Israel y Palestina, parte 3: migración, límites, guerras territoriales y limpieza étnica

Parte 1: historia bíblica del Antiguo Israel, su influencia en el movimiento evangelista y la actual política estadounidense, historia del territorio hasta antes del sionismo.

Parte 2: expansión musulmana, pogromos y expulsiones de los judíos, nacionalismos, sionismo y la opinión pública, migraciones judías e historial de la demografía en Palestina hasta la independencia de Israel.

Parte 3 (aquí): división y límites de Palestina, límites en la naturaleza, problema de las migraciones, historial de guerras territoriales entre judíos y musulmanes (israelitas y palestinos), limpieza étnica, the two-state solution.

Parte 4: por qué esta guerra es diferente de las anteriores, por qué es igual a otras guerras, la propaganda en todo su esplendor, cambio en la opinión pública, los fanatismos de siempre y observaciones sobre la esencia humana.

Parte 3

Etnias, división, invasión y límites

Recordemos:

Porque la demografía de Israel es profundamente cosmopolita: allí vive gente de más de 90 naciones. Hay judíos:

  • Israelíes, asquenazíes (de Germania, Alsacia y países eslavos), sefardíes (de Iberia), mizrajíes (Arabia, Turquía, Persia); magrebim (Marruecos, Argelia), italkim (Italia), romainotes (Grecia), etíopes, indios, bagdadis, yemenitas, sirios... Son más de 70 sus variantes étnicas, que con el sionismo buscaban encontrar, luego de milenios de migraciones y persecuciones, un lugar seguro. (Aunque, como cuenta Zweig, el sionismo no fue bienvenido al inicio entre los judíos burgueses de Occidente, sobre todo en la natal Austria de su principal propulsor, Theodor Herzl.)
  • Sionistas y no sionistas. Los nacionalistas del Estado de Israel tienden a pensar que sólo ahí pueden estar seguros. Pero hay judíos que prefieren vivir en Brooklyn o Buenos Aires (en Israel viven 70.000 judíos norteamericanos, en USA son más de 6.000.000).
  • Religiosos y no religiosos. Los primeros tienden a sentirse «más judíos» que los segundos y pueden ser conservadores, ortodoxos o reformistas. Dentro de cada una de estas ramas hay más fractales.

Este conflicto se agravó cuando se metió la religión. «Judío» era en un principio lo mismo que «germano» o «romano»: indicaba una nacionalidad o etnicidad: «proveniente de Judea» (por eso los primeros cristianos eran judíos). El concepto se fundió después con la religión. Lo mismo sucedió con el sionismo, que en sus inicios era incluso condenado por los rabinos. Cuando el sionismo se volvió religioso —o cuando la religión judía se volvió sionista—, la causa palestina hizo lo mismo y se convirtió en una causa del Islam (ambos dicen: «Dios me prometió esta tierra»).

La idea de un estado palestino, y musulmán, cuando Israel declaró su independencia, era casi inexistente. Palestina era históricamente el nombre de una región de fronteras no muy definidas; más allá de lo que se disputa hoy, tocaba partes de Siria, Jordania, Líbano y Egipto. La Enciclopedia Británica de 1911 dice que “tampoco los registros de fronteras antiguas son lo suficientemente completos y definidos para hacer posible la demarcación completa del país”. Durante los gobiernos de sultanatos y dinastías árabes (639-1516), y de los otomanos (1516-1917), Palestina no fue nunca una provincia en sí misma como lo fue en tiempos romanos y de las Cruzadas: sus partes eran partes de otras provincias. El interés por la región renace a inicios del siglo 19, sobre todo de parte de los británicos, quienes la tomaron en la Primera Guerra Mundial y la delimitaron.

Hasta el surgimiento de los nacionalismos y el concepto de estado-nación (un país propio para un pueblo o etnia), los límites de los países e imperios eran flotantes; estaban sujetos a acuerdos, guerras, intereses, fronteras naturales. Esto cambia desde mediados del siglo 17 y se consolida con la Segunda Guerra Mundial. El problema es que nos acostumbramos muy rápido a la idea de fronteras fijas. Si ampliamos el horizonte temporal, la idea es todavía nueva y estamos en la etapa en que los niños dicen de todas las cosas que tocaron «mío, mío, mío».

