Nassim Taleb: Azar, éxito, felicidad y estoicismo

Contexto Condensado

Procusto, en la mitología griega, era un tipo que a veces se lo nombraba como hijo de Poseidón y otras como un gigante. Lo cierto—si hay algo de cierto en la mitología griega—es que tenía una posada. Procusto, del griego Προκρούστης Prokroústês, “estirador”, tenía por maña querer que sus huéspedes encajen en la cama: si la cama era muy grande, los estiraba; si era muy corta, los cortaba.

El cuento hace referencia al hecho de que nosotros estiramos o cortamos los datos para que encajen en nuestra narrativa, en nuestra hipótesis. Es una falacia pseudocientífica y la usamos a cada rato: esto no me sirve, lo corto; esto no me cuadra, lo estiro. No nos gusta aceptar que hay cosas que no sabemos y, muchas veces, no tenemos buena idea de lo que compartimos y lo que hacemos.

El año 2010, Nassim Taleb estrenó un libro de aforismos con el nombre y apellido de El lecho de Procusto: aforismos filosóficos y prácticos. En 2016 sacó una edición revisada y muy aumentada, y ahora está trabajando en sacar otra con todavía más sentencias (y podemos ver live en Twitter, de vez en cuando, los aforismos que se van revisando o aumentando).

¿Por qué eligió ese título? Eso vamos a dejar que lo explique él, antes de dejar una advertencia: “no más de cuatro aforismos por sentada y mejor si se eligen al azar”. El tema del azar es, podemos decir, su trip. Toda su filosofía, su estrategia de inversión y su forma de ser y estar tiene que ver con el randomness, cómo hacer para que no nos engañe y cómo nosotros nos podemos resguardar de los deseos del azar, si es que tiene deseos. Muchos riesgos chiquititos son mejores que un sólo riesgo que los sume todos: es preferible que te caigan 100 piedritas de 10 gramos a una sola piedra de un kilo. Por ahí va la cosa.

En este tema de saber qué riesgos tomar, y de saber qué está bajo nuestro control y qué no, Taleb sabe que se pueden tomar grandes lecciones de la filosofía antigua más acorde al “aceptá las cosas como son”, “jugá la mano que te toca”, “no te quejés”, “no busqués estatus”: el estoicismo.

No sólo saca esto de bueno del estoicismo, sino que también sabe que ahí reside alguito de su otro trip: la anti-fragilidad. Sistemas que se benefician del estrés (regulado), que en vez de volverse más frágiles se vuelven más fuertes. El hecho de que estas 100 piedritas que te caen te ayuden a crecer y no que te lastimen, por ponerlo en términos muy sencillos. En el capítulo 4 de las Meditaciones de Marco Aurelio, podemos leer que el emperador explica cómo “el fuego se apropia de los objetos que caen sobre él; una pequeña llama se habría apagado, pero un fuego resplandeciente con gran rapidez se familiariza con lo que se le arroja encima y lo consume totalmente levantándose a mayor altura con estos nuevos escombros”. Taleb “se presta” esta idea del emperador filósofo en su Antifragilidad. En otro lugar, Nassim Nicholas Taleb, hijo de la guerra civil del Líbano, dice que si querés ser emperador filósofo, es mejor empezar por ser emperador.

Pero volvamos a nuestro trip, a la mini-serie en la que estamos ahora, y veamos qué tiene que ver este capítulo del Procustes que lleva por título Azar, Éxito, Felicidad y Estoicismo. Sencillo. Venimos hablando de la necesidad de descanso y ocio para quien quiere perseguir de verdad una vida intelectual y para quien quiere ser libre. El ocio entendido como tiempo libre para perseguir las letras, los hobbies, y el crecimiento personal; no para perderlo en banalidades ni nimiedades, no para ser “ocioso”.

Es en este capítulo donde el filósofo libanés-estadounidense larga aforismos que encajan como anillo al dedo (para quienes entienden lo que es un aforismo). Aquí algunos ejemplos:

“Lo que los tontos llaman «perder el tiempo» es casi siempre la mejor inversión.”

“Serás civilizado el día que puedas pasar un largo periodo de tiempo sin hacer nada, sin aprender nada y sin mejorar nada sin sentir la más mínima culpa.”

“Alguien que dice «estoy ocupado» o bien declara su incompetencia (y falta de control sobre su vida) o bien intenta deshacerse de ti.”

“La preocupación por la eficacia es el obstáculo principal para una vida poética, noble, elegante, robusta y heroica.”

