Marco Aurelio: Meditaciones, libro 5

Como formés tus imaginaciones en repetidas veces, así será tu inteligencia; el alma es teñida por sus imaginaciones. La inteligencia derriba y desplaza todo lo que obstaculiza su actividad hacia un objetivo, y convierte en acción lo que retenía la acción, y en camino lo que obstaculizaba el camino.

Marco Aurelio: Meditaciones, libro 5
Contexto Condensado

Libro quinto de las Meditaciones, aquí algunas observaciones.

1) El libro tiene dos temas muy recurrentes: aceptar y abrazar lo que nos ponga en el camino el destino, porque seguramente es lo mejor para el conjunto; y cuando ocurra algo que no nos parece o que nos disgusta, darnos cuenta que en cualquier momento podemos dejar de sentirnos así, que las ofensas ocurren dentro nuestro y las podemos desestimar cambiando nuestro enfoque. Leía recién a una periodista en redes sociales expresar su malestar porque una empresa de aviación le hacía “daño psicológico”; ¿cómo es posible sentirte dañado psicológicamente por constantes cancelaciones de vuelos o pérdidas de equipaje? Es difícil no tomárselo personal cuando ocurre mucho, o cuando tenemos una urgencia, pero en vez de buscar reírse de la situación, de buscar calma, de aceptar que está fuera de nuestro control, de encontrar soluciones al obstáculo ¿es necesario que ventilemos nuestra fragilidad públicamente? Sin quejas no hay progreso, y “el que no llora no mama”, eso hasta Marco Aurelio lo acepta, pero el sentirnos ofendidos depende de nosotros mismos.

2) En este sentido, hay que recurrir a la filosofía, al guía interior, para que nos sirvan de consuelo, de cura y de enseñanza. Aquí, hay que darse cuenta que nuestras “imaginaciones tiñen nuestra alma”, que tu inteligencia depende de cómo “formés tus imaginaciones repetidas veces”. Uno es lo que consume, que de ahí sale lo que imagina; y uno es lo que a uno lo consume, que es lo que ocupa todo el tiempo su cabeza. Hay que cuidar con qué alimentamos la inteligencia, y qué cosas cultivamos en la mente. Si en el ambiente en el que te movés todo es queja y ventilaciones de quejas, o todo es show o todo es banal, es normal pensar que eso es lo normal y lo bueno, pero no le vas a estar haciendo ningún favor a tu espíritu.

3) En cada situación que uno se meta, en cada día, hay que intentar dar lo mejor de uno mismo. El ocio y el descanso están buenos, pero tienen un límite: no hay que forzar las cosas, pero eso no significa que hay que flojear. “Tu tarea”, dice el emperador, no es disgustarte sino cumplir tu función. Si no te gusta, el filósofo cita una máxima de Epicteto: si hay humo en la habitación, y esto te hace sentir mal, la puerta está abierta: siempre te podés ir de la fiesta (y de la vida), y no hay necesidad de victimizarse si uno no se siente cómodo para aceptar las cosas y darlo todo.

4) Pero cuando te encontrés con obstáculos, podés hacer de los obstáculos tu camino. O tenés que, porque no te queda otra. En este capítulo nace el famoso “the obstacle is the way” que sirve para algunos de mantra y que sirvió para Ryan Holiday como título de libro. El final del vigésimo aforismo de este libro dice, en la traducción de Gregory Hays al inglés (2002):

“The mind adapts and converts to its own purposes the obstacle to our acting. The impediment to action advances action. What stands in the way becomes the way.”

En español, en la traducción desde el griego original de Antonio Gómez Robledo (1992), podemos leer:

“La inteligencia, en efecto, allana y desplaza todo obstáculo a su actividad, hasta convertirlo en el fin mismo que me proponía, de suerte que lo que frenaba la acción la favorece, y lo que obstruía el camino me lo abre.”