Con el nacionalismo no sólo llegó el sionismo a la región, sino también el panarabismo. Esta ideología se hizo fuerte en la década de 1940, cuando nace Israel y el planeta se ve dividido entre la OTAN y el Pacto de Varsovia. El mundo musulmán —dañinamente auto-denominado árabe— soñaba agruparse en una gran nación que abarque lo que alguna vez hicieron las dinastías árabes: un territorio desde Arabia hasta Marruecos, desde Siria hasta Somalia. Palestina quedaba en el centro de este sueño y no se buscaba una nación independiente. Israel se acercó a Occidente, el panarabismo a Varsovia.

Y luego el problema se volvió una cuestión religiosa, tomando el nombre de Dios para matar a los vecinos. Incontables son las veces que usamos la religión como excusa para matarnos por un territorio. Cada década de la historia tiene algún ejemplo. Hace más de tres mil años fue la conquista judía de Canaán. Hace más de mil fue la expansión musulmana. Los católicos usaron la fe para colonizar América y quemar vivos a sus hermanos protestantes (de la resolución de este conflicto nace el estado-nación). En Afganistán se persigue todavía a los hindúes, en China a budistas y musulmanes. Cerca del territorio en cuestión tenemos como ejemplos las Cruzadas, la Guerra de Crimea (1853-1856), el genocidio armenio (1915-1923), la guerra civil libanesa (1975-1990). La guerra que nos atañe es una escena más de este teatro.

Demografía religiosa de la región hasta 2018 (fuente). Hoy son casi 50/50: cerca de 7 millones de judíos y los mismos musulmanes (cerca de 250k cristianos)

Complejísima de resolver, es fácil de explicar. Es lo que sucede siempre que hay una migración invasiva de una cultura extraña. A ningún pueblo le ha gustado jamás la llegada masiva y organizada de personas que «pasean» y «estrujan» sus costumbres diferentes en la cara de los locales. A ningún local le gusta sentirse inseguro en su casa. Por eso nos agrupamos en barrios cerrados, ciudades amuralladas, países con fronteras y pasaportes, todos vigilados por guardias de seguridad. En un edificio, cuando se muda una familia bulliciosa, pedimos que se los expulse; lo mismo sucede a nivel país. «Cuando a Roma fueres, haz como vieres», dice sabiamente El Quijote. Pero la naturaleza humana, cuando estás en grupo, te lleva a destruir Roma. Cuando la migración se vuelve un problema se exacerban emociones y se avivan movimientos populistas, autoritarios y nacionalistas. Europa y Estados Unidos está volviendo a vivir esto hoy, lo vemos reflejado en sus elecciones.

No sabemos poner límites sanos y reconocer las consecuencias de nuestros actos de antemano. Si observáramos la Naturaleza —de la que a veces olvidamos que somos parte— con más atención y respeto, aprenderíamos a hacerlo. Pero el humano es cortoplacista y empuja siempre hasta donde se lo permiten. Si a uno no le ponen límites, se requiere una inteligencia madura para ponérselos a uno mismo, para ver los efectos de nuestras acciones; se requiere sabiduría para manejar la libertad. En esta guerra no se han respetado límites ni libertades ni causas ni efectos.

Historia condensada de Israel vs Palestina: migración, limpieza étnica y guerras

Palestinos e israelitas —o musulmanes y judíos, para ser más técnicos— se enfrentaron ya desde la primera ola migratoria judía (1881-1904), que duplicó su población de 25.000 a 50.000. Aunque los locales eran cerca de 550.000 (10% cristianos), empezaron a sentir los efectos de la primera aliyá. En 1891, «notables» musulmanes de Jerusalén, Jaffa y Hebrón elevaron al sultán un pedido para prevenir la llegada de más judíos e impedirles la compra de nuevas tierras. Sentían que estaban causando un desequilibrio cultural, económico (venían a poner negocios y a competir) y político: temían que llegara el día en que una mayoría judía socavara sus derechos. En esa misma década, Herzl tomó apuntes y teorizó en sus escritos un plan para la convivencia pacífica. Pero en la práctica las tensiones no siguieron la nota.

Desde entonces, estos son sus enfrentamientos con un mínimo de cien muertos. Hubo escaramuzas y muertos todos los años, algunos años todos los meses; nombrarlos todos, sus motivos y sus triggers, es tarea para un libro bien grueso — considerando además que uno llevó al otro. Dejo fuera también algunos ataques (de ambos bandos) a las fuerzas británicas.

