Epicteto: lo que depende de nosotros y lo que no

Contexto Condensado

Epicteto fundó su escuela de filosofía en la ciudad de Nicópolis, hoy en Grecia, cuando esta península estaba bajo dominio romano. Pero esta polis no era la típica colonia romana, sino una civitas libera, “ciudad libre”, una ciudad autónoma desde que la fundó el emperador Augusto el año 31, unida a Roma por un tratado. Epicteto llegó aquí después del año 93, luego de que el emperador Domiciano expulsase a los filósofos estoicos de toda Italia (años antes los había intentado expulsar de Roma). Domiciano tomó esta decisión para frenar la “oposición estoica”: la activa (¿y efectiva?) oposición de los filósofos estoicos a los gobiernos autoritarios de varios emperadores, sobre todo Nerón, que gobernó hasta el año 68, y el mismo Domiciano, que gobernó desde el 81.

El más famoso de los estoicos opositores fue Trásea, senador ejecutado por órdenes de Nerón junto con otros dos alumnos de Musonio Rufo; los tres conocidos como los “mártires estoicos”.

Epicteto también fue alumno de Rufo, y nombra en el capítulo a continuación, el primero de sus Disertaciones, una interacción entre Trásea y el maestro. También nombra a Epafrodito. Recordemos que antes de enseñar, Epicteto fue esclavo de Epafrodito, un secretario de Nerón que también había sido esclavo en su momento, y que luego de convertirse en liberto logró trabajar para la familia imperial y acumular una buena cantidad de riqueza (material). Epafrodito fue el que advirtió a Nerón de la Conjura de Pisón, el complot para asesinarlo del que supuestamente era parte Séneca, motivo por el cual Séneca fue condenado al suicidio. Epafrodito después asistió a Nerón en su propio suicidio (huyendo de Roma), y Domiciano lo mandó a ejecutar por haber colaborado en la muerte del ex emperador. Todo está conectado.

Y ahora volvamos a nuestro filósofo. ¿Cuándo fue la manumisión de Epicteto? No se sabe, pero se sabe que aún siendo esclavo pudo formarse en la filosofía, y que luego de ser expulsado por ser un pensador y cuestionador activo, fundó su escuela y se convirtió en uno de los máximos exponentes del estoicismo. No conocemos palabra escrita de él. Su Manual y sus Disertaciones (o Discursos) fueron escritos por su alumno, el historiador, senador y filósofo Flavio Arriano. En la presentación de este libro, Arriano escribe:

“Ni redacté yo los discursos de Epicteto, ni fui yo quien los dio al público. Sino que cuanto le oí decir intenté transcribirlo con las mismas palabras en la medida de lo posible, con el fin de conservar para mí mismo en lo futuro memoria del pensamiento y la franqueza de aquél”.

¿Por qué decidió Arriano empezar con la disertación que leemos abajo? Quizá porque para los estoicos era primordial distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, entre lo que depende y lo que no depende de nosotros. La verdadera libertad, para quien fue esclavo y expulsado, era la interior, la de pensamiento: esto es lo único que está en nuestro poder lograr. Y para ello tenemos el raciocinio. Michel Foucault, escribiendo sobre la idea estoica del cultivo de uno mismo, habla de esto, citando este capítulo de Epicteto:

“En Epicteto es donde se señala, sin duda, la mas alta elaboración filosófica de este tema. El ser humano es definido, en las Conversaciones, como el ser que ha sido confiado a la inquietud de sí... El hombre debe velar por sí mismo [...] porque el dios ha querido deliberadamente que pueda usar libremente de sí mismo, y para ese fin lo ha dotado de razón; ésta no ha de comprenderse como sustituto de las facultades naturales ausentes; es por el contrario la facultad que permite valerse, cuando es preciso y como es preciso, de las otras facultades; es incluso esa facultad absolutamente singular que es capaz de valerse de sí misma: pues es capaz de «tomarse a sí mismo como a todo lo demás por objeto de estudio».”

Estar dotado de razón y no usarla, no cultivarnos a nosotros mismos, es para Epicteto faltar a nuestro deber y desperdiciar nuestro regalo (que además hay que devolver). Y en el camino, hay que esperar y aceptar lo que toca, hacer lo que se deba hacer en cada momento. Esto lo vas a observar, sobre todo, en el último párrafo de esta “conferencia” que leemos traducida y anotada por Paloma Ortiz García (1993).

La capacidad racional es la que nos hace decir “que el oro es bello, porque el oro no lo dice”. Algunas décadas después, el emperador Marco Aurelio hace eco de esta idea, pero con un twist: si nuestra capacidad racional es lo que hace que lo externo “sea” bello, ¿qué diferencia le hace eso al objeto en sí?

