harriet Beecher Stowe escribe La cabaña del Tío Tom, que alzará a la opinión pública a favor de los negros. Emerson y Lincoln apoyan el movimiento feminista. Cuando estalla la Guerra de Secesión, las mujeres participan apasionadamente, pero en vano reclaman que la enmienda que concede a los negros el derecho de voto se redacte así: «Ni el color ni el sexo... serán obstáculo para el derecho electoral». No obstante, uno de los artículos de la enmienda es ambiguo, por lo que miss Anthony, gran dirigente feminista, utiliza este pretexto para votar en Rochester con catorce compañeras; la condenaron a cien dólares de multa. En 1869 funda la Asociación Nacional para el Sufragio Femenino y ese mismo año el Estado de Wyoming concede el derecho de voto a las mujeres. Hasta 1893 no sigue el ejemplo Colorado, y en 1896, Idaho y Utah. Luego los avances son muy lentos. Sin embargo, en el plano económico, obtienen mucho mejores resultados que en Europa. En 1900, en los Estados Unidos hay cinco millones de mujeres que trabajan, de las que 1.300.000 lo hacen en la industria y 500.000 en el comercio; son muy numerosas en el comercio, la industria, los negocios y todas las profesiones liberales. Existen abogadas, doctoras y 3.373 mujeres pastoras. La famosa Marie Baker Eddy funda la Christian Scientist Church. Las mujeres toman la costumbre de reunirse en clubes: en 1900 cuentan con unos dos millones de miembros.

No obstante, sólo nueve Estados han concedido el derecho de votar a las mujeres. En 1913, el movimiento sufragista se organiza de acuerdo con el movimiento militante inglés. Dos mujeres lo dirigen: miss Stevens y una joven cuáquera, Alice Paul. Obtienen de Wilson autorización para desfilar en una gran manifestación con banderas e insignias; organizan después una campaña de conferencias, mítines, desfiles, manifestaciones de todo tipo. Desde los nueve Estados en los que se permite el voto femenino, las mujeres electoras se dirigen con gran pompa hacia el Capitolio, exigiendo el voto femenino para el conjunto de la nación. En Chicago se crea por primera vez un partido de mujeres con el objetivo de liberar a las de su sexo: se denomina «Partido de las Mujeres». En 1917, las sufragistas inventan una nueva táctica: se instalan a las puertas de la Casa Blanca con banderas y pancartas, en muchos casos encadenadas a la verja, con el fin de que no las puedan expulsar. Al cabo de seis meses son detenidas y se las envía al penal de Oxcaqua; se declaran en huelga de hambre y acaban siendo liberadas. Nuevas manifestaciones provocan disturbios. El gobierno acaba aceptando nombrar un comité sobre el voto en la Cámara. El comité ejecutivo del Partido de las Mujeres celebra una conferencia en Washington; a su término presentan en la cámara la enmienda a favor del voto femenino, que se vota el 18 de enero de 1918. Sólo queda ganar la votación del Senado. Como Wilson no promete ejercer una presión suficiente, las sufragistas reanudan las manifestaciones; celebran un mitin en las puertas de la Casa Blanca. El presidente se decide a dirigir un llamamiento al Senado, pero la enmienda es rechazada por dos votos. La aprobará un congreso republicano en junio de 1919. Luego durante diez años continúa la lucha por la igualdad completa de los dos sexos. En la sexta conferencia de las Repúblicas Americanas celebrada en La Habana en 1928, las mujeres obtienen la creación de un comité interamericano de mujeres. En 1933, los tratados de Montevideo elevan la condición de la mujer mediante un convenio internacional. Diecinueve repúblicas americanas firman el convenio que concede a las mujeres la igualdad de todos los derechos.