  • 1921. Disturbios de Jaffa, casi 50 muertos por lado.
  • 1929. En medio de reclamos palestinos a los británicos por un estado propio: Masacre de Hebrón; más de 100 muertos por bando.
  • 1936-1939. Revuelta Árabe: protestas y resistencia de carácter panarabista contra el dominio británico y la inmigración judía. Cerca de 6000 muertos, 80% del lado árabe. Culmina con Gran Bretaña publicando el Libro Blanco que da vuelta al tono de la Declaración de Balfour y sienta las directrices de la independencia de Palestina: un solo estado donde los judíos no serían más de un tercio del total de la población (se les limita la compra de tierras y la inmigración, a pesar de lo que pasaba en Alemania y Europa).​​ Se estima que 10% de la población se vio afectada entre muertos, heridos y exiliados
  • 1947-1948. Guerra civil palestino-sionista: empieza con la firma del plan de la ONU para la partición de Palestina y termina con el fin del Mandato Británico y la declaración de independencia de Israel; casi 1000 muertos por lado.
  • 1948-1949. Guerra árabe-israelí, continuación inmediata a la guerra civil: Israel declara su independencia y al día siguiente le declaran la guerra sus vecinos de la Liga Árabe (Egipto, Transjordania, Siria y Líbano). Alrededor de 20.000 muertos, un tercio de ellos judíos.

Los palestinos llaman a lo que pasó entonces Nakba, النكبة, que quiere decir «catástrofe», «desastre». La partición de la ONU proponía un 56% del territorio para Israel, casus belli de una guerra que, cuando terminó, el nuevo estado judío controlaba el 78%. Egipto se quedó con la Franja de Gaza; Transjordania con Cisjordania (West Bank), refundando el país con el nombre de Jordania. Entre 700.000 y 900.000 palestinos fueron violentamente expulsados o huyeron de Israel, quedándose tan sólo 150.000 de ellos. Cerca de seiscientos de sus pueblos fueron destruidos o repoblados y renombrados, otros tantos parcialmente despoblados. Sus propiedades fueron declaradas «en abandono» y luego expropiadas, prohibiendo de facto el derecho al retorno de los refugiados y sus descendientes. Hoy son cerca de catorce millones alrededor del mundo quienes tienen este estatus sin nacionalidad ni Estado que los proteja, y algunos siguen viviendo en campos de refugiados.

Hubo limpieza étnica también contra los cristianos, empujados igualmente hacia el exilio.

La limpieza étnica se dio paralelamente en los países de la Liga Árabe, de donde cerca de 900.000 judíos fueron expulsados; 600.000 hacia Israel, los otros sobre todo a Francia y Estados Unidos. Hoy quedan menos de 10.000 en esos territorios.

Si el sionismo postulaba un estado para una nación de judíos exiliados y refugiados, el mismo argumento sirve ahora para el establecimiento de un estado palestino.

Luego de lo sufrido por los judíos en el Holocausto y con Occidente cargando con la culpa de haber negado la entrada de judíos desesperados, Israel contaba con el apoyo de la opinión pública mundial. La situación hoy es diferente. Las generaciones más jóvenes conocen el Holocausto de segunda mano: 1 de cada 5 menores de 30 años en Estados Unidos cree que «es un mito» y otro 20% cree que «no fue tan grave»; esto es una locura, pero no estamos aquí para renegar, sino para observar lo que sucede. Estos jóvenes están viendo en vivo vía redes sociales lo que sucede hoy, donde la reacción israelí aparece como desquiciada, y el zeitgeist de estos tiempos sigue siendo el de la empatía con los oprimidos.

No se trata de justificar lo injustificable ni de defender lo indefendible, y es difícil juzgar sin saber cómo respondería uno ante las atrocidades cometidas el 7 de octubre por Hamás. Probablemente buscaría venganza de la misma manera. Pero, lejos del conflicto, a ojos de la opinión pública, la respuesta del horror con el horror tiene tintes oscuros. La reacción que busca destruir Hamás y la idea de un estado palestino puede terminar generando el efecto contrario. Cada reacción israelí desde 2006 ha tenido el mismo efecto: aumentar la empatía con la causa palestina; nada indica que esta vez sería diferente. Y quizás eso es lo que se buscaba.

