Benjamin Brodie: indagaciones psicológicas sobre fanáticos
La energía y la sinceridad de los fanáticos es poderosa en todas las épocas, y arrastra consigo la convicción de esa gran parte de la humanidad que no investiga ni piensa por sí misma. Pero los errores y los engaños duran solo un tiempo, y prevalece la sensatez, y la sociedad, en general, avanza.

Sir Benjamin Collins Brodie, baronet y presidente de la Royal Society de Londres, era el fisiólogo y cirujano principal de la Casa Real del Reino Unido. Dado su rango, en 1854 publicó la primera parte de sus Psychological Inquiries de forma anónima, porque la “psicología” era todavía un riesgo. Esta primera parte trata, en forma de diálogos, Las relaciones mutuas de la organización física y las facultades mentales. El libro fue un éxito y a partir de la tercera edición de 1856 ya venía firmado con su nombre. En 1862 presentó una edición todavía más pulida, y la segunda parte, sobre Algunos puntos en la Historia física y moral del Hombre, pocos meses antes de fallecer.
Extrajimos y tradujimos un pedacito de la primera parte por su claridad para abordar el tema de impostores y charlatanes. Escrito justo en el medio del siglo 19, algunas frases parecen escritas para describir lo que sucede en este siglo 21, donde “hay epidemias tanto de opinión como de enfermedad” y las personas “no ven, o no tienen en cuenta, la totalidad de los hechos en los que tienen que fundamentar su conclusión”. Nos sesgamos y nos encerramos en nuestras narrativas, las que defendemos a muerte, y para las que buscamos cualquier tipo de justificación con tal de no movernos (peor aceptar un error en nuestro razonamiento). Los fanáticos abundan, y también los impostores.
Citamos un párrafo de esta lectura en La Pseudo Creator Economy (o, Charla sobre Bullshitters), artículo que también es parte de nuestra serie Cripto, Creators y Charlatanes, de la cual este texto es su capítulo 13.
Autor: Sir Benjamin Collins Brodie
Libro: Indagaciones Psicológicas (1854)
Parte 1
Primer Diálogo
Influencia de entusiastas y fanáticos
…CRITES: En este momento prefiero volver a una parte anterior de nuestra conversación. Aceptando todo lo que decís acerca de la ventaja de los hábitos contemplativos, de todos modos, seguramente no estás queriendo afirmar que éstos son más importantes que la capacidad de formar un buen juicio sobre lo que tengamos enfrente, y de razonar con precisión.
EUBULUS: Con seguridad que no. Pero tampoco dudo que en todos los casos en los que tenemos que llegar a una conclusión comparando la evidencia de un lado con la del otro (y estas incluyen todas las ramas del conocimiento humano excepto las matemáticas puras), nada contribuye tanto al razonamiento preciso como los hábitos de los que estamos hablando. El defecto principal en quienes razonan de forma imprecisa es el tan felizmente ilustrado por la fábula de los dos caballeros que disputan por el escudo de oro y plata. No ven, o no tienen en cuenta, la totalidad de los hechos en los que tienen que fundamentar su conclusión. ¿Quién es tan poco propenso a caer en este error como el individuo que mantiene constantemente ante él el tema al que se dirigen sus indagaciones, hasta que se le presentan, gradualmente, todas sus relaciones? Obsérvese que estoy hablando de una imaginación bien regulada, que no se deja llevar por prejuicios o pasiones, o analogías fantasiosas. La imaginación mal regulada de las mentes inferiores es un asunto muy diferente, y no produce más que entusiastas, fanáticos y, debo agregar, impostores.
CRITES: Pero, desafortunadamente, esta última clase de personas es la que, por su actividad y fervor, es a menudo la más influyente en el mundo. Un monje fanático persuadió a toda la cristiandad de que se embarcara en la trama salvaje de las cruzadas. Lord George Gordon, un loco fanático, lideró la muchedumbre de Londres que fue a quemar el puente de Newgate, y casi involucró a toda la metrópoli en el conflicto. No hace mucho desde que un número no pequeño de personas, que pertenecían no solamente a las clases sin educación, fueron inducidas a creer que una anciana hidrópica estaba a punto de ser la madre del verdadero Shiloh: e, incluso en la actualidad, muchos miles de mormones atestiguan su fe en la misión divina de un hombre mitad loco y mitad impostor en la persona de Joe Smith. ¡Cuántas historias similares puede proporcionar cualquiera que estudie la historia de la raza humana!
EUBULUS: Me temo que no necesitamos ir tan lejos a la época de las Cruzadas, ni remitirnos a los discípulos de Joanna Southcote, ni a los mormones, para tener ejemplos de tal credulidad de parte una porción considerable de la humanidad. Efectivamente, hemos descartado nuestra fe en la astrología y las brujas: compadecemos la ignorancia del pobre africano que, en una temporada de sequía, busca los conjuros del hacedor de lluvia; no podemos comprender bien cómo fue que los atenienses civilizados del siglo 3 pudieron haber creído que las estatuas de mármol se sentirían ofendidas, y mostrarían su disgusto dejando sus pedestales y caminando de noche. Sin embargo, con toda nuestra presumida sabiduría, y todo nuestro avance en conocimientos, hay en el presente muchos que creen en cosas que no están respaldadas por pruebas mejores que éstas. Hay epidemias tanto de opinión como de enfermedad, y prevalecen tanto entre las clases sociales educadas como entre las no educadas. La energía y la sinceridad de los fanáticos es poderosa en todas las épocas, y arrastra consigo la convicción de esa gran parte de la humanidad que no investiga ni piensa por sí misma. Es, en efecto, un hecho triste, que una gran ampliación de la educación y el conocimiento no produce ninguna mejora correspondiente en este sentido. Aún así, al final, prevalece la sensatez. Los errores y los engaños duran solo un tiempo. Aquellos que deshonran a una época desaparecen, y son relevados por aquellos que deshonran a la siguiente. Pero una verdad, una vez establecida, permanece indiscutible, y la sociedad, en general, avanza…



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