Las demás sentencias, en su mayoría, son joyitas sobre las ideas procusteanas que tenemos del éxito, el dinero y la felicidad. Te dejo con Taleb en la traducción de Genís Sánchez Barberán (Editorial Paidós).

Autor: Nassim Nicholas Taleb

Libro: El Lecho de Procusto (2010)

Procusto

En la mitología griega, Procusto fue el cruel propietario de una pequeña hospedería de Coridalo, Ática, a medio camino entre Atenas y Eleusis, donde se llevaban a cabo los ritos mistéricos. Procusto tenía un sentido de la hospitalidad muy particular: secuestraba a los viajeros, les ofrecía una generosa cena y luego los invitaba a pasar la noche en una cama un poco especial. Quería que encajaran en el lecho a la perfección. A quienes eran demasiado altos les cortaba las piernas con un hacha afilada; a los que eran demasiado bajos los estiraba (se decía que su nombre era Damastes o Polifemo, pero se le dio el apodo de Procusto, que significa «estirador»).

En el más puro acto de justicia poética, a Procusto le salió el tiro por la culata. Uno de los viajeros resultó ser el intrépido Teseo, que más adelante, en su heroica carrera, mataría al Minotauro. Después de la consabida cena, Teseo hizo que Procusto yaciera en su propio lecho y, para que encajara en él con la perfección habitual, lo decapitó. Así siguió Teseo el método de Hércules de pagar con la misma moneda.

En otras versiones más siniestras (como la que consta en la Biblioteca de Pseudo-Apolodoro), Procusto tenía dos camas, una pequeña y otra grande; hacía que las víctimas de corta estatura se echaran en la grande y que las altas yacieran en la pequeña.

Cada aforismo que aparece aquí trata de una especie de lecho de Procusto: nosotros, los seres humanos, al afrontar los límites del conocimiento y las cosas que no observamos, lo oculto y lo desconocido, resolvemos la tensión embutiendo la vida y el mundo en ideas claras y trilladas, en categorías reduccionistas, en vocabularios específicos y en narraciones manidas que, en ocasiones, tienen consecuencias explosivas. Además, parecemos no ser conscientes de este «retroencajamiento», como sastres que se enorgullecen de haber entregado un traje perfectamente ajustado tras alterar quirúrgicamente las extremidades de sus clientes. Por ejemplo, pocos se dan cuenta de que estamos cambiando los cerebros de los escolares con ciertos fármacos para que se ajusten al currículo y no al revés.

Puesto que los aforismos pierden su encanto cuando se explican, de momento solo insinúo el tema central de este libro y dejo para el epílogo discusiones más elaboradas. Son pensamientos independientes y comprimidos en torno a mi idea principal de cómo abordamos, y cómo deberíamos abordar, lo que no sabemos, cuestiones que examino con más profundidad en mis libros El cisne negro y ¿Existe la suerte?[1]


  1. Nota del Autor: Mi empleo de la metáfora del lecho de Procusto no se refiere únicamente a colocar algo en la caja que no corresponde; se refiere, más que nada, a la operación inversa de cambiar la variable que no corresponde, en este caso la persona en lugar del lecho. Obsérvese que todo fracaso de lo que llamamos «sabiduría» (unida a la destreza técnica) se puede reducir a una situación de lecho de Procusto. ↩︎


Aviso

Los aforismos son diferentes de un texto convencional. El autor recomienda no leer más de cuatro de una sentada. También es preferible elegirlos al azar.


Azar, Éxito, Felicidad y Estoicismo

El éxito es llegar a ser en la madurez lo que soñabas ser de niño. Lo demás viene de perder el control.

Lo contrario del éxito no es el fracaso; es dárselas de conocer a gente importante [name-dropping].

La modernidad necesita entender que, desde el punto de vista matemático, personal, social y ético, ser rico no es lo mismo que hacerse rico.

Corolario: si alternas con alguien cuya cuenta bancaria es más pequeña que la tuya, estás obligado a conversar como si dispusieras exactamente de los mismos recursos económicos y comieras en los mismos lugares: no enseñes en ningún momento las fotos de tus vacaciones en la Costa Azul ni nada que indique la diferencia de recursos.

No te haces completamente libre sólo evitando ser un esclavo; también debes evitar convertirte en dueño.[1]


  1. Nota del Autor: A lo largo de la historia se han repetido y redescubierto versiones de esta observación: la última de las convincentes es obra de Montaigne. ↩︎

La fortuna castiga al codicioso haciéndolo pobre y al muy codicioso haciéndolo rico.