Si el pueblo judío sufrió por milenios, con la Segunda Guerra Mundial como clímax, la impresión de la opinión pública hoy es que el estado-nación de los judíos oprime al pueblo palestino y le niega sus derechos. Y el antisemitismo, que sigue bastante vivo, aprovecha esto como punta de lanza.

El antisemitismo llevó a una limpieza étnica de judíos, hoy la impresión es que Israel busca una limpieza étnica de los palestinos. Se hace propaganda desde 1948 para negar la existencia de un pueblo palestino, un pueblo local que pueda reivindicar, con los mismos argumentos que los judíos, la tenencia del mismo territorio.

Según el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico, «limpieza étnica» es el «acto por el que se crea una zona étnicamente homogénea mediante el uso de la fuerza o la intimidación con el fin de eliminar de dicha área a las personas de otro grupo étnico o religioso». Lo que está sucediendo en la Franja de Gaza ahora mismo tiene toda la pinta de serlo.

Se está destruyendo infraestructura y se está desplazando a la población. Entre los bombardeos (que llegan también a campos de refugiados) y las demoliciones posteriores a cargo de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), hay reportes que hablan de hasta un 40% de unidades de vivienda destruidas o dañadas; “la devastación del norte de Gaza es comparable con las campañas de bombardeos de los Aliados” durante la Segunda Guerra Mundial (como ejemplo: Hamburgo tenía casi 1.700.000 de habitantes, más de 40.000 murieron y se destruyó el 75% de la ciudad). De los 2.200.000 habitantes de Gaza, el 85% han sido desplazados. Netanyahu, primer ministro de Israel, los llama “bárbaros” y discute públicamente que se vayan «temporalmente» hasta que se derrote a Hamás: “estamos trabajando” en la «migración voluntaria», dijo, y el “lugar ideal” que discuten es la península de Sinaí, ahora bajo soberanía egipcia. Todos sabemos lo que significa «temporalmente» y no debe sorprendernos que «reasentarlos» en sus tierras ancestrales, de las que fueron expulsados en 1948, no sea una opción (no olvidemos que el mayor enemigo en la historia de los judíos habló famosamente de «reasentamiento»). Para coronar la tesis, la IDF izó la bandera de Israel en una plaza recién destruida en Gaza.

Israel ya tomó Gaza antes, la primera vez en 1956.