Aquí lo leemos en la traducción de Ramón Bach Pellicer (1977), modificada al voseo dentro de nuestra casa:

“la inteligencia derriba y desplaza todo lo que obstaculiza su actividad encaminada al objetivo propuesto, y se convierte en acción lo que retenía esta acción, y en camino lo que obstaculizaba este camino.”

El camino es lo que el destino y el azar te pusieron de frente, y no ganamos nada quejándonos todo el tiempo de los obstáculos: hay que aceptarlos y superarlos. Y mejor si es como decía Marco Aurelio en el libro anterior: si, “como el fuego”, podemos devorarlos y alimentarnos de ellos.

Autor: Marco Aurelio

Libro: Meditaciones (años 170-180)

Libro 5

  1. Al amanecer, cuando perezosamente y de mala gana despertés, que acuda puntual a vos este pensamiento: «Despierto para cumplir una tarea propia de hombre.» ¿Voy, pues, a seguir disgustado, si me encamino a hacer aquella tarea que justifica mi existencia y para la cual he sido traído al mundo? ¿O es que he sido formado para calentarme, reclinado entre pequeños cobertores? «Pero eso es más agradable». ¿Has nacido, pues, para deleitarte? Y, en suma, ¿has nacido para la pasividad o para la actividad? ¿No ves que los arbustos, los pajarillos, las hormigas, las arañas, las abejas, cumplen su función propia, contribuyendo por su cuenta al orden del mundo? Y vos entonces, ¿rehusás hacer lo que es propio del hombre? ¿No perseguís con ahínco lo que está de acuerdo con tu naturaleza? «Mas es necesario también reposar.» Lo es; también yo lo mantengo. Pero también la naturaleza ha marcado límites al reposo, como también ha fijado límites en la comida y en la bebida, y a pesar de eso, ¿no superás la medida, excediéndote más de lo que es suficiente? Y en tus acciones no sólo no cumplís lo suficiente, sino que te quedás por debajo de tus posibilidades. Por consiguiente, no te amás a vos mismo, porque ciertamente en aquel caso amarías tu naturaleza y su propósito. Otros, que aman su profesión, se consumen en el ejercicio del trabajo idóneo, sin lavarse y sin comer. Pero vos estimás menos tu propia naturaleza que el cincelador su cincel, el danzarín su danza, el avaro su dinero, el presuntuoso su vanagloria. Estos, sin embargo, cuando sienten pasión por algo, ni comer ni dormir quieren antes de haber contribuido al progreso de aquellos objetivos a los que se entregan. Y a vos, ¿te parecen las actividades comunitarias desprovistas de valor y merecedoras de menor atención?

  2. ¡Cuán fácil es rechazar y borrar toda imaginación molesta o impropia, e inmediatamente encontrarse en una calma total!

  3. Juzgate digno de toda palabra y acción acorde con la naturaleza; y que no te desvíe de tu camino la crítica que algunos suscitarán o su propósito; por el contrario, si está bien haber actuado y haber hablado, no te consideres indigno. Pues aquéllos tienen su guía particular y se valen de su particular inclinación. Mas no codiciés vos esas cosas; antes bien, atravesá el recto camino consecuente con tu propia naturaleza y con la naturaleza común; pues el camino de ambas es único.

  4. Camino siguiendo las sendas acordes con la naturaleza, hasta caer y al fin descansar, expirando en este aire que respiro cada día y cayendo en esta tierra de donde mi padre recogió la semilla, mi madre la sangre y mi nodriza la leche; de donde, cada día, después de tantos años, me alimento y refresco, que me sostiene, mientras camino, y que me aprovecha de tantas maneras.