Es algo muy revelador de las preferencias humanas que haya más suicidios debidos a la vergüenza o a la pérdida de estatus económico y social que por diagnósticos médicos.

Las guerras comerciales las suelen perder las dos partes; las guerras académicas las ganan las dos.

Estudiar la obra y los hábitos intelectuales de un «genio» para aprender de él es como estudiar el atuendo de un chef para emular su cocina.

El término «rico» carece de sentido y no tiene una medida absoluta robusta; usa en su lugar la medida sustractiva de la «no riqueza», es decir, la diferencia, en cualquier momento dado, entre lo que tienes y lo que te gustaría tener.

Nunca sabrás con seguridad si alguien es un idiota hasta que se haga rico.

La gente mayor es más hermosa cuando posee aquello de lo que carecen los jóvenes: porte, erudición, sabiduría, frónesis y esa ausencia posheroica de agitación.

Fui a un congreso sobre la felicidad; los investigadores parecían muy infelices.

Lo que los tontos llaman «perder el tiempo» es casi siempre la mejor inversión.

El declive empieza con la sustitución de sueños por recuerdos y acaba con la sustitución de recuerdos por otros recuerdos.

No hay señal más clara de fracaso que un hombre de edad madura presumiendo de su rendimiento en la universidad.

Evita caer mal sin ser envidiado ni admirado.

No leas nada de los últimos cien años; no comas fruta de los últimos mil años; no bebas nada de los últimos cuatro mil años (solo vino y agua); pero no hables con ningún hombre normal que tenga más de cuarenta años. Un hombre sin inclinaciones heroicas empieza a morir a los treinta.

Algunas ocupaciones son mucho más aburridas desde dentro. Incluso la piratería, dicen.

Karl Marx, un visionario, entendió que podemos controlar mejor a un esclavo convenciéndolo de que es un empleado.

Me pregunto cuántas personas buscarían una riqueza excesiva si no conllevara una medida de estatus.

Los países católicos tenían más monogamia serial que hoy, pero sin necesidad de divorcio: la esperanza de vida era corta; la duración de los matrimonios lo era mucho, muchísimo más.

Para calcular cómo te irán las cosas dentro de diez años en relación con otra persona, cuenta tus enemigos, cuenta los suyos y eleva la proporción al cuadrado.

La manera más rápida de hacerse rico es alternar con pobres; la manera más rápida de hacerse pobre es alternar con ricos.

La persona «alfa» en una reunión de gente de «alto estatus» suele ser, claramente, el camarero.

Serás civilizado el día que puedas pasar un largo periodo de tiempo sin hacer nada, sin aprender nada y sin mejorar nada sin sentir la más mínima culpa.

Alguien que dice «estoy ocupado» o bien declara su incompetencia (y falta de control sobre su vida) o bien intenta deshacerse de ti.

El éxito en todos los empeños exige la ausencia de unas cualidades concretas. 1) Tener éxito en el delito requiere ausencia de empatía, 2) tener éxito en la banca exige ausencia de vergüenza por ocultar riesgos, 3) tener éxito en los estudios exige ausencia de sentido común, 4) tener éxito en economía exige ausencia de comprensión de las probabilidades, del riesgo, de los efectos de segundo orden o de cualquier otra cosa, 5) tener éxito en el periodismo exige la incapacidad de pensar en cuestiones que tengan alguna posibilidad, aunque sea infinitesimalmente pequeña, de tener importancia en enero del año siguiente. 6) Pero tener éxito en la vida exige una incapacidad total para hacer algo que te haga sentir incómodo cuando te miras en el espejo.

La diferencia entre los esclavos en la época de Roma y del Imperio otomano y los empleados de hoy es que los esclavos no tenían que adular a su jefe.

El beneficio natural de los teléfonos móviles, los ordenadores portátiles y otros aparatos modernos indispensables es la alegría que se siente al encontrar el objeto tras perderlo. Pierde tu cartera llena de tarjetas de crédito y tendrás la oportunidad de tener un gran día.

Eres rico si y solo si el dinero que rehúsas sabe mejor que el que aceptas.

No alternes con personas mucho más ricas que tú; pero si lo haces, que sea en tu propio terreno (restaurantes que te puedas permitir, vino, etc.).

Para la mayoría, el éxito es el paso perjudicial desde el bando de quienes aborrecen al bando de los aborrecidos.

Para ver si te gusta donde estás, sin las cadenas de la dependencia, comprueba si al volver eres tan feliz como al marcharte.