  • 1956. Guerra del Sinaí o guerra de Suez: invasión israelí de la península del Sinaí, con apoyo de Gran Bretaña y Francia. En 1952 un golpe de Estado derrocó a la última dinastía en Egipto, de tendencia pro-occidental, estableciendo una república panarabista. Entre 1952 y 1956, ataques insurgentes apoyados por Egipto y los otros vecinos mataron casi 100 israelíes, cuyo gobierno, en represalia, mató casi 5000 palestinos en el mismo lapso. En 1956 Egipto nacionalizó el Canal de Suez, hasta entonces en manos de una empresa franco-británica, y a los meses firmó una alianza militar con Siria y Jordania para presionar a Israel mientras bloqueaba el estrecho de Tirán, la salida de Israel al mar Rojo. Un mes después las tropas israelitas habían tomado la península de Sinaí. Pero, dada la importancia de la zona para el comercio global, bajo presión de Estados Unidos y la Unión Soviética, la ONU decretó que las tropas francesas, británicas e israelíes abandonen Egipto, quien a cambio dejaría de armar a las guerrillas palestinas. Casi 200 personas murieron del lado de la alianza invasora, cerca de 3000 del lado egipcio. Francia y Gran Bretaña perdieron su peso político en la balanza global.
  • 1967. Guerra de los Seis Días: comienza cuando los egipcios —apoyados por los países musulmanes— vuelven a bloquear el estrecho de Tirán, expulsan a las fuerzas de la ONU que custodiaban Sinaí y concentran fuerzas militares en la frontera con Israel, que lanza una ataque preventivo y conquista, en seis días, Gaza y Sinaí (Egipto), Jerusalén Este y Cisjordania (Jordania), y los Altos del Golán (Siria). Los muertos del lado israelí fueron menos de 800, los de sus vecinos musulmanes casi 15.000.
  • 1967-1970. Guerra del desgaste: como siempre sucede en los territorios conquistados, los vencedores incentivaron asentamientos de su gente y aplicaron su ley. Muertos: 1500 israelíes, 2000 palestinos, cerca de 5000 egipcios.
  • 1973. Guerra de Yom Kipur: continuación del conflicto con Egipto y Siria que inicia con el ataque sorpresa de éstos en Yom Kipur, el día más sagrado del calendario judío. Durante tres semanas de lucha, Israel perdió 2500 vidas, Egipto más de 5000, Siria más de 3000... y las fronteras no se movieron. En 1979, Israel y Egipto firmaron la paz y la devolución de Sinaí en Camp David, y Egipto se alejó de la esfera de influencia de la Unión Soviética. Los Altos del Golán fueron anexados por Israel y Netanyahu ha dicho que no los «devolverán» nunca.
  • 1982-1985. Guerra del Líbano: en 1978, Israel ya había invadido la frontera con el Líbano en un enfrentamiento que dejó más de 1000 muertos. En 1982 lo hizo de nuevo para capturar a miembros de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), y en esta oportunidad Israel llegó a tomar Beirut, capital del Líbano. Para resistir esta invasión nace Hezbolá. Muertos: poco menos de 1000 israelíes, poco más de 27.000 combatientes de Palestina, el Líbano y Siria. Israel no se retiró del sur de Líbano hasta el añ0 2000. En 2006 Hezbolá invadió el norte de Israel provocando, en un mes, poco menos de 200 bajas israelíes, poco más de 1300 libanesas y más 250.000 desplazados.
  • 1987-1993. Primera Intifada: reacción palestina porque Israel, luego de dos décadas, tampoco había desocupado Cisjordania ni la Franja de Gaza. Hamás (Movimiento de Resistencia Islámico) se funda como reacción en 1987; en su Carta Fundacional se llama a matar a los judíos y reconquistar el territorio. Cuando en 1993 la OLP e Israel firman la paz y los Acuerdos de Oslo, los muertos eran casi 300 israelíes y casi 2000 palestinos.

Los Acuerdos de Oslo fueron la continuación de la Conferencia de Madrid de 1991. En ellos se pacta el reconocimiento palestino del Estado de Israel, el reconocimiento de Israel de la OLP, la retirada de Israel de la Franja de Gaza y Cisjordania en un plazo de cinco años y la creación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que iría tomando los poderes mientras se trabajaba en la creación de un autogobierno. Estados Unidos y Rusia fueron partes firmantes. Yasser Arafat, líder de la OLP, Shimon Peres, Ministro de Relaciones Exteriores de Israel, e Isaac Rabin, Primer Ministro de Israel, recibieron el Premio Nobel de La Paz en 1994. Veinte años después de ese premio, aquí estamos.

Meses antes de ese premio, un terrorista judío mató a 29 palestinos en una mezquita en Hebrón. Negociaciones llevaron a continuar el plan de desalojar ciudades de Palestina y a que Jordania sea el segundo país musulmán en reconocer la existencia de Israel. Meses después, un judío que se oponía a los Acuerdos de Oslo asesinó a Isaac Rabin. Hamás redobló sus esfuerzos y atentados, provocando una arremetida de Arafat contra ellos y que Israel autorice nuevos asentamientos en Cisjordania, a lo que Arafat reaccionó diciendo que era “una declaración de guerra” y que declararía un estado palestino. La paz firmada en papel no se materializó y, aunque se siguió negociando, esta vez Camp David no hizo su magia.

  • 2000-2005. Segunda Intifada: los ataques suicidas eran la orden del día. Mueren más de 1000 israelíes y más de 3000 palestinos. Muere Arafat y es sucedido en la ANP por Mahmud Abás, primer presidente del susodicho estado palestino, también del partido Al-Fatah. Israel, Egipto, Jordania y la ANP se dan la mano, Israel pone en marcha su plan de retirada de la Franja de Gaza, pero Hamás y la Yihad Islámica no aceptan la tregua.

El 2006 se celebran elecciones en Gaza y Hamás, considerado un grupo terrorista por Occidente, logra un triunfo sorpresivo. Fatah se negó a reconocer la derrota y terminó expulsado de Gaza, controlando Cisjordania a través de la ANP (un control controlado por Israel).