  5. «No pueden admirar tu perspicacia.» Está bien. Pero existen otras muchas cualidades sobre las que no podés decir: «No tengo dotes naturales.» Procurate, pues, aquellas que están enteramente en tus manos: la integridad, la gravedad, la resistencia al esfuerzo, el desprecio a los placeres, la resignación ante el destino, la necesidad de pocas cosas, la benevolencia, la libertad, la sencillez, la austeridad, la magnanimidad. ¿No te das cuenta de cuántas cualidades podés procurarte ya, respecto a las cuales ningún pretexto tenés de incapacidad natural ni de insuficiente aptitud? Con todo, persistís todavía por propia voluntad por debajo de tus posibilidades. ¿Acaso te ves obligado a refunfuñar, a ser mezquino, a adular, a echar las culpas a tu cuerpo, a complacerte, a comportarte atolondradamente, a tener tu alma tan inquieta a causa de tu carencia de aptitudes naturales? No, por los dioses. Hace tiempo que pudiste estar libre de estos defectos, y tan sólo ser acusado tal vez de excesiva lentitud y torpeza de comprensión. Pero también esto es algo que debe ejercitarse, sin menospreciar la lentitud ni complacerse en ella.

  6. Existe cierto tipo de hombre que, cuando ha hecho un favor a alguien, está dispuesto también a cargarle en cuenta el favor; mientras que otra persona no está dispuesta a proceder así. Pero, con todo, en su interior, le considera como si fuera un deudor y es consciente de lo que ha hecho. Un tercero ni siquiera, en cierto modo, es consciente de lo que ha hecho, sino que es semejante a una vid que ha producido racimos y nada más reclama después de haber producido el fruto que le es propio, como el caballo que ha corrido, el perro que ha seguido el rastro de la pieza o la abeja que ha producido miel. Así, el hombre que hizo un favor, no persigue un beneficio, sino que lo cede a otro, del mismo modo que la vid se aplica a producir nuevos racimos a su debido tiempo. Luego, ¿es preciso encontrarse entre los que proceden así, en cierto modo, inconscientemente? «Sí, pero hay que darse cuenta de esto mismo; porque es propio del ser sociable, manifiesta, darse cuenta de que obra de acuerdo y conforme al bien común, y, ¡por Zeus!, lo es también querer que su asociado se dé cuenta.» Cierto es lo que decís, pero tergiversás lo que acabo de decir. Por ello vos serás uno de aquellos de los que anteriormente hice mención, pues aquellos también se dejan extraviar por cierta verosimilitud lógica. Y si intentás comprender el sentido de mis palabras, no temás por eso omitir cualquier acción útil a la sociedad.

  7. Súplica de los atenienses: «Envianos la lluvia, envianos la lluvia, Zeus amado, sobre nuestros campos de cultivo y llanuras.» O no hay que rezar, o hay que hacerlo así, con sencillez y espontáneamente.

  8. Como suele decirse: «Asclepio le ordenó la equitación, los baños de agua fría, el caminar descalzo», de modo similar también eso: «La naturaleza universal ha ordenado para éste una enfermedad o una mutilación o una pérdida de un órgano o alguna otra cosa semejante.» Pues allí el término «ordenó» significa algo así como: «te ha prescrito este tratamiento como apropiado para recobrar la salud». Y aquí: «lo que sucede a cada uno le ha sido, en cierto modo, asignado como correspondiente a su destino». Así también nosotros decimos que lo que nos acontece nos conviene, al igual que los albañiles suelen decir que en las murallas o en las pirámides las piedras cuadrangulares se ensamblan unas con otras armoniosamente según determinado tipo de combinación. En resumen, armonía no hay más que una, y del mismo modo que el mundo, cuerpo de tales dimensiones, se complementa con los cuerpos, así también el Destino, causa de tales dimensiones, se complementa con todas las causas. E incluso, los más ignorantes comprenden mis palabras. Pues dicen: «esto le deparaba el Destino». Por consiguiente, esto le era llevado y esto le era asignado. Aceptemos, pues, estos sucesos como las prescripciones de Asclepio. Muchas son, en efecto, entre aquéllas, duras, pero las abrazamos con la esperanza de la salud. Ocasione en vos impresión semejante el cumplimiento y consumación de lo que decide la naturaleza común, como si se tratara de tu propia salud. Y del mismo modo abrazá también todo lo que acontece, aunque te parezca duro, porque conduce a aquel objetivo, a la salud del mundo, al progreso y bienestar de Zeus. Pues no habría deparado algo así a éste, de no haber importado al conjunto; porque la naturaleza, cualquiera que sea, nada produce que no se adapte al ser gobernado por ella. Por consiguiente, conviene amar lo que te acontece por dos razones: Una, porque para vos se hizo, y a vos se te asignó y, en cierto modo, a vos estaba vinculado desde arriba, encadenado por causas muy antiguas; y en segundo lugar, porque lo que acontece a cada uno en particular es causa del progreso, de la perfección y ¡por Zeus! de la misma continuidad de aquél que gobierna el conjunto del universo. Pues queda mutilado el conjunto entero, caso de ser cortada, aunque mínimamente, su conexión y continuidad, tanto de sus partes como de sus causas. Y, en efecto, quebrás dicha trabazón, en la medida que de vos depende, siempre que te disgustás y, en cierto modo, la destruís.