“Todo lo que es bello en cierto modo, es bello por sí mismo... ¿Cuál de estas cosas es bella por el hecho de ser alabada o se destruye por ser criticada? ¿Se deteriora la esmeralda porque no se la elogie? ¿Y qué decir del oro, del marfil, de la púrpura, de la lira, del puñal, de la florecilla, del arbusto?”

Si hacés lo correcto, ¿en qué te pueden afectar las representaciones ajenas? No dependen de vos, están fuera de tu control. Que lo externo no te tenga por esclavo.

Autor: Epicteto

Libro: Disertaciones (entre los años 100 y 135)

Libro 1, Capítulo 1: Sobre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros

Entre las restantes facultades no hallaréis ninguna que especule sobre sí misma ni tampoco, por tanto, ninguna que sea capaz de aprobarse o reprobarse a sí misma. ¿Hasta qué punto alcanza la gramática lo especulativo? Hasta el de conocer las letras. ¿Y la música? Hasta el de conocer la melodía. ¿Alguna de ellas especula sobre sí misma? De ninguna manera. Sino que si escribes a un amigo la gramática te dirá que necesitas tales letras; pero la gramática no te dirá si has de escribir o no has de escribir al amigo. Y lo mismo la música respecto a las melodías: no te dirá si ahora debes cantar y tocar la cítara o que ni cantes ni toques la cítara. Entonces, ¿cuál lo dirá? La que se estudia a sí misma y a todo lo demás. ¿Cuál es? La facultad racional. Pues sólo ella nos ha sido entregada como capaz de reflexionar sobre sí misma y sobre qué es, sobre cuál es su capacidad, sobre a qué grado de valía ha llegado, y sobre las demás ciencias. ¿Qué otra cosa es la que dice que el oro es bello? Porque el propio oro no lo dice. Es evidente que quien lo dice es la capacidad de servirnos de las representaciones. ¿Qué otra cosa es la que juzga la música, la gramática, las otras facultades, poniendo a prueba sus usos y señalando las oportunidades que les son favorables? Ninguna otra.

Por consiguiente y como procedía, los dioses hicieron que dependiese sólo de nosotros lo más poderoso de todo y lo que dominaba lo demás: el uso correcto de las representaciones; mientras que lo demás no depende de nosotros. ¿Es que no querían? A mí me parece que, si hubieran podido, nos habrían confiado también las otras cosas; pero no podían de ningún modo. Y es que estando sobre la tierra y atados a un cuerpo como éste y con unos compañeros como éstos, ¿cómo sería posible que lo exterior no nos pusiera impedimentos respecto a eso?

Pero, ¿qué dice Zeus?

«Epicteto, si hubiera sido posible, hubiera hecho tu cuerpecito y tu haciendita libres y sin trabas. Pero en realidad, no lo olvides, no es tuyo: es barro hábilmente amasado y puesto que no pude hacer aquello, te di una parte de nosotros mismos, la capacidad de impulso y repulsión, de deseo y de rechazo, y, en pocas palabras, la de servirte de las representaciones; si te ocupas de ella y cifras en ella tu bien, nunca hallarás impedimentos ni tropezarás con trabas, ni te angustiarás, ni harás reproches ni adularás a nadie. ¿Qué? ¿No te seguirá pareciendo poca cosa?»

—¡Desde luego que no!

—¿Te basta con eso?

—Así se lo pido a los dioses.

Pero en vez de eso, aun pudiendo preocuparnos de un solo objeto y dedicarnos sólo a él, preferimos preocuparnos de muchos y encadenarnos a muchos: al cuerpo, a la hacienda, al hermano, al amigo, al hijo y al esclavo. Así, por estar encadenados a muchos objetos nos vemos oprimidos y arrastrados por ellos. Por eso, si la navegación es imposible, nerviosos, nos sentamos y estamos pendientes continuamente.

«¿Qué viento sopla?» «Del norte». «¡Ése qué nos importa!» «¿Cuándo soplará el céfiro?» Cuando le apetezca, amigo, a él o a Eolo. La divinidad no te hizo a ti administrador de los vientos, sino a Eolo. Entonces, ¿qué? Hemos de organizar lo mejor posible lo que depende de nosotros y servirnos de las demás cosas tal como vienen. ¿Y cómo vienen? Como la divinidad quiera.

«¿Sólo a mí han de cortarme ahora el cuello?»

¿Qué? ¿Pretendías que cortasen el cuello a todos para que tú te consolaras? ¿No quieres presentar el cuello como hizo en Roma aquel Laterano[1] a quien Nerón mandó decapitar? Presentó la cabeza, recibió el hachazo y, como el golpe había sido débil, se retiró un poco y la volvió a presentar. Ya un poco antes Epafrodito,[2] el liberto de Nerón, había ido a verle y a preguntarle por la razón de la desavenencia, y le había contestado: «Si quiero algo, se lo diré a tu amo».