Desde la asunción de Hamás, los ataques a Israel —sobre todo lanzamientos de cohetes a poblaciones civiles— han sido múltiples y nunca cesaron. Hamás alega que son ataques en defensa contra los abusos de Israel, quien ha respondido con operaciones cada vez más fuertes, el aumento de sus colonias en tierras palestinas y leyes discriminatorias en Jerusalén. Por estos continuos ataques, Israel y Egipto bloquean desde 2007 la Franja de Gaza (bloqueo de movimiento de mercancías y personas, por aire, por tierra y por mar). Estos son los ejemplos más duros de este círculo vicioso:

  • 2006. Operación Lluvia de Verano. Casus belli: secuestro de un soldado israelí, Guilad Shalit. Con el fin de recuperarlo se destruyeron túneles, se suspendieron servicios básicos a 700.000 palestinos, y se mataron 416 personas, 50% civiles, 11 israelíes. Shalit volvió a Israel recién en 2011 en un canje por 1000 prisioneros palestinos.
  • 2008-2009. Operación Plomo Fundido en Israel, Masacre de Gaza en los países musulmanes. 13 víctimas israelíes, por lo menos 1300 víctimas palestinas, al menos el 50% de ellas civiles, 270 en un solo bombardeo.
  • 2012. Operación Pilar Defensivo: alrededor de 170 muertos, en su mayoría palestinos.

El resultado de estas operaciones fue el aumento del apoyo de la opinión pública hacia la causa palestina. A los días de finalizada la Operación Pilar Defensivo, la ONU aprobó para Palestina la categoría de «Estado observador no miembro», mismo estatus del Vaticano. Un año antes Palestina había sido aceptada en la UNESCO.

  • 2014. Operación Margen Protector: alrededor de 2300 muertos, 97% palestinos. El trigger fue el asesinato de tres israelíes secuestrados en un asentamiento en Cisjordania. Tal cual como sucede en la guerra de hoy, Netanyahu dijo: “Después de completar la operación antitúneles, las IDF actuarán y seguirán actuando hasta que alcancemos nuestro objetivo de recuperar la seguridad para ustedes, ciudadanos de Israel” (de Netanyahu se dice ahora que está empeñado en aumentar y alargar la guerra para quedarse en el poder). Tal cual como hoy, hubo protestas en cientos de ciudades alrededor del mundo y un brote antisemita en Europa.

El resultado de esta operación fue que en diciembre de 2014 el Parlamento Europeo aprobó una resolución que “Destaca la necesidad de alcanzar una paz global que ponga fin a todas las reivindicaciones y satisfaga las aspiraciones legítimas de ambas partes, en particular las de seguridad de la parte israelí y de un Estado propio de la parte palestina; hace hincapié en que la única solución posible al conflicto pasa por la coexistencia de dos Estados, Israel y Palestina”.

En 2015, en medio de la Intifada de los Cuchillos, en la Asamblea General de la ONU se iza la bandera palestina y Abás pide que se reconozca a Palestina como un estado ocupado, así como se hizo con los países en la Segunda Guerra Mundial, mientras entierra los Acuerdos de Oslo.

El 2017, Trump cumple con su electorado evangelista y mueve la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, una movida que el resto de países no hace por lo explosivo que puede ser reconocerla como capital de Israel: el plan de partición de la ONU la marcaba como territorio internacional y Palestina reclama la parte este como capital de su Estado. Para los evangelistas, el retorno del pueblo judío a la Tierra de Israel, con Jerusalén como capital, es parte primordial de la profecía de la segunda venida de Cristo, que sucedería luego de una gran batalla en Har Megiddo (armagedón), un monte Patrimonio de la Humanidad 80 km al norte de Jerusalén. Los evangelistas son un 25-30% del electorado de los Estados Unidos; según Trump, “estaban más emocionados por la decisión que el pueblo judío”. La indignación palestina se hizo sentir.

  • 2018-2019. Gran Marcha del Retorno: en el nombre está la reivindicación que se hizo durante las protestas que marchaban hacia Israel y que fueron recibidas a tiros en la frontera, causando más de 300 muertos y más de 20.000 heridos de bala.