  9. No te disgustés, ni desfallezcás, ni te impacientés, si no te resulta siempre factible actuar de acuerdo con rectos principios. Por el contrario, cuando has sido rechazado, reemprendé la tarea con renovado ímpetu y date por satisfecho si la mayor parte de tus acciones son bastante más humanas y amá aquello a lo que de nuevo encaminás tus pasos, y no retornés a la filosofía como a un maestro de escuela, sino como los que tienen una dolencia en los ojos se encaminan a la esponjita y al huevo,[1] como otro acude a la cataplasma, como otro a la loción. Pues así no pondrás de manifiesto tu sumisión a la razón, sino que reposarás en ella. Recordá también que la filosofía sólo quiere lo que tu naturaleza quiere, mientras que vos querías otra cosa no acorde con la naturaleza. Porque, ¿qué cosa es más agradable que esto?, ¿no nos seduce el placer por su atractivo? Mas examiná si es más agradable la magnanimidad, la libertad, la sencillez, la benevolencia, la santidad. ¿Existe algo más agradable que la propia sabiduría, siempre que considerés que la estabilidad y el progreso proceden en todas las circunstancias de la facultad de la inteligencia y de la ciencia?

  10. Las cosas se hallan, en cierto modo, en una envoltura tal, que no pocos filósofos, y no unos cualquiera, han creído que son absolutamente incomprensibles; es más, incluso los mismos estoicos las creen difíciles de comprender. Todo asentimiento nuestro está expuesto a cambiar; pues, ¿dónde está el hombre que no cambia? Pues bien, encaminá tus pasos a los objetos sometidos a la experiencia; ¡cuán efímeros son, sin valor y capaces de estar en posesión de un libertino, de una prostituta o de un pirata! A continuación, pasá a indagar el carácter de los que viven con vos: a duras penas se puede soportar al más agradable de éstos, por no decir que incluso a sí mismo se soporta uno con dificultad. Así, pues, en medio de tal oscuridad y suciedad, y de tan gran flujo de la sustancia y del tiempo, del movimiento y de los objetos movidos, no concibo qué cosa puede ser especialmente estimada o, en suma, objeto de nuestros afanes. Por el contrario, es preciso exhortarse a sí mismo y esperar la desintegración natural, y no inquietarse por su demora, sino calmarse con estos únicos principios: uno, que nada me ocurrirá no acorde con la naturaleza del conjunto; y otro, que tengo la posibilidad de no hacer nada contrario a mi Dios y Genio interior. Porque nadie me forzará a ir contra éste.