En Suecia existe también un movimiento feminista muy importante. En nombre de las antiguas tradiciones, las suecas reivindican el derecho a «la instrucción, el trabajo, la libertad». El combate lo llevan sobre todo las mujeres de letras, y lo que más les interesa es el aspecto moral del problema; luego, agrupadas en poderosas asociaciones, ganan a los liberales para su causa, pero tropiezan con la hostilidad de los conservadores. Las noruegas en 1907 y las finlandesas en 1906 obtienen el sufragio que las suecas esperaran todavía durante años.

Los países latinos, como los orientales, oprimen a la mujer con el rigor de las costumbres, más que con el de las leyes. En Italia, el fascismo frenó sistemáticamente la evolución del feminismo. Buscando la alianza de la Iglesia, respetando la familia y prolongando una tradición de esclavitud femenina, la Italia fascista sometió doblemente a la mujer: a los poderes públicos y a su marido. La situación fue muy diferente en Alemania. En 1790, el estudiante Hippel lanzó el primer manifiesto del feminismo alemán. A principios del siglo XIX había florecido un feminismo sentimental similar al de George Sand. En 1848, la primera feminista alemana, Louise Otto, reclamaba para las mujeres el derecho a ayudar a la transformación de su país: su feminismo era básicamente nacionalista. En 1865 fundó la «Asociación General de las Mujeres Alemanas». Los socialistas alemanes exigen con Bebel la abolición de la desigualdad de sexos. Clara Zetkin entra en 1892 en los consejos del partido. Vemos aparecer asociaciones obreras femeninas y uniones de mujeres socialistas agrupadas en una federación. Las alemanas fracasan en 1914 en su intento de crear un ejército nacional de mujeres, pero participan con ardor en el esfuerzo de guerra. Tras la derrota alemana, obtienen el derecho de voto y participan en la vida política: Rosa Luxemburg participa con el grupo Spartacus junto a Liebknecht y muere asesinada en 1919. La mayoría de las alemanas se pronuncia por el partido del orden; varias de ellas obtienen un escaño en el Reichstag. Por lo tanto, Hitler impone de nuevo el ideal de Napoleón: «Küche, Kirche, Kinder» («cocina, iglesia, niños») a unas mujeres emancipadas. «La presencia de una mujer deshonraría al Reichstag», declara. Como el nazismo era anticatólico y antiburgués, da a la madre un lugar privilegiado; la protección concedida a las madres solteras y a los hijos naturales libera en muchos casos a la mujer del matrimonio; como en Esparta, dependía del Estado mucho más que de ningún individuo, lo que le daba al mismo tiempo más y menos autonomía que a una burguesa bajo el régimen capitalista.

En la URSS es donde el movimiento feminista tomó más envergadura. Comenzó a finales del siglo XIX, entre las estudiantes de la intelligentsia; en general están menos apegadas a su causa personal que a la opción revolucionaria; «se acercan al pueblo» y luchan contra la Ojrana siguiendo métodos nihilistas: Vera Zassulich ejecuta en 1878 al prefecto de policía Trepov. Durante la guerra ruso-japonesa, las mujeres sustituyen a los hombres en muchos oficios; toman conciencia de ellas mismas y la Unión Rusa por los Derechos de las Mujeres reclama la igualdad política de ambos sexos; en el seno de la primera Duma se crea un grupo parlamentario de los derechos de la mujer, que no tiene eficacia. De la Revolución vendrá la emancipación de las trabajadoras. Ya en 1905 habían participado ampliamente en las huelgas políticas masivas proclamadas en el país, se habían subido a las barricadas. En 1917, unos días antes de la Revolución, con ocasión del Día Internacional de la Mujer (el 8 de marzo) se manifiestan en masa por las calles de San Petersburgo, exigiendo pan, paz y la vuelta de sus maridos. Participan en la insurrección de octubre; entre 1918 y 1920 desempeñan un importante papel económico, e incluso militar, en la lucha de la URSS contra los invasores. Fiel a la tradición marxista, Lenin vincula la emancipación de las mujeres a la de los trabajadores; les concede la igualdad política y la igualdad económica...


Nombra a:

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