Trump respondió con su propio acuerdo de paz en 2020, que proponía el reconocimiento del Estado palestino a cambio de renunciar a Jerusalén completamente, a las tierras tomadas por asentamientos judíos en Cisjordania, al derecho al retorno y a tener fuerzas armadas. La respuesta recibida es obvia. Sí se logró que los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán normalicen relaciones con Israel en lo que se llamó los Acuerdos de Abraham. A cambio, Baréin firmó un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos, Marruecos recibió el reconocimiento soberano sobre Sahara Occidental y Sudán salió de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

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  • 2021. En tres semanas, poco menos de 20 personas murieron en Israel, poco más de 250 en Gaza. Casus belli: la Corte Suprema debía decidir sobre la expulsión de seis familias palestinas de sus tierras en Jerusalén Este, que pasarían a manos de colonizadores israelitas. Ante las protestas, fuerzas civiles y policiales israelíes asaltaron la mezquita Al-Aqsa, tercer lugar más sagrado del Islam. Hamás respondió con cohetes dirigidos hacia Jerusalén.
  • 2022. Operación Romper la Ola: respuesta de Israel a una serie de atentados que dejaron 19 muertos; 146 palestinos fueron muertos en Cisjordania.

Y llegamos al 2023, donde hubo enfrentamientos con muertos, pogromos y saqueos de ciudades en mayo y junio. Y mientras Israel negociaba con Arabia Saudita la normalización de sus relaciones —algo impensado hasta hace muy poco—, llegó el 7 de octubre.

  • 2023. Operación Inundación de Al-Aqsa: todos hemos visto lo que pasó en el peor ataque a judíos realizado desde la Segunda Guerra Mundial. Cerca de 1100 israelíes fueron asesinados, casi 700 de ellos civiles, brutalmente ejecutados sin importar si eran niños o mujeres, en frente de sus familias, muchos de ellos desmembrados. Los perpetradores se grabaron desvergonzadamente en vivo y compartieron sus videos con el mundo. Casi 250 personas fueron secuestradas —sin discriminar a mujeres y niños— y llevadas a la Franja de Gaza.
  • 2023: Guerra Israel-Hamás. Israel lanzó una ofensiva para recuperar a los rehenes, pero en el camino de la venganza ha repetido viejas estrategias —bombardeos, operaciones antitúneles, dividir Gaza en dos, dejar sin servicios a la población— llevándolas al límite, atacando y destruyendo hospitales, iglesias, mezquitas, campos de refugiados; desplazando a casi dos millones de personas (por lo menos un 25% de ellas ya no tiene hogar) y matando, en poco menos de cuatro meses, a más de 20.000 personas, de lejos la cifra más alta de este conflicto de nunca acabar. De ellas, casi 500 eran personal de salud, periodistas, personal de organizaciones internacionales e incluso algunos de sus secuestrados. De ellas, casi 15.000 son mujeres, niños y adolescentes menores de 18 años. Y no hay forma de saber cuántos militantes de Hamás se han asesinado, se baraja una cifra entre 2000 y 4000, y la misma cantidad capturados como prisioneros. La palabra «genocidio» —“Delito consistente en dar muerte o agredir de forma sistemática a los miembros de un grupo nacional, étnico, racial, religioso, con el propósito de destruir total o parcialmente dicho grupo”— se pasea en los pasillos de académicos e historiadores. Israel ha recuperado 105 secuestrados, no por su campaña militar, sino en un trueque por 240 prisioneros palestinos.

La barbarie ha sido respondida con barbarie, y aunque en Israel se habla de tomar y limpiar Gaza, cada represalia ha significado una victoria política para la causa palestina y la mejora de su imagen a ojos de la opinión pública internacional. A nivel interno, en cada represalia, los palestinos, lógicamente, no sienten más empatía con los judíos, sino lo contrario. Por la muerte de cada militante de Hamás o cada civil, hay más de un niño que ha decidido jurar venganza. Los militantes de ahora son hijos de lo sucedido en 1948. No tienen nada más que sentir, porque el abuso, el bloqueo y la falta de oportunidades es lo que han visto toda su vida. Destruir Hamás así es tarea casi imposible: siempre tiene nuevos combatientes.

Esta guerra territorial parece envuelta en un bucle interminable; aunque hay propuestas sobre la mesa, es difícil encontrar ganas de negociar, y sin eso no existen soluciones.

El problema de los límites y el «two-state solution»

Estados Unidos, la Unión Europea, la Liga Árabe, Rusia y la ONU apoyan la solución de dos Estados, ¿puede escapar Israel a este destino? Negarlo es cometer el mismo pecado de Hamás, que desea tomar toda Palestina y «liberarla de su impureza». Un solo estado para un solo lado sería el resultado de una catástrofe. Un solo estado compartido, como están las cosas hoy, es la mayor de las utopías.

