Platón: Critias — parte 3

Descripción geográfica y riquezas del Imperio de la Atlántida, su relación con Poseidón y el por qué de sus nombres griegos.

Platón

“Critias“



[Parte 3: El Imperio Atlántida (113a-115c):
Nombres griegos de los Atlantes: ¿por qué? + Poseidón: ¿por qué? + Descripción geográfica y riquezas]

Antes de la narración todavía es necesario llamar la atención sobre un detalle, para que no os maravilléis si escucháis nombres griegos de hombres bárbaros. Conoceréis la razón de dichos nombres. Puesto que Solón quería utilizar el relato para su poesía, investigó el significado de los nombres y descubrió que aquellos primeros egipcios los tradujeron a su propia lengua al escribirlos, y él, a su vez, tras captar el sentido de cada uno, los vertió a la nuestra cuando los escribió. Esos documentos se encontraban en casa de mi abuelo, y, actualmente, están todavía en mi poder y me ocupé diligentemente de ellos cuando era niño[1]. Por tanto, no os admire si escucháis nombres como los de aquí, pues ya conocéis la razón. El siguiente era entonces el comienzo de un largo relato.

Tal como dije antes acerca del sorteo de los dioses—que se distribuyeron toda la tierra, aquí en parcelas mayores, allí en menores e instauraron templos y sacrificios para sí—, cuando a Poseidón le tocó en suerte la isla de Atlántida la pobló con sus descendientes, nacidos de una mujer mortal en un lugar de las siguientes características. El centro de la isla estaba ocupado por una llanura en dirección al mar, de la que se dice que era la más bella de todas, y de buena calidad, y en cuyo centro a su vez[2], había una montaña baja por todas partes, que distaba a unos cincuenta estadios del mar[3]. En dicha montaña habitaba uno de los hombres que en esa región habían nacido de la tierra, Evenor de nombre, que convivía con su mujer Leucipe. Tuvieron una única hija, Clito. Cuando la muchacha alcanza la edad de tener un marido, mueren su madre y su padre. Poseidón la desea y se une a ella, y, para defender bien la colina en la que habitaba, la aísla por medio de anillos alternos de tierra y de mar de mayor y menor dimensión: dos de tierra y tres de mar en total, cavados a partir del centro de la isla, todos a la misma distancia por todas partes, de modo que la colina fuera inaccesible a los hombres.

Entonces todavía no había barcos ni navegación. Él mismo, puesto que era un dios, ordenó fácilmente la isla que se encontraba en el centro: hizo subir dos fuentes de aguas subterráneas a la superficie—una fluía caliente del manantial y la otra fría—e hizo surgir de la tierra alimentación variada y suficiente. Engendró y crió cinco generaciones de gemelos varones, y dividió toda la isla de Atlántida en diez partes, y entregó la casa materna y la parte que estaba alrededor, la mayor y mejor, al primogénito de los mayores y lo nombró rey de los otros. A los otros los hizo gobernantes y encargó a cada uno el gobierno de muchos hombres y una región de grandes dimensiones. A todos les dio nombre: al mayor y rey, aquel del cual la isla y todo el océano llamado Atlántico tienen un nombre derivado; porque el primero que reinaba entonces llevaba el nombre de Atlante[4]. Al gemelo que nació después de él, al que tocó en suerte la parte extrema de la isla, desde las columnas de Heracles hasta la zona denominada ahora en aquel lugar Gadirica, le dio en griego el nombre de Eumelo, pero en la lengua de la región, Gadiro. Su nombre fue probablemente el origen del de esa región. A uno de los que nacieron en segundo lugar lo llamó Anferes, al otro, Evemo. Al que nació primero de los terceros le puso el nombre de Mneseo y al segundo, Autóctono. Al primero del cuarto par le dio el nombre de Elasipo, y el de Méstor, al posterior. Al mayor del quinto par de gemelos le puso el nombre de Azaes y al segundo, el de Diáprepes. Todos éstos y sus descendientes vivieron allí durante muchas generaciones y gobernaron muchas otras islas en el océano y también dominaron las regiones interiores hacia aquí, como ya se dijo antes, hasta Egipto y Etruria [5].