  11. ¿Para qué me sirve ahora mi alma? En toda ocasión, plantearme esta pregunta e indagar qué tengo ahora en esa parte que precisamente llaman guía interior, y de quién tengo alma en el momento presente. ¿Acaso de un niño, de un jovencito, de una mujercita, de un tirano, de una bestia, de una fiera?

  12. Cuáles son las cosas que el vulgo considera buenas, podrías comprenderlo por lo siguiente. Porque si alguien pensara de verdad que ciertas cosas son buenas, como la sabiduría, la prudencia, la justicia, la valentía, después de una comprensión previa de estos conceptos, no sería capaz de oír eso de: «tan cargado está de bienes», pues no armonizaría con él tal rasgo. Mientras que si uno concibe previamente lo que el vulgo reputa por bueno, oirá y aceptará fácilmente como designación apropiada lo que el poeta cómico dice.[2][3] ¡Hasta tal punto el vulgo intuye la diferencia! En efecto, este verso no dejaría de chocar ni de ser repudiado, mientras que aquél, tratándose de la riqueza y buena fortuna que conducen al lujo o a la fama, lo acogemos como pronunciado apropiada y elegantemente. Proseguí, pues, y preguntá si deben estimarse e imaginarse tales cosas como buenas, esas que si se evaluaran apropiadamente, se podría concluir que su poseedor, debido a la abundancia de bienes, «no tiene dónde evacuar».

  13. He sido compuesto de causa formal y materia; ninguno de esos dos elementos acabará en el no ser, del mismo modo que tampoco surgieron del no ser. Por consiguiente, cualquier parte mía será asignada por transformación a una parte del universo; a su vez aquélla se transformará en otra parte del universo, y así hasta el infinito. Y por una transformación similar nací yo, y también mis progenitores, siendo posible remontamos hasta otro infinito. Porque nada impide hablar así, aunque el universo sea gobernado por períodos limitados.

  14. La razón y el método lógico son facultades autosuficientes para sí y para las operaciones que les conciernen. Parten, en efecto, del principio que les es propio y caminan hacia un fin preestablecido; por eso tales actividades se denominan «acciones rectas», porque indican la rectitud del camino.

  15. Ninguna de las cosas que no competen al hombre, en tanto que es hombre, debe éste observar. No son exigencias del hombre, ni su naturaleza las anuncia, ni tampoco son perfecciones de la naturaleza del hombre. Pues bien, tampoco reside en ellas el fin del hombre, ni tampoco lo que contribuye a colmar el fin: el bien. Es más, si alguna de estas cosas concerniera al hombre, no sería de su incumbencia menospreciarlas ni sublevarse contra ellas; tampoco podría ser elogiado el hombre que se presentase como sin necesidad de ellas ni sería bueno el hombre propenso a actuar por debajo de sus posibilidades en alguna de ellas, si realmente ellas fueran bienes. Pero ahora, cuanto más se despoja uno de estas cosas u otras semejantes o incluso soporta ser despojado de una de ellas, tanto más es hombre de bien.

  16. Como formés tus imaginaciones en repetidas veces, tal será tu inteligencia, pues el alma es teñida por sus imaginaciones. Teñíla, entonces, con una sucesión de pensamientos como éstos: donde es posible vivir, también ahí se puede vivir bien y es posible vivir en palacio, luego es posible también vivir bien en palacio. Y asimismo que cada ser tiende hacia el fin por el cual ha sido constituido y en virtud del cual ha sido constituido. Y donde está el fin, ahí también el interés y el bien de cada uno se encuentra. Naturalmente, el bien de un ser racional es la comunidad. Que efectivamente hemos nacido para vivir en comunidad, tiempo ha que ha sido demostrado. ¿No estaba claro que los seres inferiores existen con vistas a los superiores, y éstos para ayudarse mutuamente? Y los seres animados son superiores a los inanimados, y los racionales superiores a los animados.

