Polibio: el ciclo de las constituciones, parte 1

Ayer dimos todo el contexto y preámbulo para esta lectura, que podés leer completa aquí:
Polibio y el ciclo político de las cosas (featuring Maquiavelo)
Describir lo que ya se sabe no ofrece dificultades, y predecir el futuro no es nada difícil si nos guiamos por lo que ya ha sucedido. Casi todos sostienen la existencia de 3 tipos de constituciones: realeza, aristocracia y democracia; pero hay 3 que les son afines: tiranía, oligarquía y oclocracia.

Autor: Polibio

Tratado: Historias (c. 150 a.C.)

Libro 6

Fragmentos de la introducción

...Se ha dicho principalmente en la presentación preliminar, en el comienzo de mi historia, donde afirmamos que, de nuestra obra, lo más bello y, al mismo tiempo, lo más útil para los lectores en su dedicación sería comprender y profundizar cómo pudo suceder y cuál fue la constitución que lo consiguió, que los romanos llegaran a dominar casi todo el mundo en menos de cincuenta y tres años, cosa que no tiene precedentes. Lo he estado pensando, y no he encontrado lugar más apropiado que el presente para someter a la atención y a la crítica lo que nos disponemos a exponer acerca de la constitución romana.

Del mismo modo que quienes pretenden emitir un juicio sobre la vida privada de personas negligentes o bien muy activas, si se proponen que este juicio sea correcto, basarán su análisis no en los períodos tranquilos de su vida, sino en sus peripecias desafortunadas y en los momentos felices de los grandes éxitos, en la convicción de que la prueba de la perfección humana consiste únicamente en la capacidad de soportar con nobleza y entereza los cambios de fortuna, no de otra manera es preciso contemplar una constitución. Yo no veo cambio mayor o más radical que el que han experimentado los romanos en nuestra época, y por esto he desplazado hasta este lugar el tratamiento de la constitución citada. La magnitud del cambio se puede ver por lo que sigue.

Lo que resulta atrayente y, a la vez, útil para los estudiosos es la contemplación de las causas y la selección, en cada caso, de la más convincente. En todo asunto, y en la suerte o en la fortuna adversa, debemos creer que la causa principal es la estructura de la constitución, ya que de ella brotan, como de una fuente, no sólo las ideas y las iniciativas en las empresas, sino también su cumplimiento.

Si una mentira resulta inverosímil, no la pueden defender los que yerran.

Las diversas constituciones

De aquellos estados griegos que con frecuencia han llegado a ser grandes y, con frecuencia, también, han experimentado un cambio total en dirección opuesta, resulta fácil la interpretación del pasado y la predicción de su futuro. En efecto: describir lo que ya se sabe no ofrece dificultades, y predecir el futuro no es nada intrincado si nos guiamos por lo que ya ha sucedido.

Pero en el caso concreto de los romanos no es nada sencillo ni comentar la situación actual, debido a la complejidad de su constitución, ni predecir el futuro, porque ignoramos sus instituciones pretéritas, tanto las públicas como las privadas. Se precisa, pues, una atención no vulgar en la investigación si se pretende alcanzar una sinopsis nítida de las cualidades distintivas del régimen romano.

La mayoría de los que quieren instruirnos acerca del tema de las constituciones, casi todos sostienen la existencia de tres tipos de ellas: llaman a una «realeza», a otra «aristocracia» y a la tercera «democracia». Pero creo que sería muy indicado preguntarles si nos proponen estas constituciones como las únicas posibles, o bien, ¡por Zeus!, solamente como las mejores. Me parece que en ambos casos yerran. En efecto, es evidente que debemos considerar óptima la constitución que se integre de las tres características citadas [un poco de realeza, otro de aristocracia, otro de democracia]. De ella hemos encontrado una experiencia no teórica, sino práctica cuando Licurgo estructuró la primera constitución de los espartanos, que presentaba estas peculiaridades. Sin embargo, tampoco se puede admitir que sólo existan estas tres variedades: hemos visto constituciones monárquicas y tiránicas que, aunque difieran grandemente de la realeza, parece que tengan cierta afinidad con ella: de ahí que todos los monarcas mientan y usen del nombre «realeza» mientras les es posible. Han existido también muchas constituciones oligárquicas que parecen tener alguna semejanza con las aristocracias, cuando, por así decir, distan mucho de ellas. Y la misma afirmación es válida para la democracia.

La verdad de lo dicho se demuestra por lo siguiente: no todo gobierno de una sola persona ha de ser clasificado inmediatamente como realeza, sino sólo aquel que es aceptado libremente y ejercido más por la razón que por el miedo o la violencia. Tampoco debemos creer que es aristocracia cualquier oligarquía; sólo lo es la presidida por hombres muy justos y prudentes, designados por elección. Paralelamente, no debemos declarar que hay democracia allí donde la turba sea dueña de hacer y decretar lo que le venga en gana. Sólo la hay allí donde es costumbre y tradición ancestral venerar a los dioses, honrar a los padres, reverenciar a los ancianos y obedecer las leyes; estos sistemas, cuando se impone la opinión mayoritaria, deben ser llamados democracias.

Hay que afirmar, pues, que existen seis variedades de constituciones: las tres repetidas por todo el mundo, que acabamos de mencionar, y tres que les son afines por naturaleza: la monarquía, la oligarquía y la oclocracia [también traducida como demagogia, gobierno del populacho, gobierno de la multitud o gobierno de la muchedumbre]. La primera que se forma por un proceso espontáneo y natural es la monarquía, y de ella deriva, por una preparación y una enmienda, la realeza. Pero se deteriora y cae en un mal que le es congénito, me refiero a la tiranía, de cuya disolución nace la aristocracia. Cuando ésta, por su naturaleza, vira hacia la oligarquía, si las turbas se indignan por las injusticias de sus jefes, nace la democracia. A su vez, la soberbia y el desprecio de las leyes desembocan, con el tiempo, en la oclocracia. Se puede constatar claramente la verdad de mis afirmaciones si nos paramos a pensar en los principios naturales, la génesis y las transformaciones de cada constitución, porque sólo quien considera cómo nace cada una de ellas podrá entender también su desarrollo, su culminación, sus transformaciones, su final y cómo, cuándo y de qué manera acontecen. He creído que ésta es la manera más adecuada a mi exposición, principalmente en lo que atañe a la constitución romana, porque explica naturalmente, a partir del principio, su estructura y su crecimiento.

Quizás la exposición de las transformaciones naturales de una constitución en otra se profundiza más en Platón y otros filósofos, pero tales estudios resultan complicados y muy largos, y, consecuentemente, son accesibles a pocos; aquí intentaremos sólo llegar a lo que exige la historia política y el nivel medio de la inteligencia; procuraremos sintetizar la materia. Si la presentación da la impresión de adolecer de deficiencias por el hecho de ser generalizadora, el examen detallado de los temas tratados a continuación compensará sobradamente las dudas que ahora puedan quedar.

¿A qué orígenes me refiero y de dónde afirmo que surgen las primeras comunidades políticas?


La explicación continúa en la lectura de mañana, y empieza cuando los pueblos pierden la memoria o existe un aniquilamiento de humanos por epidemias, inundaciones, malas cosechas, cosas que “sabemos que ya se han dado” 👀. Y termina con una advertencia de no cambiar democracia por tiranía.