La estirpe de Atlas llega a ser numerosa y distinguida. El rey más anciano transmitía siempre al mayor de sus descendientes la monarquía, y la conservaron a lo largo de muchas generaciones. Poseían tan gran cantidad de riquezas como no tuvo nunca antes una dinastía de reyes ni es fácil que llegue a tener en el futuro y estaban provistos de todo de lo que era necesario proveerse en la ciudad y en el resto del país. En efecto, aunque importaban mucho del exterior a causa de su imperio, la mayoría de las cosas necesarias para vivir las proporcionaba la isla; en primer lugar, todo lo que, extraído por la minería, era sólido o fusible, y lo que ahora sólo nombramos—entonces era más que un nombre la especie del oricalco que se extraía de la tierra en muchos lugares de la isla, el más valioso de todos los metales entre los de entonces, con la excepción del oro—y todo lo que proporciona el bosque para los trabajos de los carpinteros, ya que todo lo producía de manera abundante y alimentaba, además, suficientes animales domésticos y salvajes. En especial, la raza de los elefantes era muy numerosa en ella. También tenía comida el resto de los animales que se alimenta en los pantanos, lagunas y ríos y los que pacen en las montañas y en las llanuras, para todos había en abundancia y así también para este animal que es por naturaleza el más grande y el que más come. Además, producía y criaba bien todo lo fragante que hoy da la tierra en cualquier lugar, raíces, follaje, madera, y jugos, destilados, sea de flores o frutos. Pero también el fruto cultivado, el seco, que utilizamos para alimentarnos y cuanto usamos para comida—denominamos legumbres a todas sus clases—y todo lo que es de árboles y nos da bebidas, comidas y aceites, y el que usamos por solaz y placer y llega a ser difícil de almacenar, el fruto de los árboles frutales, y cuantos presentamos como postres agradables al enfermo para estímulo de su apetito, la isla divina, que estaba entonces bajo el sol, producía todas estas cosas bellas y admirables y en una cantidad ilimitada. Como recibían todas estas cosas de la tierra, construyeron los templos, los palacios reales, los puertos, los astilleros y todo el resto de la región, disponiéndolo de la manera siguiente.


  1. Nota de Conectorium: Citado por David Antelo en el capítulo 3 de Atlántida – Los Paraísos Perdidos ↩︎

  2. Nota del Traductor: Tal como señala Kl. Widdra (Platon. Tomaios. Kritias. Philebos. Bearbeitet von KI. W. Griechischer Text von A. Rivaud und A. Dies. Deutsche Übersetzung von H. Müller und F. Schleiermacher, Darmstadt, 1972, pág. 233 nota), prós debe tener aquí el sentido de en (cf. Kuhner-Gerth, I, 518) y kata méson tiene que estar referido al medio de la llanura. La interpretación de A. Rivaud (Platon. Oeuvres complètes. X: Timée. Critias. Texte établi ei traduit par A . R., París, 1925, 1970, 263) no parece posible porque para depender de aphestós méson debería estar simplemente en genitivo sin katá. Esta interpretación se ve confirmada por la longitud que del canal que une la isla central con el mar (115d). ↩︎

  3. Nota del Traductor: Un estadio=600 pies.
    Nota de Conectorium: Solón recibe el relato en Sais durante el período de la vigésimo sexta Dinastía de Egipto, también llamada Saíta por su capital: un estadio egipcio de esa dinastía equivale a 157,5 metros, y no a los 182,88 metros (600 pies) que propone el traductor del texto, basado, probablemente, en la medida del estadio olímpico griego. ↩︎

  4. Nota del Traductor: El hijo del titán Jápeto, hermano de Prometeo que tiene la misión de sostener el cielo aparece aquí como el primogénito de Poseidón y el rey mis importante de Atlántida. ↩︎

  5. Nota del traductor: Cf. Tim. 25a-b ↩︎