Puedes saber lo pobre que se siente alguien por el número de veces que menciona el «dinero» en su conversación.

La diferencia entre amor y felicidad es que quienes hablan de amor tienden a estar enamorados y quienes hablan de felicidad tienden a no ser felices.

Modernidad: hemos creado juventud sin heroísmo, edad sin sabiduría y vida sin grandeza.

Puedes saber lo poco interesante que es una persona preguntándole a quién encuentra interesante.

Internet es un lugar malsano para alguien sediento de atención.

Me pregunto si alguien ha medido alguna vez el tiempo que se tarda en una fiesta hasta que un desconocido con algo de éxito y que haya estudiado en Harvard lo pone en conocimiento de los demás.

La gente se fija en modelos de conducta, pero es más eficaz encontrar antimodelos: personas a las que no quieres parecerte cuando crezcas.

Disculparte es siempre una práctica recomendable, salvo cuando has hecho algo mal.

La preocupación por la eficacia es el obstáculo principal para una vida poética, noble, elegante, robusta y heroica.

Algunos, como la mayoría de los banqueros, son tan inadecuados para el éxito que parecen enanos vestidos con ropa de gigantes.

No te quejes en voz alta de las maldades que has hecho; puedes dar ideas a tus enemigos menos imaginativos.

La mayoría de la gente alimenta sus obsesiones intentando deshacerse de ellas.

Es tan difícil cambiar las opiniones de alguien como cambiar sus gustos.

Lo que en general llamamos «éxito» (recompensas, estatus, reconocimiento, algún criterio nuevo) es un premio de consolación para quienes son infelices y no son buenos en lo que hacen.

Tengo los recuerdos más gratos de momentos pasados en lugares llamados feos, y los más aburridos de los pasados en lugares llamados pintorescos.

Es bueno no sentir envidia; pero es mejor no sentir envidia ni ser envidiado.

Sin duda, una buena forma física es señal de fortaleza, pero fuera de estímulos naturales, la motivación para adquirirla puede indicar alguna debilidad profunda e incurable.

El encanto es la capacidad de insultar a otros sin que se ofendan; el frikismo [nerdiness] es lo contrario.

Quienes no piensan que el empleo es esclavitud sistémica, o están ciegos o están empleados.

Nacen y los colocan en una caja; van a casa para vivir en una caja; estudian marcando casillas; van a lo que llaman «trabajo» en una caja, donde se sientan en la caja de un cubículo; conducen hasta el súper en una caja para comprar comida en una caja; van al gimnasio en una caja para sentarse en una caja; hablan de pensar «fuera de la caja»; y cuando mueren los meten en una caja. Todo son cajas, cajas euclidianas, geométricamente lisas.

No contratemos nunca a un estudiante de matrícula a menos que sea para hacer exámenes.

Otra definición de modernidad: las conversaciones se pueden reconstruir de una manera cada vez más completa con fragmentos de otras conversaciones que tienen lugar en el planeta al mismo tiempo.

El siglo XX fue la quiebra de la utopía social; el XXI lo será de la tecnológica.

En los días de Suetonio, el 60 % de los educadores (gramáticos) de prestigio eran esclavos. Hoy, la proporción es del 97,1 % y va en aumento.

Los intentos de construir utopías sociales, políticas y médicas han causado pesadillas; muchas curas y técnicas proceden de intentos marciales.

La «conectividad» de Internet crea una forma peculiar de promiscuidad informativa y pseudosocial que hace que te sientas limpio después de un racionamiento de la red.

En la mayoría de los debates, la gente parece intentar convencerse mutuamente; pero todo lo que puede esperar es hallar nuevos argumentos para convencerse a sí misma.

¿Te has dado cuenta de que coleccionar obras de arte es a pintar por afición lo que mirar pornografía es a practicarla? La única diferencia es de estatus.


Nombra a:

Montaigne - Conectorium
Michel Eyquem de Montaigne (Saint-Michel-de-Montaigne, Burdeos, 28/02/1533 - ibíd., 13/09/1592). Filósofo, escritor, humanista y moralista francés del Renacimiento. Creador del género literario conocido como ensayo. Calificado como el más clásico de los modernos y el más moderno de los clásicos,​ su…

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Marco Aurelio: Meditaciones, libro 4
El dueño de sí mismo adopta, frente a lo que sucede, una actitud tal que siempre puede adaptarse a las posibilidades que se le dan. Se lanza instintivamente ante lo que se presenta, con prevención, y convierte en materia propia incluso lo que era obstáculo. “Nada viene de la nada”. “Memento mori”.