El problema de los vende Historia *
Un problema que tenemos los que queremos contar la Historia, es que nos olvidamos—o rechazamos—que para vender es necesario contar historias. Algo común en la venta de literatura filosófica e histórica es querer resaltar su supuesta utilidad: “enriquece la mente”, “soluciona problemas”...
Un problema que tenemos los que queremos contar la Historia, es que nos olvidamos—o rechazamos—que para vender es necesario contar historias.
Algo común en la venta de literatura filosófica e histórica es querer resaltar su supuesta utilidad: “enriquece la mente”, “soluciona problemas”, “ayuda a detectar patrones, señal”, “purifica el alma”. Nos convertimos inmediatamente en viejos aburridos y puritanos que se olvidan que lo que uno consume por gusto es porque lo entretiene. Fallamos en darnos cuenta que no es necesariamente que amamos el saber o que somos muy curiosos, sino que ser curiosos y aprender de todo un poco es nuestro entretenimiento. No sé si es amor o adicción, porque es un escape. Claramente no pensamos que estamos enseñando una adicción o un entretenimiento porque queremos vender racionalmente, tirando toda la información de golpe, porque todo nos parece un detalle valioso e interesante. Nos da miedo dejar cosas afuera. No sabemos jugar el juego del tire y afloje de la información, precisamente el juego que juega la curiosidad que tanto nos envicia. Y nos enredamos en un montón de frases para explicar bondades que conocemos, o creemos, que son inigualables. Y queremos insistir en la lectura por sobre el video y el audio. E insistimos como un ex desesperado o tenemos el approach de un pretendiente tímido que apenas se anima a encarar, “que quiere pero no quiere”—o sea, que en realidad no quiere. No sabemos aplicar la clave de la conquista y de la venta: la sainte indiffèrence. Sembrar semillas, regarlas, tomarse su tiempo. Parecer desinteresado, que el otro no se sienta presionado sino enigmatizado, si me dejan inventarme esa palabra. Así que en nuestro intento de venta, de afuera damos un poco de pena, o vergüenza ajena.
Quizá el problema principal es que nos extendemos demasiado y no sabemos editar. Este artículo se debió haber acabado en el primer párrafo.
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