  17. Perseguir lo imposible es propio de locos; pero es imposible que los necios dejen de hacer algunas necedades.

  18. A nadie sucede nada que no pueda por su naturaleza soportar. A otro le acontece lo mismo y, ya sea por ignorancia de lo ocurrido, ya sea por alardear de magnanimidad, se mantiene firme y resiste sin daño. Es terrible, en efecto, que la ignorancia y la excesiva complacencia sean más poderosas que la sabiduría.

  19. Las cosas por sí solas no tocan en absoluto el alma ni tienen acceso a ella ni pueden girarla ni moverla. Tan sólo ella se gira y mueve a sí misma, y hace que las cosas sometidas a ella sean semejantes a los juicios que estime dignos de sí.

  20. En un aspecto el hombre es lo más estrechamente vinculado a nosotros, en tanto que debemos hacerles bien y soportarlos. Pero en cuanto que algunos obstaculizan las acciones que nos son propias, se convierte el hombre en una de las cosas indiferentes para mí, no menos que el sol, el viento o la bestia. Y por culpa de éstos podría obstaculizarse alguna de mis actividades, pero gracias a mi instinto y a mi disposición no son obstáculos, debido a mi capacidad de selección y de adaptación a las circunstancias. Porque la inteligencia derriba y desplaza todo lo que obstaculiza su actividad encaminada al objetivo propuesto, y se convierte en acción lo que retenía esta acción, y en camino lo que obstaculizaba este camino.

  21. Respetá lo más excelente que hay en el mundo; y eso es lo que se sirve de todo y cuida de todo. E igualmente estimá lo más excelente que reside en vos; y eso es del mismo género que aquello. Y en vos lo que aprovecha a los demás es eso y eso es lo que gobierna tu vida.

  22. Lo que no es dañino a la ciudad, tampoco daña al ciudadano. Siempre que imaginés que has sido víctima de un daño, procurate este principio: si la ciudad no es dañada por eso, tampoco yo he sido dañado. Pero si la ciudad es dañada, ¿no debés irritarte con el que daña a la ciudad? ¿Qué justifica tu negligencia?

  23. Reflexioná repetidamente sobre la rapidez de tránsito y alejamiento de los seres existentes y de los acontecimientos. Porque la sustancia es como un río en incesante fluir, las actividades están cambiando de continuo y las causas sufren innumerables alteraciones. Casi nada persiste y muy cerca está este abismo infinito del pasado y del futuro, en el que todo se desvanece. ¿Cómo, pues, no va a estar loco el que en estas circunstancias se enorgullece, se desespera o se queja en base a que sufrió alguna molestia cierto tiempo e incluso largo tiempo?

  24. Recordá la totalidad de la sustancia, de la que participás mínimamente, y la totalidad del tiempo, del que te ha sido asignado un intervalo breve e insignificante, y del destino, del cual, ¿qué parte ocupás?

  25. ¿Comete otro una falta contra mí? Él verá. Tiene su peculiar disposición, su peculiar modo de actuar. Tengo yo ahora lo que la común naturaleza quiere que tenga ahora, y hago lo que mi naturaleza quiere que ahora haga.

  26. Sea el guía interior y soberano de tu alma una parte indiferente al movimiento, suave o áspero, de la carne, y no se mezcle, sino que se circunscriba, y limite aquellas pasiones a los miembros. Y cuando éstas progresen y alcancen la inteligencia, por efecto de esa otra simpatía, como en un cuerpo unificado, entonces no hay que enfrentarse a la sensación, que es natural, pero tampoco añada el guía interior de por sí la opinión de que se trata de un bien o de un mal.

  27. «Convivir con los dioses.» Y convive con los dioses aquel que constantemente les demuestra que su alma está satisfecha con la parte que le ha sido asignada, y hace todo cuanto quiere el genio divino,[4] que, en calidad de protector y guía, fracción de sí mismo, asignó Zeus a cada uno.[5] Y esta divinidad es la inteligencia y razón de cada uno.