¿Qué hay que tener a mano en semejantes circunstancias? ¿Qué otra cosa sino saber qué es lo mío y qué no es lo mío, y qué me está permitido y qué no me está permitido? He de morir. ¿Acaso ha de ser gimiendo? Ser llevado a prisión. ¿Acaso ha de ser lamentándome? Ser exiliado. ¿Habrá quien me impida hacerlo riendo, de buen humor y tranquilo?

«Dime lo que no debes decir». No lo diré, porque eso depende de mí. «Pues te encadenaré». ¿Qué dices, hombre? ¿A mí? Encadenarás mi pierna, pero mi albedrío ni el propio Zeus puede vencerlo. «Te meteré en la cárcel». A mi cuerpecito, será. «Te decapitaré». ¿Pero te he dicho yo que mi cuello sea el único imposible de cortar? Sobre eso convendría que reflexionaran los que filosofan; sobre eso habrían de escribir a diario; en eso tendrían que ejercitarse.

Trásea[3] acostumbraba a decir: «Prefiero verme hoy muerto que mañana en el exilio». ¿Y qué le respondió Rufo?[4] «Si lo eliges por ser más penoso, ¡qué locura de elección! Si por más leve, ¿quién te ha dado a elegir? ¿No quieres ejercitarte en que te baste con lo que te ha sido dado?».

¿Qué decía Agripino,[5] también en ese sentido? «No quiero ser un impedimento para mí mismo».

Vinieron a decirle: «Se te está juzgando en el Senado».

—Sea enhorabuena. Pero ya es la hora quinta —a esa hora solía ir al gimnasio y tomar un baño frío—, ¡vayamos al gimnasio!

Mientras estaba en el gimnasio vino uno y le dijo: «Has sido condenado».

—¿Al exilio —preguntó— o a muerte?

—Al exilio.

—¿Y qué hay de mis posesiones?

—No han sido confiscadas.

—Nos iremos a Aricia[6] y comeremos.

Eso es haberse ejercitado en lo que hay que ejercitarse, haberse provisto de unas facultades de deseo y rechazo que no pueden ser obstaculizadas ni echadas por tierra. ¿He de morir? Si ha de ser ahora mismo, moriré. Si falta un poco, de momento, comeré cuando llegue la hora, y luego moriré. ¿Cómo? Como conviene al que está devolviendo lo que no es suyo.


  1. Nota de la Traductora: Plautio Laterano, cuyo patriotismo es alabado por Tácito (Anales XV 49), fue un senador y cónsul romano ejecutado por orden de Nerón en el año 65 d. C. por haber participado en la conjuración de Pisón. ↩︎

  2. Amo de Epicteto cuando éste era esclavo. Epafrodito fue a su vez también esclavo, probablemente liberado por el emperador Claudio—su nombre de liberto era Tiberio Claudio Epafrodito. N.T.: Este Epafrodito —del que no sabemos si fue el único amo de Epicteto, pero sí es el único del que tenemos testimonios— era liberto y llegó a desempeñar altos cargos en la corte imperial: fue secretario (a libellis) de Nerón, primero, y posteriormente de Domiciano, que lo mandó matar en el año 95 por haber ayudado a Nerón en su suicidio. ↩︎

  3. N.T.: Publio Clodio Trásea Peto, famoso por su rectitud y de tendencias republicanas en lo político y estoicas en lo filosófico. Denunciado a Nerón como enemigo del Estado, fue condenado a muerte junto con su compañero Barea Sorano. ↩︎

  4. N.T.: Maestro de Epicteto y citado repetidamente por éste. ↩︎

  5. N.T.: Fue cuestor de la Cirenaica en tiempos de Claudio. Su padre había sido acusado de delitos de lesa majestad en tiempos de Tiberio. Estoico y contrario a los manejos de Nerón, fue acusado en el año 66 de deslealtad heredada y exiliado fuera de Italia. ↩︎

  6. N.T.: Hoy La Riccia. Era una pequeña ciudad situada en la via Apia a unos treinta Kms. de Roma. ↩︎


Citado por:

Michel Foucault: la importancia del cuidado de uno mismo
El hombre en cambio debe velar por sí mismo, tomarse a sí mismo como a todo lo demás por objeto de estudio, y para ese fin está dotado de razón. No hay, pues, edad para ocuparse de uno mismo. «No es nunca ni demasiado pronto ni demasiado tarde para ocuparse de la propia alma», decía ya Epicuro.

Marco Aurelio: Meditaciones, libro 4
El dueño de sí mismo adopta, frente a lo que sucede, una actitud tal que siempre puede adaptarse a las posibilidades que se le dan. Se lanza instintivamente ante lo que se presenta, con prevención, y convierte en materia propia incluso lo que era obstáculo. “Nada viene de la nada”. “Memento mori”.

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