George W. Bush dijo (12/01/08): “En lenguaje sencillo, el resultado debe ser el establecimiento de una patria libre y democrática para el pueblo palestino así como Israel es una patria libre y democrática para el pueblo judío. Para que esto ocurra, los israelíes deben tener fronteras seguras, reconocidas y defendibles. Y los palestinos deben tener un estado que sea viable, contiguo, soberano e independiente. Lograr esta visión exigirá duras decisiones y concesiones dolorosas de ambos lados”. Si ambas partes aceptan la solución de dos estados, el problema mayor está en los límites. La Franja de Gaza y Cisjordania están separadas por casi cien kilómetros de distancia que no se le podría arrancar a Israel; entonces, ¿tendríamos un país dividido en dos? ¿Y qué se hace con las colonias judías? Más de 600.000 judíos viven en asentamientos en Palestina. ¿Y se devolverán pueblos conquistados en 1948? ¿Dónde se dibujarán los límites y según qué acuerdos? ¿Pasará Gaza de nuevo a ser parte de Egipto o se convertirá en una ciudad-estado?

La pregunta más difícil de responder, en teoría, es quién es el dueño del territorio. Sobre todo en este conflicto tan complejo. Escribe José Carlos Mariátegui que El Corán “dice que la tierra pertenece a aquél que la ha trabajado, irrigado, vivificado, ley admirable, muy superior a la ley romana que nosotros hemos heredado, que funda la propiedad de la tierra sobre la ocupación y la prescripción” — pero en la práctica, el territorio suele ser de quien tiene posesión y la puede defender, sea cual sea el medio por el cual la adquirió. Los árabes y otomanos lograron la posesión del territorio palestino mediante la conquista, y lo mismo hicieron los judíos. Nos gustaría que la propiedad privada pueda ser defendida por el derecho y en los tribunales, pero cuando se trata de grandes extensiones, la tierra suele ser de quien la tomó y la defiende, aunque falte el respeto a todas las leyes. No es una respuesta que guste, pero es lo que se observa. Si se diera pie a todas las reivindicaciones étnico-nacionales, a que todos los pueblos que alguna vez ocuparon un territorio por largo tiempo lo pidan como nación-estado, Estados Unidos y todas las naciones de América desaparecerían mañana y el mundo entero se vería envuelto en guerras y demandas territoriales cruzadas y de nunca acabar. No todo lo que uno tocó de niño es de propiedad perpetua, y las fronteras en la naturaleza son móviles. Si los palestinos merecen tener su propio estado será porque han sabido mantenerse en el territorio durante milenios y porque pueden esgrimir los mismos motivos que llevaron al establecimiento y reconocimiento del estado de Israel.


Continúa en:

Israel y Palestina, parte 4: esta guerra vs las otras
¿Por qué esta guerra es diferente de las anteriores y en qué se parece? ¿Qué rol juega la propaganda? ¿Hay un cambio en la opinión pública? Eso, y algunas observaciones sobre la esencia humana y su propensión al fanatismo.

Hace referencia a:

Stefan Zweig sobre el sionismo en sus inicios
¿Qué le ha ocurrido a ese escritor por lo general tan juicioso y culto? ¿Para qué ir a Palestina? ¿No vivimos en una época de progreso? En cuestión de décadas se habrán eliminado los prejuicios religiosos. La respuesta no vino de los judíos burgueses del Oeste, sino de las masas del Este.

Complementar con:

Sami Hadawi y la cuestión palestina en la ONU (1968)
El problema palestino y la cosa en Oriente Medio se han vuelto más complicados por la incoherencia política de Estados Unidos y el sesgo de la prensa occidental. La reivindicación sionista no tiene sentido porque los musulmanes también descienden de Abraham y porque los palestinos son autóctonos.
Albert Einstein sobre el sionismo y Palestina
Hace dos mil años que la única propiedad del pueblo judío es su pasado. Este pueblo disperso por el mundo estaba unido por un solo lazo: su tradición. Todo ha cambiado ahora. Pero la construcción de Palestina debe ser defendida de la enfermedad fatal de nuestro tiempo: el nacionalismo.