  28. ¿Te sentís molesto con el que huele a macho cabrío? ¿Te molestás con el hombre al que le huele el aliento? ¿Qué puede hacer? Así es su boca, así son sus axilas; es necesario que tal emanación salga de tales causas. «Mas el hombre tiene razón, afirma, y puede comprender, si reflexiona, la razón de que moleste.» ¡Sea enhorabuena! Pues también vos tienes razón. Incitá con tu disposición lógica su disposición lógica, hacele comprender, sugerile. Pues si te atiende, lo curarás, y no hay necesidad de irritarse. Ni actor trágico ni prostituta.

  29. Tal como proyectás vivir después de partir de aquí, así te es posible vivir en este mundo; pero caso de que no te lo permitan, entonces salí de la vida, pero convencido de que no sufrís ningún mal. Hay humo y me voy.[6][7] ¿Por qué considerás eso un negocio? Mientras nada semejante me eche fuera, permanezco libre y nadie me impedirá hacer lo que quiero. Y yo quiero lo que está de acuerdo con la naturaleza de un ser vivo racional y sociable.

  30. La inteligencia del conjunto universal es sociable. Así, por ejemplo, ha hecho las cosas inferiores en relación con las superiores y ha armonizado las superiores entre sí. Ves cómo ha subordinado, coordinado y distribuido a cada uno según su mérito, y ha reunido los seres superiores con el objeto de una concordia mutua.

  31. ¿Cómo te has comportado hasta la fecha con los dioses, con tus padres, tus hermanos, tu mujer, tus hijos, tus maestros, tus preceptores, tus amigos, tus familiares, tus criados? ¿Acaso en el trato con todos hasta ahora te es aplicable lo de: «Ni hacer mal a nadie ni decirlo»?[8] Recordá también por qué lugares has cruzado y qué fatigas has sido capaz de aguantar; y asimismo que la historia de tu vida está ya colmada y tu servicio cumplido; y cuántas cosas bellas has visto, cuántos placeres y dolores has desdeñado, cuántas ambiciones de gloria has ignorado; con cuántos insensatos te has comportado con deferencia.

  32. ¿Por qué almas rudas e ignorantes confunden un alma instruida y sabia? ¿Cuál es, pues, un alma instruida y sabia? La que conoce el principio y el fin y la razón que abarca la sustancia del conjunto y que, a lo largo de toda la eternidad, gobierna el Todo de acuerdo con ciclos determinados.

  33. Dentro de poco, ceniza o esqueleto, y o bien un nombre o ni siquiera un nombre; y el nombre, un ruido y un eco. E incluso las cosas más estimadas en la vida son vacías, podridas, pequeñas, perritos que se muerden, niños que aman la riña, que ríen y al momento lloran. Pues la confianza, el pudor, la justicia y la verdad, «al Olimpo, lejos de la tierra de anchos caminos».[9] ¿Qué es, pues, lo que todavía te retiene aquí, si las cosas sensibles son cambiantes e inestables, si los sentidos son ciegos y susceptibles de recibir fácilmente falsas impresiones, y el mismo hálito vital es una exhalación de la sangre, y la buena reputación entre gente así algo vacío? ¿Qué, entonces? ¿Aguardarás benévolo tu extinción o tu traslado? Mas, en tanto se presenta aquella oportunidad, ¿qué basta? ¿Y qué otra cosa sino venerar y bendecir a los dioses, hacer bien a los hombres, soportarles y abstenerse? Y respecto a cuanto se halla dentro de los límites de tu carne y hálito vital, recordá que eso ni es tuyo ni depende de vos.

  34. Podés encauzar bien tu vida, si sos capaz de caminar por la senda buena, si sos capaz de pensar y actuar con método. Esas dos cosas son comunes al alma de Dios, a la del hombre y a la de todo ser racional: el no ser obstaculizado por otro, el cifrar el bien en una disposición y actuación justa y el poner fin a tu aspiración aquí.

  35. Si eso ni es maldad personal ni resultado de mi ruindad ni perjudica a la comunidad, ¿a qué inquietarme por ello?, ¿y cuál es el daño a la comunidad?

  36. No te dejés arrastrar totalmente por la imaginación; antes bien, prestá ayuda en la medida de tus posibilidades y según su mérito; y aunque estén en inferioridad en las cosas mediocres, no imaginés, sin embargo, que eso es dañino, pues sería un mal hábito. Y al igual que el anciano que, al irse, pedía la peonza de su pequeño, teniendo presente que era una peonza, también vos procede así. Luego te encontrás en la tribuna gritando.[10] Hombre, ¿es que has olvidado de qué se trataba? «Sí, pero otros en esas cosas ponen gran empeño.» ¿Acaso por eso, vas vos también a enloquecer?


  1. Nota del Traductor: Sobre el uso y la eficacia de esta práctica curativa, cf. Plinio, Historia natural XXIX 3. ↩︎

  2. N.T.: Menandro, Phasma (o La Aparición) 40, fragmento 530 en Kock. ↩︎

  3. Nota de Conectorium: El verso referido de Menandro, el poeta cómico, es: “no tienes donde cagar por la de riquezas que tienes”. ↩︎

  4. N.T.: Cf. Platón, República 620 d; Menandro, fr. 550, y Epicteto, I 14. ↩︎

  5. N.T.: Cf. Diógenes Laercio, VII 143 y VIII 28. ↩︎

  6. N.T.: Εpicteto, I 25. Según M. Meunier, se trata de una locución proverbial. ↩︎

  7. Nota de Conectorium: en las Disertaciones de Epicteto, la frase de si “han hecho humo en la habitación”, viene acompañada de una invitación a irse (de la vida) si a uno no le gusta la situación, “la puerta [siempre] está abierta”. Esta frase aparece también en I, 9, y se juega con las mismas ideas en II, 16 y IV, 7. ↩︎

  8. N.T.: Cf. Homero, Odisea IV 690. ↩︎

  9. N.T.: Hesíodo, Trabajos 197. ↩︎

  10. N.T.: Texto corrupto. Introducimos en nuestra versión la conjetura de Farquharson [«klaiōn»] que facilita la lectura del pasaje, aunque la alusión que aquí aparece no queda aclarada. ↩︎


Marco Aurelio: Meditaciones, libro 4
El dueño de sí mismo adopta, frente a lo que sucede, una actitud tal que siempre puede adaptarse a las posibilidades que se le dan. Se lanza instintivamente ante lo que se presenta, con prevención, y convierte en materia propia incluso lo que era obstáculo. “Nada viene de la nada”. “Memento mori”.
Marco Aurelio: Meditaciones, libro 6
«Lo que no beneficia al enjambre, tampoco beneficia a la abeja». «La mejor manera de defenderte es no asimilarte a ellos». «El orgullo es un terrible embaucador de la razón, y cuando pensás ocuparte mayormente de las cosas serias, entonces te embauca». «si algo es posible también está a tu alcance».

Referencia a:

Epicteto - Conectorium
Epicteto, (en griego: Επίκτητος, ‘adquirido’); Hierápolis, 55 - Nicópolis, 135) fue un filósofo griego de la escuela estoica que vivió parte de su vida como esclavo en Roma. No dejó obra escrita, pero de sus enseñanzas se conservan en escritos hechos por su discípulo Flavio Arriano, así como algunos…

Citado por:

Pierre Hadot: el presente y la conciencia cósmica en el estoicismo
Esta implicación de todas las cosas en todas las cosas es uno de los temas más apreciados por Marco Aurelio. El cosmos, para los estoicos, está dotado de una conciencia y voluntad únicas: «Como todo concurre a producir todo lo que se produce, todo está entrelazado» para formar una «conexión sagrada»

#griego#estoicismo#aforismos